Surgido en el medio radial durante la década de los '30; trasvasado luego a la pantalla grande en 1940, a comics y series televisivas, es de estas últimas la salida al aire entre 1966 y 1967 con el legendario actor de películas de artes marciales, Bruce Lee, en el papel de Kato, la más inmarcesible dentro de la memorabilia mundial a la hora de recordar a El avispón verde (The Green Hornet).
El director francés Michel Gondry (Human Nature; Eterno resplandor de una mente sin recuerdos; Rebobinados; La ciencia del sueño), tipo singular donde las haya por el enfoque delirante de sus relatos, ha fraguado a través de su adaptación de 2011 del personaje al celuloide -según gran parte de la crítica internacional- “una película por encargo, la cual hace aguas en casi todo su metraje”.
martes, 29 de noviembre de 2011
martes, 22 de noviembre de 2011
El árbol de la vida, escalado por Terrence Malick
No había germinado del vergel de la pantalla estadounidense, e incluso mundial, plantón fílmico con pinta de clorofila cinematográfica consanguínea a El árbol de la vida (The Tree of Life, 2011) desde hacía muchas primaveras. Quizá desde los mismísimos tiempos de 2001: Una odisea del espacio (Stanley Kubrick, 1968); o Solaris y El espejo (Andrei Tarkovski, 1972-1975). Marciano por su contenido, continente, tempo y decisiones estéticas para el público medio estadounidense, el quinto opus del realizador Terrence Malick ni tiene nada que ver con cuanto elabora la industria ni con lo hecho por nadie hoy día allí. No tanto debido a lo desconcertante de la propuesta, sino por su infinita osadía tendente a trucidar esquemas al eludir los caminos narrativos preestablecidos. En inobsevarlos la película campea, en virtud de sus absolutos cambios de registros tonales, moldes genéricos, puntos de vista del relatante en off, tratamiento e imbricación de lo macro y lo micro en el orden del mundo…
jueves, 10 de noviembre de 2011
La guarida del topo: escarbando en el vacío interior
De El sabor de las cerezas (Abbas Kiarostami, 1997) a WALL-E (Andrew Stanton, 2008) y Veinte años (Bárbaro Joel Ortiz, 2009), pasando por la obra documental de Godfrey Reggio, cierta porción del nuevo cine iraní, coreano y asiático en general, la pantalla está (re) conociendo -una vez más en su historia, si nos acordamos de alguna parte de la factura sesentiana-, la pureza y legitimidad comunicativa del silencio empleadas por el cine mudo.
Los primeros 16 minutos de La guarida del topo (Alfredo Ureta, 2011) son puro cine mudo, aquel al cual no le faltaba la voz sino tenía el silencio, según reza conocido adagio. Como solía hacerse casi un siglo atrás, el realizador de La mirada prescinde de vocalizar, en aras de señalizar. Tal segmento introductorio podría mostrarse en las escuelas de cine en tanto paradigma de fijación de sentidos a partir de la sígnica, la iteración de movimientos/procederes del personaje central, ademanes, liturgias…, si no estuviese sometido a un cuasi asfixiante ejercicio de demostración subrayada de lo anterior.
Los primeros 16 minutos de La guarida del topo (Alfredo Ureta, 2011) son puro cine mudo, aquel al cual no le faltaba la voz sino tenía el silencio, según reza conocido adagio. Como solía hacerse casi un siglo atrás, el realizador de La mirada prescinde de vocalizar, en aras de señalizar. Tal segmento introductorio podría mostrarse en las escuelas de cine en tanto paradigma de fijación de sentidos a partir de la sígnica, la iteración de movimientos/procederes del personaje central, ademanes, liturgias…, si no estuviese sometido a un cuasi asfixiante ejercicio de demostración subrayada de lo anterior.