En la ofensiva ideológica occidental contra Irán, la cual tuvo su avanzadilla en Hollywood mediante el filme 300 y su demonización de “lo persa”, una pieza audiovisual como Argo (Ben Affleck, 2012), ganadora del Globo de Oro, el Bafta y el Oscar del año a la mejor película -presentado por la esposa del presidente Obama- [1], no solo es acto de consecuencia para con el irrompible enlace histórico entre la Casa Blanca y su cine desde los tiempos hoy día cuasi remotos de Griffith-de Mille; sino además perfecto vehículo de manipulación encaminado a pavlovizar a la opinión pública universal a favor de la invasión militar a Teherán, debido a la colosal influencia del cine en el subconsciente colectivo.