Tras irrumpir de forma interesante a auspiciosa mediante las respectivas Orange is the New Black y House of Cards, el canal on demand Netflix ha ido ensanchando progresivamente las propuestas temáticas de su parrilla, y ya se ha visto en al menos tres o cuatro series que todo cuanto produce no es sinónimo de calidad (no obstante ser todavía una señal recomendable). Ahora bien, su Fuller House (Madres forzosas en España, con el mismo título original en Latinoamérica) revienta la copa. Es increíblemente mala.
El material, de algún modo, viene siendo un intento, fútil a todas luces dados los tiempos y la puesta en bancarrota de un modelo televisivo añejo, de revivir en plan ¿nostálgico?, en 13 capítulos, los 192 de aquella Full House de finales de los ochentas e inicios de los noventas del pasado siglo (Padres forzosos en España y Tres por tres en Latinoamérica), de ABC. De catapultar aquella historia familiar al presente, darle continuidad. En sí misma la idea no sería atacable, incluso hasta noble, de haberse garantizado un margen de calidad que permitiese apreciar el objetivo.
Pero
Fuller House se atraganta y no pasa.
No es palimpsesto, ni guiño, ni posmodernidad. Se trata, monda y lironda, de
una innecesaria operación de rescate copiado que produce náuseas por la cantidad
de tontería destilada por fotograma y las arcaicas formas de representación de
la puesta en escena.
Solo
por oficio, me autoafligí la tortura de ver este estropicio, cuyo sentido de la
hilaridad no llega a aflorar nunca. Diálogos imposibles, actuaciones pedestres,
cero comicidad y una puesta en pantalla paupérrima constituyen los únicos
calificativos que me llegan a la mente para valorar producto semejante.
Bdia , por favor expliquele a sus lectores que es NEXTFLIX...MALA ES LA SEWRIE NO EL CANAL.
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