Force
of Nature, de 2020, es una película
estertórea cuyos fotogramas se muerden el rabo, de pavor, trémulos ante el
fantasma colosal de un palimpsesto inacabable. No hay una sola idea a atender
aquí; todo resulta cosido sobre retales de un cine fabricado antes miles de
veces, y en la mayoría de las ocasiones mejor.
Este thriller subrayadamente lánguido e inane
de Michael Polish merecería algún apunte menos por sí mismo en tanto filme que
por la participación de Mel Gibson. El policía de la tetralogía de acción Arma letal también va aquí de oficial
del orden (retirado ahora, enfermo, y en un apartamento multifamiliar de San
Juan, Puerto Rico, en medio de un huracán que se presume sea María, si bien
nunca lo nombran), pero no de protagonista, sino de tercera o cuarta figura del
reparto.
Ya sabemos que Hollywood no las tiene todas
con la geriatría (y no solo respecto a las mujeres), que los héroes de ayer son
rellenos de reparto hoy, aunque hay figuras y figuras.
No obstante de que el viejo Mel ande a la
deriva desde hace varios años, náufrago de la Serie B y del antes llamado
“directo a video”, ahora tocó fondo, al asumir esta caricatura de la proyección
fílmica de sí mismo (lo cual, pese a todo, resulta lo único salvable en la
película antes de que lo despachen prontamente) incorporada en Force of Nature.
Dirá él, “si Bruce Willis lo hace, yo también
puedo”, a lo cual podría ripostársele: existen niveles jerárquicos, viejo
amigo. Bruce, como usted, fue un adalid del action
movie, pero usted, además, es un gran director del cine norteamericano.
Polémico, incomprendido, subvalorado, con sus problemas de carácter, conservador,
denostado por la panda hipócrita de los políticamente correctos, está bien,
pero un gran director, porque, gústele o no le guste a algunos, películas como Corazón valiente, La pasión de Cristo y Apocalypto
-todas excepcionales en sus géneros-, formarán parte de la historia de la pantalla
estadounidense. Y de eso nunca podrá ufanarse el protagonista de Duro de matar, a recordarse solo como
actor.
En calidad de cinéfilo, me duele que Mel
preste su nombre para despropósitos como este, con independencia de la
necesidad monetaria que pueda tener. De hablar del filme no voy a tomarme
siquiera el trabajo, porque nada más describir el argumento ya conduciría a la
risa. Para el que aguantó la película hasta el final, quizá concuerden conmigo
en que la escena más involuntariamente hilarante es la de la ¿pantera¿
¿monstruo¿ ¿extraterrestre¿ que sale del cuartico en medio del pandemónium
meteorológico y despachurra a uno de los puertorriqueños malos, para bien de
los buenos policías gringos. Si sobrepasamos ese momento de un filme, por si
fuera poco racista e irrespetuoso ante cuanto significaron los huracanes en la
historia reciente de la colonia antillana, estaremos preparados para todo en lo
adelante.
Coincido en su análisis, en estos tiempos abundan un gran número de pésimas películas y esta está luchando su lugar
ResponderEliminar