No deja de ser hasta cierto
punto sorprendente que un film-noir como Giro al infierno (U-Turn,) haya sido
dirigido por Oliver Stone, cuya notoriedad es debida a cintas de signo
totalmente opuesto, enfocadas a lo político-biográfico (Salvador, Pelotón, Nacido
el 4 de Julio, JFK, Nixon, Comandante, Alexander). Sin embargo, tampoco resulta
del todo insólito si oteamos en sus horizontes como guionista e incluso en ese
paréntesis de su filmografía llamado
Asesinos natos.
Giro al infierno contiene
todos los temas clásicos del cine negro: un hombre trágico, romántico en busca
de su destrucción, mujer fatal, existencias cruzadas, fatalismo, sexo,
traición, asesinato, violencia. Bobby (Sean Penn) es un pobre diablo que le
debe más dólares de los permisibles a cierta pandilla de mafiosos rusos; en
viaje hacia Las Vegas al tipo se le rompe el radiador de su Mustang ´64 en un
infernal pueblucho del desierto, cuyo nombre es la catedral de la ironía:
Superior. De cariz tan irónico como la identificación del lugar será el
mecánico que debe reparar la avería (Billy Bob Thornton), o el celoso TNT
(), quien cree que Bobby le quiere quitar a la novia. Aparece
ahora Grace (Jennifer López), lugareña de ascendencia india, quien pide sexo a
kilómetros; ya es hora entonces de que Bobby entre en la primera fase de la
gran locura (sabrosísima locura) que es esta película arrebatada, frenética
signada por el efecto de bola de nieve: Bobby va internándose progresivamente
en una espiral de conflictos empujados uno por otro, los cuales cada vez lo
conminan más a permanecer allí, en Superior, como el más inferior de sus seres.
A merced de los retozos macabros de un destino muy majadero para este Sr. Nadie
en medio de la nada.
La película no es del todo
original. Advertiremos a través de su metraje referencias explícitas a
Simplemente sangre, After hours, El juego, The Trip, El ángel exterminador,
Duelo al Sol y, sobre todo, a ese
thriller de 1994 titulado Red Rock West, de John Dahl. Pero el filme gana
personalidad propia a partir de cinco elementos fundamentales a) la perspectiva
cuasi lúdrica, hipnótica a ratos donde enmarca a la galería de seres oscuros
que lo pueblan; b) la magnífica composición de Bobby por el genial Penn; la
estupenda labor de Jennifer en un personaje bien difícil de modelar que mezcla
a la vez candor, ternura, lujuria, aflicción y maldad; el no menos inmenso
trabajo interpretativo de Nick Nolte en el rol de su esposo Jake, en fin la
magnífica labor actoral conjunta, sin olvidar al aquí casi irreconocible Bob
Thornton; c) el concepto visual manejado por el realizador y su director de
fotografía Robert Richardson (obtuvo un Oscar por JFK): ángulos expresionistas,
slow-motion, edición fragmentada y delirante, furiosos close-ups, mareantes
encuadres que dan la idea de la turbación de los sentidos, del universo trágico
de los personajes ;d) la muy a tono con el relato ecléctica, punzante partitura
de Ennio Morricone y; e) la opción del guión de John Ridley (según su propia
novela, Stray dogs) de contravenir las normas tradicionales del cine negro en
cuanto a su enfoque urbano por excelencia, al trasladar el foco de acción hacia
el desierto, con lo cual la película de cierto modo comparte contextos
geográficos con el western. Cosa que por sí sola nada indicaría, sino
existiesen inserciones dentro del relato que apunten a la idea de que aquí se
opera también una suerte de homenaje al western: citemos por ejemplo el caso
del duelo. Si Walter Hill llevó el gangsteril al oeste en El último hombre,
Oliver Stone transportó el noir a las mismas praderas, en una operación de
desmontaje que no excluye una óptica paródica.
Giro al infierno no será sin
duda una de las grandes películas de Stone, pero tampoco es el desastre que las
vacas sagradas de la crítica americana aseguraron era (estoy hablando del
finado Rogert Ebert en Chicago-Sun Times, Janet Maslin en The New York Times, u
otros). Se trata de un divertimento. Atractivo, curioso, refocilante. A los
amantes de Jennifer de veras se lo recomiendo, en esos tiempos la nena todavía
se dignaba a actuar. Si Federico Fellini
la viera visto aquí en ciertos planos también hubiera dicho de ella lo que dijo
de Anita Ekberg: “Es un mamífero de lujo”.
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