viernes, 27 de junio de 2014

420 segundos definen relaciones imposibles


Género patidifuso que respondió en alguna medida a las líneas trazadas por el cartabón sociopolítico peninsular, la comedia cinematográfica española, a través de sus distintas expresiones artístico/históricas (la españolada blanca franquista y sus esperpentos finicaudillistas, la de maestros como Berlanga, la del destape/movida, la ochentera, la del país del euro, la trash y la post 11-M con los años del paro y el quiebre del contrato social, donde germina la replicante del modelo televisivo) por regla dependió más que de movimientos o tendencias creativas grupales, de talentos o artesanos individuales que en franjas próximas desde Trueba y Colomo, pasando por Gómez Pereira y Martínez-Lázaro u otros pocos, hasta varios bien nuevos entre los cuales forma fila Daniela Féjerman se encargaron de impulsarla con menor o mayor suerte. La Féjerman, con experiencia previa en guiones para cine y televisión, así como en la codirección de par de filmes (A mi madre le gustan las mujeres; Semen, una historia de amor), se lanza a su primera realización en solitario a través de 7 minutos (2009), el cual escribió a cuatro manos con la ex ministra de Cultura hispana, Ángeles González-Sinde.

Los 420 segundos comprendidos en el título es el tiempo disponible para que varias parejas, en citas programadas por una agencia, puedan intercambiar simpatías u oler inconexiones en una futura o una imposible relación. Previo pago, en dicho corto espacio temporal, estos necesitados de afectos, solitarios o desesperados a la búsqueda de tirar sus cartas más preciadas -y también, su listillo oportunista, que siempre los hay-, tienen la posibilidad de establecer las bases del añorado enyunte.
Como lúcidamente apuntara un crítico español a la hora de su estreno, “las carencias amorosas son un gran tema para una tragedia. Pero también pueden formar parte de un envidiable material cómico. Como bien sabía el Billy Wilder de El apartamento, se apunta a la diana del patetismo sin llegar a alcanzarla; se roza la tristeza a partir de la negrura; se distorsionan los comportamientos provocando la carcajada, y se acaba definiendo al género humano a través de un retrato cómplice pero feroz, ahogado pero desternillante. Eso sí, hay que saber mezclar el material, casi en paralelo, para que se congelen las sonrisas, para carcajearse de las desgracias”.
Eso es justo cuanto no sucede en 7 minutos. Un en teoría rico material para la comedia de situaciones no halla el justo equilibrio en pantalla, al desperdigarse los distintos músculos dramáticos de este plexo coral sin identidad propia, que o bien hala demasiado la cuerda del estilo y el planteamiento de escena con el cual se está trabajando el género en las cadenas televisivas ibéricas (apreciable los ecos catódicos y tics de Aída u otras teleseries), ciertos cortometrajes de citas y romances (El paraguas, Nada que perder, Post coitum o La explicación) o bien recicla estrategias ya manidas desde que películas como la italiana Manual de amor reconcibieran estas neoaproximaciones contemporáneas a la galaxia inabarcable de Eros.
Película coral, gana algo cuando se enfoca en uno o dos personajes, pero vuelve a perder fuelle cuando retorna a la visión de conjunto necesaria en este tipo de filmes. Convicción actoral y algunos gags para sonreir con obsecuencia alivian el resultado final de esta comedia polícroma, ligerona y no del todo despreciable para olvidar un ratos los agobios del calor.

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