Pocos
escritores en la historia de la literatura han auscultado con tanto tino la
salud social de una época, como lo hiciera Honorato de Balzac. Ineludible pie
de apoyo para estudiar la
Francia burguesa de la primera mitad del siglo XIX, este
hombre supo insertar de forma maestra en su obra todo el proceso de
instauración capitalista nacional: la introducción del papel moneda, la
especulación y el desarrollo paulatino de la industria. Ello, como marco
espacial donde pondría a germinar esa variopinta amalgama humana, eje vertebral
de una dinámica social cuyos protagonistas el narrador diseccionara en esa
suerte de bestiario de tipos creado por su pluma.
Descriptor
acucioso de aquella sociedad, la analizó en la mayoría de sus textos y, sobre
todo, en ese monumento a las letras que fue su Comedia Humana, acaso la
estructura novelar fragmentada de mayor organicidad y unidad internas que
conociera lector alguno hasta hoy día. El autor de Ilusiones perdidas
centraría su trabajo en el presente duro de un sistema naciente donde el
materialismo más recalcitrante carcomía el alma de una nación. Su novela corta El
coronel Chabert, aunque no a la altura de sus obras cumbres -la trilogía
arriba mencionada, Papá Goriot, Eugenia Grandet-, constituyó otra
de sus soberbias comparaciones entre los únicas dos clases de personas que
habitan la Tierra:
los ricos y los pobres.
La
versión fílmica del texto literaria, rodada por el cineasta francés Yves Angelo
en 1995, adopta de manera bastante fiel los derroteros del original. Chabert
(Gerard Depardieu) es un coronel que luchó para Napoleón en la guerra, a quien
todos creen muerto en combate, incluso los libros de historia. Casi al borde de
la muerte, unos cristianos lograron que sobreviviera en Austria. Desde allá y otros
sitios intermedios antes de volver a su país, escribe a su esposa, que en París
sigue disfrutando la fortuna de su marido. Ella, durante el interregno, se casó
con otro hombre y tuvo dos hijos. Hace oídos sordos a los reclamos del pobre
hombre, medio enfermo y miserable. Este llega a Francia y entabla pleito. Nadie
lo escucha, solo un agudo abogado, que a su vez representa a la demandada en
otros trabajos legales. Este resulta el comienzo de una historia que perfila
humanidades con notable acierto y que no para hasta la renuncia de Chabert de
todos sus bienes, asqueado por la avaricia de una mujer que quiere mantener un
status social, su imagen y un marido ambicioso que no la ama y añora ser par de
Francia. En esa mujer (interpretada en
el filme por la excelente Fanny Ardant) se representa el enfermizo
rastacuerismo burgués de la
Francia decimonónica
El
filme de Angelo, delicioso en su armonía interna, en sus silencios, en el uso
poético del color, en el empleo o no del sonido en escenas bélicas rodadas con
notable realismo, en las rotundas composiciones actorales de los actores
protagónicos, en la partitura acompañante, solo es lastrado porque guionista y
realizador no supieron embridar el torrente verbal proveniente de esas
verdaderas cascadas que son algunas obras de los grandes autores literarios, y
la cinta da demasiada preeminencia a la palabra en un arte donde si bien ésta
resulta importante, no constituye el elemento esencial del discurso. El tempo,
demasiado denso para algunos críticos, sin embargo no desanimó a quien escribe,
y guarda fundamento no solo en el estilo de realización del país del filme,
sino además en la calma con que las cosas deben manejarse en el cerebro del eje
central, este coronel Chabert poseedor de un bestial tajazo en su cabeza que lo
perjudicó más allá de la piel y lo obliga a comportarse como un gran oso
moroso, que sin embargo tiene un objetivo. Y aunque no lo cumpla, no dejará de
ser quien es. Y ahí está la esencia de la noveleta y la película: el acto de
dejación de Chabert de su fortuna supone la única acción concebible en su digno
pensamiento para no transgredir su humanidad. De haber continuado en la lucha
por el dinero con su mujer, se hubiera convertido en lo que ella, un ser
detestable a lo sumo inspirador de lástima. Y el filme capta tal proceso de
disyuntivas y toma de decisiones de forma excelente.
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