Aunque nada tiene que ver su
producción con el sello del castillo, En
busca de un hogar (August Rush, 2007) responde al cuño
marca de fábrica de las amelcochadas cintas familiares del estudio Disney.
Película-caramelo del tipo de las
cual la compañía fundada por el viejo Walt continúa haciendo a beneficio de sus
ingresos financieros y en desmedro del arte -al estilo de la insufrible Giselle, una historia encantada, vista
en Cuba casi de manera simultánea-, esta En
busca de un hogar, causa rechazo por efecto de empalagamiento.
August Rush es un niño expósito,
como Oliver, el héroe clásico de Charles Dickens, pero soltado aquí a los
elementos y la furia de una fantasía rosa donde todo el crudo naturalismo del
novelista inglés se va a la bartola, por obra y gracia de la potenciación al
máximo nivel de la sosería.
El chiquillo devino el fruto de
una -en pantalla elíptica- noche de amor
entre una chica bien, la dotada violoncelista Lila Novacek (Keri Russell), y el
rockero irlandés Louis Connelly (Jonathan Rhys-Meyers, el amante asesino de Match Point, el thriller psicológico de
Woody Allen filmado en 2006).
Pero el padre de la muchacha no
concibe un futuro materno para su talento musical; de tal que aprovecha la
inconsciencia de Lila en el hospital al que la llevan accidentada y ya a punto
de parir, para mandar de cabeza al recién nacido a un orfanato, al estilo
Oliver Twist.
El guión de Nick Castle y James V.
Hart sólo cuenta con par de notas de ambiente y color para describir el
infierno que debieron suponerle los años de reclusión al infante. Él, al
parecer, nada le importa, salvo su música, la que oye brotar hasta de las
alcantarillas; y, lógico, ser recuperado por unos padres que sus aguzados sentidos
le dicen vivos.
A los once años de haberlo
gestado, Lilia se entera de la existencia del niño por boca del padre moribundo
en plan de arrepentimiento. A los once, también atrapa a su retoño en un día de
calle y extravío el “cazatalentos” musical Wizard (Robin Williams en otro de
sus excéntricos roles, cual especie de Fagin dickensiano).
De la cochambrosa guarida del
rufianesco promotor, la reencarnación de Mozart en cuerpo del pequeño logra
esfumarse y con ello asistir a la prestigiosa academia Juilliard, cuya
dirección le organiza un concierto en el parque central de Nueva York a los dos
días de ingresar a la escuela.
August -en realidad nombre ficticio
encasquetado por Wizard, quien tratará a toda costa de impedir que vaya al
recital- intentará hallar al musical binomio paterno allí, en medio de esa
multitud para la cual compuso su rapsodia interpretada por los filarmónicos
neoyorkinos. ¿Los encontrará¿
Toda reseña, salvo que la película
sea completamente infernal, deberá establecer un punto de equiparación que
aluda también a los rasgos positivos del filme valorado. Hay bastante pocos en En busca de un hogar; pero sin duda el
más sobresaliente de todos resulta la interpretación del actor Freddie Higmore
en el rol de August.
Pese a sus quince años, ya Higmore
cuenta con la experiencia adquirida en películas de cierto relieve como Charlie y la fábrica de chocolate, o Finding Neverland, para rotular una
composición de interés aquí. El joven talento da vida al personaje central de
este drama sentimental, mezcla de fairy-tale
desnortado y telenovela de baja estofa, sin embargo, con la dosis de corrección
y una pizca muy buen concentrada de ángel e inocencia que lo hacen querible a
los ojos del espectador.
Eso, así como ver de qué forma tan
ingeniosa la realizadora Kirsten Sheridan expresa en imágenes su exploración
sensorial del personaje protagónico, para darse el gusto de germinar bellos
momentos cinematográficos que trasuntan la unidad entre pensamiento e intuición
musical de August, representan lo más llevadero de esta fantasía rosa que se
permite demasiadas licencias argumentales. Lo del encuentro tripartito en
Central Park, la principal: algo tan melosamente forzado quien escribe no lo había
visto ni en el peor Hollywood hacía años.
La joven directora Kirsten
Sheridan poco ejemplo toma de su padre -el inefable Jim de las antológicas Mi pie izquierdo y En el nombre del padre- a la hora de mantener un grado de
comedimiento en el trazado de personajes y situaciones, que le impidan abocarse
por derroteros dramáticos de franca sensiblería.
Su En busca de un hogar es mero material desechable de usar y tirar.
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