Estrenado en la televisión cubana, el
largometraje mexicano La jaula de oro es la crónica de un fracaso anunciado: el
de las consecuencias de la humillación colonial, más un siglo XX añadido de
rapaz depredación a los recursos de un subcontinente y la entronización en
dicho espacio de modelos neoliberales de capitalismo salvaje sujetos a los
dictums del FMI y la cartilla de Washington para el Tercer Mundo
latinoamericano. Fallan los sistemas, para aniquilar de forma automática a sus
ciudadanos. Los jóvenes protagonistas del filme son la recidiva de una
maquinaria socioeconómica enferma, cuyas formas humanas se desdibujan entre la
irrealización personal y quiméricos deseos pocas veces conseguidos.
Huérfana de
desarrollo posible, tierra del no futuro, la frustrada Centroamérica es testigo
cotidiano de la peregrinación de miles de sus hijos jóvenes en una travesía
luctuosa que los lleva a salir de cualquier recóndito pueblito de Guatemala u
Honduras, para atravesar el temible México de los narcos, los policías
corruptos, las violaciones, el tráfico de órganos o los raptos en pos de rescate,
e intentar llegar a bordo de La
Bestia (la barca moderna de Caronte) u otros trenes no menos
peligrosos a la frontera sur de “la tierra de los sueños”.
La jaula de
oro constituye baño helado de realidad a las seis de la mañana. Esta película
vale por quinientos reportajes periodísticos. Relata todo tal cual sucede, sin
omisiones ni exageraciones, con el peso documental de escenarios en 120
locaciones de tres países y personajes reales. En la vida -cual del mismo modo
lo grafica el filme-, tras campear trayecto sembrado de infinidad de obstáculos
contra su integridad física, solo uno entre millares de los optantes traspasará
el muro fronterizo tendido por EUA para “protegerse” del inmigrante. Y, ya
dentro, si no perece por el disparo de turno del minute man o granjero xenófobo
convertido en francotirador asesino, probará la suerte del jornalero preterido
o recogedor de vísceras en los tantos mataderos que sacrifican en masa para
McDonalds o Burger King. A la manera del único de los cuatro jóvenes capaz, en
el relato, de vencer la helénica prueba de sobrepasar el camino e infiltrarse
como indocumentado en territorio gringo. El itinerario todo funciona a la
manera de un malévolo mecanismo malthusianista absoluto de limpieza étnica cuya
maquinaria de ignición se activa no más estampar el paso inicial del viaje más
largo hacia la nada.
Armada a través de largo septenio por la mirada
escrutadora, honesta y compasiva del realizador de origen español Diego
Quemada-Díez (ex asistente de cámara para Ken Loach, el padre vivo de los
directores comprometidos), la obra fílmica, objeto de innumerables
reconocimientos mundiales, es interpretada por adolescentes no profesionales de
la actuación, pero capaces de componer muy creíbles caracterizaciones de estos
pobres infelices en lucha por su supervivencia. Tan meritorio resultó el
quehacer histriónico del mexicano Rodolfo Domínguez y los guatemaltecos Brandon
López y Karen Martínez -seleccionados por el director entre seis mil aspirantes
a los roles por ellos encarnados-, que los tres se granjearon el Premio a la Interpretación de la Sección Una cierta
mirada del Festival de Cannes 2013.
Tanto el
acierto al escoger a dichos muchachos como el estilo de realización asumido por
Quemada-Díez en su opera prima (verismo documental, grafía hiperrealista,
sobriedad artística, intensidad emocional con cero chantaje sentimental,
narración seca y directa, claridad expositiva, orgánica planimetría
informativa, orden de filmación diegético o en línea de continuidad)
contribuyen a impulsar el potencial dialogístico de la pieza y a conferirle
considerable peso a sus ideologemas.
La imagen
del tren (en planos generales a su paso entre páramos o selvas, panorámicas,
travellings, picados, contrapicados), harto recurrente en los fotogramas,
representa recurso visonarrativo dilecto que habla menos del medio de
transporte por excelencia de los migrantes que del tronante discurrir de su
existencia sobre los rieles del horror. El miedo pinta la herrumbre de los
vagones. La línea del ferrocarril asemeja el destino de los polizontes. Puede
ser interrumpido o escindido en cualquier momento.
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ResponderEliminarBueno, esta crítica fue realizada en 2014 y ahora, pasados 4 años, se constata que poco o nada ha cambiado la realidad latinoamericana: la mayor película en tiempo real que está viviendo América Latina en materia de migración, la están protagonizando esta vez más de 2000 personas, que atraviesan en estos momentos la frontera mexicana para llegar al sur de los Estados Unidos.
ResponderEliminarAnoche precisamente, observaba en Telesur una fila enorme de niños (tan pequeños o más que los protagonistas de La jaula de oro) que se internaba en un tropel humano con sueños de grandeza en sus rostros.
La realidad supera cualquier ficción, sin dudas. Lo más triste de todo, es que en ambos planos continua siendo "la crónica de un fracaso anunciado".