sábado, 1 de octubre de 2016

El acompañante



Al margen de las calidades específicas de los distintos filmes, el más reciente cine cubano, en sentido general, ofrece cuanto le recabábamos a gritos años atrás: diversidad temático-estilística, osadía, riesgo. Omega 3, Bailando con Margot, Crepúsculo, Caballos, La obra del siglo, Espejuelos oscuros, Leontina o Santa y Andrés marcan puntos de inflexión en una pantalla nacional que al fin, para alivio artístico, ya no está por la labor de las pretéritas comedietas populistas.


No obstante, pluralidad o distensión en los modos narrativos y las formas escogidas tampoco implican irremisiblemente calidad -Leontina u Omega 3 intentan innovar en ambos caminos, sin embargo son pésimas-; ni algo tan difícil de encontrar como la perdurabilidad.

El acompañante (Pavel Giroud, 2016), de estreno nacional ahora, no citada ex profeso en el primer párrafo pese a sus premios internacionales, el “bombo” de la candidatura cubana para el Oscar y su aceptación popular, de seguro no va a entrar en esta última parcela, habida cuenta de su inserción total dentro de eso definido sagazmente por Noel Bürch como el “modo de representación institucional” o dicho en palabras más claras: la ortodoxia filo-mainstream de un relato carente de personalidad, audacia y algo para decir que no haya sido dicho antes en materiales audiovisuales, textos, o incluso por Gerardo Chijona en su también irregular Boleto al Paraíso (2010).

O bueno, algo sí: la mirada al cuerpo de seguridad de Los Cocos, centro de hospitalización de los enfermos con Sida en los ´80, adopta aquí la línea de los filmes de campos de concentración. Los personajes de los militares al frente son robots, autómatas despojados de humanidad. No queda claro, tratándose del género en pantalla, que las caricaturas de Yailene Sierra (la directora) y Jazz Vila (el médico) sean intencionales o no. No es de creer, si bien tiende a colegirse, dada la manera tan estúpida con la cual han sido concebidos en el guion. La proyección del filme hacia la institución castrense, en orden total, es monocordemente acerba. El protagonista está enfermo “por culpa” de una guerra en África, sus celadores del sanatorio son inhumanos cancerberos, el alto jefe militar que es su padre queda retratado como un miserable sin corazón en una de las escenas más grises del cine cubano reciente.

Estamos, tan solo, no más, frente a la tropical variante “buddy movie” de un clásico melodrama empático, no tan rotundo como Conducta y superior a la mucho menor Esteban; de buena caligrafía cinemática; correctas actuaciones (Armando Miguel Gómez en línea ascendente desde Melaza y Yotuel “Orisha” Romero: muy bien ambos, sobre todo el primero), cuya mayor ganancia dramática se focaliza en la relación entre Daniel, el protagonista seropositivo y su acompañante, Horacio: este boxeador venido a menos tras su historia de doping (algo que visto por su cuenta tampoco “cuela”, al figurar en tanto retazo procurador de configuraciones nunca conseguidas).   

Pavel Giroud co-escribe y dirige en El acompañante el menos perdurable de sus tres largometrajes de ficción, muy lejos de la contundencia de su deliciosa La edad de la peseta (2007). A pesar de ello, la suya sigue siendo una voz distinguible dentro del concierto fílmico nacional y quien escribe lo continúa viendo como uno de los directores cubanos con mejor dominio de la narración cinematográfica. Todo radica para el director de Omertá (2008) en pensar con mayores ambiciones de cara al futuro. Él dispone de las herramientas; solo necesita el espacio más conveniente para utilizarlas, no precisamente el de películas del corto aliento de la comentada.

1 comentario:

  1. ¿De verdad le parece un tema ya abordado? Usted debe estar bromeando. Boleto al paraíso es una película que se ubica en otra época de Los Cocos. Nada de lo que sale en esta película lo he visto antes en el cine Cubano. Nunca fue visto un general de las FAR como el de aquí, nunca un deportista Cubano dopado, nunca se dijo que el SIDA vino de Africa y lo de "culpable" lo pone usted, porque en la película queda claro que ese muchacho magistralmente interpretado (y no adecuado como usted dice) jamás se arrepiente de lo que lo llevó a contagiarse, ni a su lucha en África. Su problema con la película es ideológico, pero no se atreve a entrar ahí y la toma con la parte artística que a la gran mayoría nos parece excelente y también poco vista en nuestro cine. Tal cual dice usted, Giroud es una voz distinguible en el cine Cubano y usted, por su poca objetividad es casi mudo. Usar términos como "estúpido" en una crítica es irrespetuoso, más aún cuando estamos ante una obra de tal magnitud, que la gente hace colas bajo el sol para verla. Sincérese y diga donde le duele, que ataca con tanta vehemencia un producto mas que digno.

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