Al
margen de las calidades específicas de los distintos filmes, el más reciente
cine cubano, en sentido general, ofrece cuanto le recabábamos a gritos años atrás:
diversidad temático-estilística, osadía, riesgo. Omega 3, Bailando con Margot, Crepúsculo, Caballos, La obra del siglo, Espejuelos oscuros, Leontina
o Santa y Andrés marcan puntos de
inflexión en una pantalla nacional que al fin, para alivio artístico, ya no
está por la labor de las pretéritas comedietas populistas.
No
obstante, pluralidad o distensión en los modos narrativos y las formas
escogidas tampoco implican irremisiblemente calidad -Leontina u Omega 3
intentan innovar en ambos caminos, sin embargo son pésimas-; ni algo tan
difícil de encontrar como la perdurabilidad.
El acompañante (Pavel Giroud,
2016), de estreno nacional ahora, no citada ex profeso en el primer párrafo
pese a sus premios internacionales, el “bombo” de la candidatura cubana para el
Oscar y su aceptación popular, de seguro no va a entrar en esta última parcela,
habida cuenta de su inserción total dentro de eso definido sagazmente por Noel
Bürch como el “modo de representación institucional” o dicho en palabras más
claras: la ortodoxia filo-mainstream de un relato carente de personalidad,
audacia y algo para decir que no haya sido dicho antes en materiales
audiovisuales, textos, o incluso por Gerardo Chijona en su también irregular Boleto al Paraíso (2010).
O
bueno, algo sí: la mirada al cuerpo de seguridad de Los Cocos, centro de
hospitalización de los enfermos con Sida en los ´80, adopta aquí la línea de
los filmes de campos de concentración. Los personajes de los militares al
frente son robots, autómatas despojados de humanidad. No queda claro,
tratándose del género en pantalla, que las caricaturas de Yailene Sierra (la
directora) y Jazz Vila (el médico) sean intencionales o no. No es de creer, si
bien tiende a colegirse, dada la manera tan estúpida con la cual han sido
concebidos en el guion. La proyección del filme hacia la institución castrense,
en orden total, es monocordemente acerba. El protagonista está enfermo “por
culpa” de una guerra en África, sus celadores del sanatorio son inhumanos
cancerberos, el alto jefe militar que es su padre queda retratado como un
miserable sin corazón en una de las escenas más grises del cine cubano
reciente.
Estamos,
tan solo, no más, frente a la tropical variante “buddy movie” de un clásico
melodrama empático, no tan rotundo como Conducta y superior a la mucho menor
Esteban; de buena caligrafía cinemática; correctas actuaciones (Armando Miguel
Gómez en línea ascendente desde Melaza
y Yotuel “Orisha” Romero: muy bien ambos, sobre todo el primero), cuya mayor
ganancia dramática se focaliza en la relación entre Daniel, el protagonista
seropositivo y su acompañante, Horacio: este boxeador venido a menos tras su
historia de doping (algo que visto por su cuenta tampoco “cuela”, al figurar en
tanto retazo procurador de configuraciones nunca conseguidas).
Pavel
Giroud co-escribe y dirige en El
acompañante el menos perdurable de sus tres largometrajes de ficción, muy
lejos de la contundencia de su deliciosa La
edad de la peseta (2007). A pesar de ello, la suya sigue siendo una voz
distinguible dentro del concierto fílmico nacional y quien escribe lo continúa
viendo como uno de los directores cubanos con mejor dominio de la narración
cinematográfica. Todo radica para el director de Omertá (2008) en pensar con mayores ambiciones de cara al futuro.
Él dispone de las herramientas; solo necesita el espacio más conveniente para
utilizarlas, no precisamente el de películas del corto aliento de la comentada.
¿De verdad le parece un tema ya abordado? Usted debe estar bromeando. Boleto al paraíso es una película que se ubica en otra época de Los Cocos. Nada de lo que sale en esta película lo he visto antes en el cine Cubano. Nunca fue visto un general de las FAR como el de aquí, nunca un deportista Cubano dopado, nunca se dijo que el SIDA vino de Africa y lo de "culpable" lo pone usted, porque en la película queda claro que ese muchacho magistralmente interpretado (y no adecuado como usted dice) jamás se arrepiente de lo que lo llevó a contagiarse, ni a su lucha en África. Su problema con la película es ideológico, pero no se atreve a entrar ahí y la toma con la parte artística que a la gran mayoría nos parece excelente y también poco vista en nuestro cine. Tal cual dice usted, Giroud es una voz distinguible en el cine Cubano y usted, por su poca objetividad es casi mudo. Usar términos como "estúpido" en una crítica es irrespetuoso, más aún cuando estamos ante una obra de tal magnitud, que la gente hace colas bajo el sol para verla. Sincérese y diga donde le duele, que ataca con tanta vehemencia un producto mas que digno.
ResponderEliminar