La
gran diferencia entre el cine americano y el europeo estriba en que en el
primero el torrente sanguíneo dramático lo constituye la energía física
dominante en los hechos narrados; y en el segundo, el elemento basal lo
representa la observación del individuo, la energía se traslada por canales
internos provenientes de sí, y el tempo, por consiguiente, tiende a ser más
parsimonioso, dilatado, exhaustivo, como
corresponde hacerlo a las escrutaciones caracterológicas, que eso son muchas de
las películas de este continente.