Los ojos constituyen la herramienta prima mediante la cual un intérprete del rango histriónico de Anthony Hopkins expresa en El padre (The Father, 2020) la enfermedad que ataca a su personaje. En la mirada vagabunda escogida por el actor para la ocasión ha de encontrarse y perderse cuanto queda de un ser humano dañado por el Alzheimer. En esa pupila a la deriva se esfuma, para sí mismo, la historia de un hombre que, por muchos momentos ya, no resulta capaz de reconocerse, a los suyos y al propio relato de su vida.