No solo al
andamiaje técnico y al monto de financiamiento requeridos por las producciones
audiovisuales de época ha de imputársele la escasa presencia de nuestra
historia dentro del apartado de ficción en el cine y la televisión cubanos: por
supuesto, desde el entendido de obras de trascendencia artística. También a la exigua
voluntad, los pocos deseos de hacer y la falta de entusiasmo de los creadores
(y los entes) hacia tales temáticas.
domingo, 22 de marzo de 2015
lunes, 16 de marzo de 2015
Keeping up with the Kardashians, el culmen de la telebasura
Preludiados
quizá no tanto por Orwell como por la historieta Custer (1986), con los reality
shows -en la televisión ya desde antes que en 1999 se emitiese el primer Gran Hermano oficial en Holanda-, este
medio de comunicación arribó a la etapa de entronización absoluta de lo trash o
basura como concepto definitorio. La humanidad y la sensibilidad del individuo,
preceptos básicos aparejados a las conquistas de los procesos revolucionarios
post-1789, quedaron apisonados a partir de su puesta en funcionamiento, a medro
del voyeurismo personal, el morbo, el odio social o los raseros totalmente
desvirtuados a la hora de medir los presuntos talentos de las personas.
miércoles, 11 de marzo de 2015
De Oshún y sus raíces
En Miel para
Oshún, a partir, solo a partir, de una de sus sempiternas obsesiones
temáticas: vectores convergentes sociedad-individuo; nación-persona; evolución
social-destino, en tanto parte de esta historia del niño obligado por su padre
a marchar hacia los Estados Unidos en los´60, que regresa hombre, 32 años
después en busca de su madre y un yo jamás conocido, Humberto Solás compone una
lírica pieza de febriles arrebatos de humanidad y espíritu, superior a las dos
películas cubanas que con anterioridad atendieran directa o
tangencialmente los rostros y consecuencias de la emigración: Lejanía,
Jesús Días, 1985, y Vidas paralelas,
Pastor Vega, 1992.
domingo, 1 de marzo de 2015
La pared de las palabras: la obra cumbre de Fernando Pérez
Ha sido tan sobreprotectora parte de la crítica cubana con el cine nacional, elevando a nichos u Olimpos que no le correspondían a películas simplemente correctas, que los pastores corren el riesgo de no hacerle caso al grito de lobo, cuando de verdad aparezca uno dispuesto a devorarte tu apatía ante la reiteración sin límites en el arte cinematográfico contemporáneo; y de paso plantar bien sus huellas al sentar cátedra en pantalla y narrar mediante una convicción apabullante que te recorte el resuello, enardezca tus sentidos críticos y plantee una opción estimulante al pensamiento como lo ha conseguido La pared de las palabras (Fernando Pérez, 2014).
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