Pese a
partir en sus relatos de premisas temáticas tan antiguas como la humanidad
sapiente, cierta parte del cine contemporáneo halla virtudes en procurar al
construirlos nuevas formas, peculiares timbres expresivos, bizarras
modulaciones narrativas y soluciones dramáticas sino del todo novedosas al
menos disruptivas o revestidas de determinada autarquía tendente a conferirle
un halo de “redención libertaria”.
Lógicas
resultan variaciones tales para enfrentar desde la actualidad temas eternos
que, por supuesto, ya no pueden ser contados como en los tiempos de Griffith,
Pudovkin o McKendrick y cuyo éxito -oscilante- va en buena medida asociado a su
capacidad propositiva, calibre artístico y adecuación contextual de las
historias a ambientes o escenarios de fuerte magnetismo