martes, 9 de enero de 2018

Gaga: Five Foot Two




Stefani Joanne Angelina Germanotta (Lady Gaga para quienes no formen parte de su familia, o sea el resto del mundo) es la promotora y elemento humano esencial, casi único en términos de preponderancia fílmica, de Gaga: Five Foot Two, documental de Nextflix de 2017 bajo la dirección de Chris Moukarbel estrenado en el pasado Festival de Toronto y ahora disponible en la red.

A través del referido título, la diva del pop hace fila en ese rosario de materiales autopromocionales de “te muestro mi vida para que veas que además de cool, soy una persona normal, hago ingestiones, lloro, sufro”.

Más que cumplir el objetivo de mostrar al auténtico ser humano (con ese jamás contactaremos), en realidad tales piezas cumplen la misión común de procurar niveles mayores de empatía con el receptor -empatía presupone venerar y acoger el producto Gaga- desde el entendido del presunto “compartir” intimidades” con este y “abrirse en canal”, algo también en consonancia con la era de “revelación total” de las redes sociales.

Gaga insiste machaconamente aquí en recontrademostrarnos que es una persona como otra cualquiera, que puede conversar con cualquier hijo de vecino en la esquina, deprimirse, llorar, enfermarse, reír, hacer popó, tener problemas con los novios… y otras cositas colaterales como que Madonna no es tan buen ser humano como ella, pero así y todo nuestra Lady está dispuesta a hacer las paces. Por cierto, la material girl filmó en los ´90 su propio documental de este tipo: Madonna, Truth or Dare.

En Gaga: Five Foot Two, la cámara sigue su cotidiana rutina, o la rutina preparada para la cámara, todo con mucho desenfado, sin afeites, “normal”. Tanto que en algún momento, mientras conversa con sus amigos, se quita el sostén y deja ver al planeta, así al natural y cómo quien no quiere la cosa, sus senos. Quienes apreciaron su trasero en American Horror Story: Hotel, ya van teniendo una mejor idea del contorno total de la neoyorkina.

Aprovecha para remarcar su preeminencia en el intermedio de la “grandiosa” Superbowl y reivindica (más tiempo de la cuenta, dado el metraje) su fonograma de 2016 Joanne, despedazado por The New York Times, by the way;  amén de las razones filiales del tema homónimo que lo titula: su tía fallecida a los 19 años de edad.

En la clase -perdón, en el documental- aprendemos asimismo que la Gaga tiene un padrazo parecido al de Hannah Montana, que la pobrecita sufre fuertes dolores físicos, que el trabajo/disciplina profesional resulta lo primero en su cartabón de prioridades y -por tanto- los hombres van después, junto a otros detalles de semejante guisa, varios de los cuales a muchos como el firmante nos daría igual o no los revelase.

El propio firmante (quien no obstante lo anterior dicho, gusta de ella como intérprete y como mujer; además de tener otra opinión diferente a NYT de su disco Joanne) termina el visionado del documental asido a dos verdades para sí irrefutables: las tetas de Gaga son iguales a las del resto de las mujeres y los shorcitos que se ha puesto en sus últimos video clips le quedan mucho mejor que lo que se encasqueta para andar por casa.

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