A
través del referido título, la diva del pop hace fila en ese rosario de
materiales autopromocionales de “te muestro mi vida para que veas que además de
cool, soy una persona normal, hago ingestiones, lloro, sufro”.
Más que
cumplir el objetivo de mostrar al auténtico ser humano (con ese jamás
contactaremos), en realidad tales piezas cumplen la misión común de procurar
niveles mayores de empatía con el receptor -empatía presupone venerar y acoger
el producto Gaga- desde el entendido del presunto “compartir” intimidades” con
este y “abrirse en canal”, algo también en consonancia con la era de
“revelación total” de las redes sociales.
Gaga
insiste machaconamente aquí en recontrademostrarnos que es una persona como
otra cualquiera, que puede conversar con cualquier hijo de vecino en la
esquina, deprimirse, llorar, enfermarse, reír, hacer popó, tener problemas con
los novios… y otras cositas colaterales como que Madonna no es tan buen ser
humano como ella, pero así y todo nuestra Lady está dispuesta a hacer las paces.
Por cierto, la material girl filmó en
los ´90 su propio documental de este tipo: Madonna,
Truth or Dare.
En Gaga: Five Foot Two, la cámara sigue su
cotidiana rutina, o la rutina preparada para la cámara, todo con mucho
desenfado, sin afeites, “normal”. Tanto que en algún momento, mientras conversa
con sus amigos, se quita el sostén y deja ver al planeta, así al natural y cómo
quien no quiere la cosa, sus senos. Quienes apreciaron su trasero en American Horror Story: Hotel, ya van
teniendo una mejor idea del contorno total de la neoyorkina.
Aprovecha
para remarcar su preeminencia en el intermedio de la “grandiosa” Superbowl y reivindica
(más tiempo de la cuenta, dado el metraje) su fonograma de 2016 Joanne, despedazado por The New York
Times, by the way; amén de las razones filiales del tema homónimo
que lo titula: su tía fallecida a los 19 años de edad.
En la
clase -perdón, en el documental- aprendemos asimismo que la Gaga tiene un
padrazo parecido al de Hannah Montana, que la pobrecita sufre fuertes dolores
físicos, que el trabajo/disciplina profesional resulta lo primero en su
cartabón de prioridades y -por tanto- los hombres van después, junto a otros detalles
de semejante guisa, varios de los cuales a muchos como el firmante nos daría
igual o no los revelase.
El propio
firmante (quien no obstante lo anterior dicho, gusta de ella como intérprete y
como mujer; además de tener otra opinión diferente a NYT de su disco Joanne) termina el visionado del
documental asido a dos verdades para sí irrefutables: las tetas de Gaga son
iguales a las del resto de las mujeres y los shorcitos que se ha puesto en sus
últimos video clips le quedan mucho mejor que lo que se encasqueta para andar
por casa.
Mas de todo, me encanta que Lady Gaga irrita a los intolerantes.
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