Estrenada
en las salas cubanas, La batalla de los
sexos (Battle of the Sexes,
2017), aborda primeramente el contexto previo del acontecimiento y luego
encarrila el nervio central de su planteo hacia el celebérrimo duelo deportivo y supra-deportivo
establecido, durante la década de los setenta del pasado siglo en los Estados
Unidos, entre los tenistas Bobby Riggs y Billy Jean King.
Riggs
(asumido por Steve Carrel) y la King (incorporada por Enma Stone) constituían, según
el filme se encarga de acentuar a ultranza, los reversos de una moneda dentro
del juego/negocio del deporte blanco. Él, un ex campeón en retiro y de paso por
la cincuentena, era un tipo insufrible, pedante, autosuficiente, cegado por la
arrogancia y la soberbia machistas, quien vendió imbécilmente al match como la
constatación de la supremacía absoluta del género. Ella, la número uno del
ranking femenino en la especialidad, de 29 años, era pausada, modesta, sensible,
en cierto modo dubitativa antes sus propias fuerzas, lo cual hacía más grande
en tanto más humana.
Tales
perfiles caracterológicos, se inferirá, pueden dificultar, de entrada, un
trabajo fecundo en la composición de matices de esos dos personajes centrales
del filme y este representará el mayor escollo de los directores, el matrimonio
creativo y real de Jonathan Dayton y Varelie Faris, para cimentar tonalidades, para
rubricar los necesarios matices que compensarían a lo que está a punto de ser,
sobre todo en el caso de Riggs, una silueta de caricatura macabra o suerte de
Joker sarcástico que se pavonea por la escena. Sí, al parecer así era el
sujeto, o algo semejante; mas el cine, mucho más el actual, procura un
desplazamiento del enfoque binario clásico de lo negro y lo blanco.
En
tal sentido, los realizadores de la para algunos casi mítica pero a esta altura
en verdad intrascendente Pequeña Miss
Sunshine (2006) equilibran merced al personaje protagónico femenino -no
obstante un punto santificado para mi gusto-, que defiende esa actriz todo
contagio de emoción y buen hacer interpretativo que es Enma Stone.
Me
pregunto si tanto subrayado en la diferenciación entre ambos haya sido de
manera inconsciente o a resultas de una fuerza mayor que compeliese tamaña
proclividad del delineado, pues de lo sí que no deben albergarse dudas es que el
binomio Dayton/Faris injertó su película al tronco feraz de la Revolución #Me
Too y Time´s Up, dado que cuanto está ventilándose aquí es la oposición entre
el prototipo del recalcitrante machista a lo Weinstein, recidiva nefasta de la
imposición del patriarcado a través de los siglos, y la necesaria validación y
aceptación de la igualdad de los géneros.
Por
ende, aunque se promocione como tal, no es a la larga tanto una película
deportiva como una película de “planteamientos”. Tesis que, en virtud de su
obviedad, podrían parecer simplistas, a ojos de algunos. Al comentarista, como
creo ya que a muchos millones de hombres que pudieran tranquilamente prescindir
de cuanto comunica esta obra fílmica, le queda claro no solo dicha igualdad de
los géneros, sino además -al menos en mi caso- la razón demostrable de que el
sexo femenino nos lleva planeta de distancias a los hombres a la hora de llenar
el morral de supervivencia: sexto sentido, medida para apaciguar conflictos,
visión, tacto, sensibilidad y un largo etcétera. Pero la película, lo mismo que
tantas otras existentes y otras muchas por advenir en breve de su sesgo, sí resulta
necesaria todavía para otros muchos millones, quienes siguen minusvalorándolas,
abusándolas y dudando de sus extraordinarias potencialidades. Gente a la cual
precisa ponérselo claro en pantalla.
Eso
induce a apreciar la cinta, no tanto con condescendencia como sí con cierta
complicidad volitiva y similar proyección ética que los realizadores, en lo
tocante al punto de marras. Ahora bien, en otros aspectos, sí se registra aquí una
oportunidad perdida tanto para establecer procedentes vínculos entre el
filibusterismo mediático-autopromocional de Riggs y los sucedáneos de la era telerreal
de Trump, con el emperador en jefe a la cabeza (algo de cara a lo cual el filme
poseía mucha tela para cortar), como también para ribetear lógicos apuntes en
torno a la sordidez de un negocio multimillonario semejante al del tenis, algo tocado
muy de soslayo y sin deseo alguno de ofender a nadie, a diferencia de Will
Smith con el futbol rugby en su muy crítica Concussion (2015).
La batalla de los sexos es
una película bastante blanda en dicha cuerda, demasiado centrada en su tema
(salvo la historia de amor entre la King y otra mujer, algo no por cierto e
inteligentemente abordado en la narración, tampoco menos oportuno a este
momento histórico: y ya son demasiadas las coincidencias pragmáticas de
Dayton/Faris), sin ánimos de lastimar a nada ni nadie, que expone la lacra de
los supremacistas genéricos aunque no la pone en contexto ni en posición de
contraste con otros múltiples espacios verificables.
De
igual manera, tampoco para mientes en que las disparidades intersexuales, si
bien no a semejante nivel de 1973, prosiguen hoy día en el tenis a escala
deportiva y sobre todo en la parte mercantil de un negocio dominado de a pleno
por los hombres.
En
el plano técnico, rutilan en la puesta en pantalla un diseño de producción y
una fotografía determinantes en la consecución de esa textura visual remisiva
al cine, la televisión y la propaganda deportiva de los setentas.
Los
incondicionales del comediante Carrel tendrán sus momentos de guasa asegurado,
probablemente muchos, puesto que si bien el filme (a lo Yo, Tonya) no abandona nunca su -acaso antitético- tono de
humorada, le deja robar demasiado show a quien propone como el peor de los
antihéroes dentro de esta semi impugnación simpática, nunca salida de los
márgenes “denunciatorios” permisibles y del molde de vindicación cortés
femenina hollywoodense aprobado desde los tiempos de George Cukor.
(El texto fue publicado en
el portal de la UNEAC Nacional).
ResponderEliminarBattle of the Sexes : él hizo una apuesta, ella hizo historia
Posted in: CRITICAS on: diciembre 29 Edit
Algún día seremos libres de ser quienes somos y de amar a quien amamos
Algunas películas llegan en el momento justo para hacer la diferencia y transgredir por su veracidad
Jonathan Dayton y Valerie Faris (Ruby Sparks, Pequeña Miss Sunshine ) dirigen la comedia dramática Battle of the Sexes
Crónica de la rivalidad existente entre el ex-tenista profesional, de 55 años, Bobby Riggs, y su oponente de 29 años de edad, la carismática tenista Billie Jean King, quienes se enfrentaron en un partido legendario en 1973. Se quería entonces conocer si una tenista profesional femenina podía realmente vencer a un hombre (aunque fuera ex-profesional), un evento que atrajo a más de 50 millones de estadounidenses y que se publicitó como “La batalla de sexos”.
La cinta es importante por muchas razones, entre ellas porque se estrena justamente cuando Hollywood atraviesa un momento crítico respecto a denuncias de acoso, diferencias salariales entre los actores por su género y porque los artistas cada día piden que exista más igualdad en la industria.
Battle of the Sexes es un reflejo de por lo que se viene luchando desde hace años.
No considero que sea un filme del todo feminista, es un drama entretenido que con mucha agudeza se alza para denunciar.
Gustará a los amantes del tenis, tiene amor para los que les guste el romanticismo y momentos muy simpáticos.
Lo que ocurrió en el 1973 fue mucho más que un juego y el personaje de Billie Jean también tuvo que lidiar con el rechazo a su condición sexual por ser una figura pública, algo que en la actualidad continúa sucediendo.
La cinta está concentrada en sus dos personajes principales, Emma Stone y Steve Carell
Hace un año que Emma Stone ganaba el Oscar a mejor actriz , premio que consideré injusto , por lo que nunca imaginé que ahora diría que sus nominaciones al Globo, Satellite Awards y Critics Choice Awards son merecidas, este debería ser realmente su Oscar.
Su desempeño nada tiene que ver con el maniquí de La la land, está impresionante
Steve Carell no me sorprende porque es un actor de talla mayor, también nominado en los mismos apartados que Stone, el asume el rol humorístico, ambos tienen una química increíble, es maravilloso verlos juntos.
Battle of the Sexes es un material lúcido, comprometido, necesario y acertado