domingo, 19 de febrero de 2023

1899, de la tentación a la decepción

 

Nunca fui devoto de la sobrevalorada Dark (2017), primera serie alemana de Netflix, creada por el binomio creativo Baran bo Odar-Jantje Friese. No obstante, gracias sobre todo al efecto sorpresa y al desarrollo de personajes e ideas, en aquella ocasión dicha dupla pudo estirar el producto hasta la tercera temporada. Con 1899, su nuevo trabajo para el formato que estrena la televisión cubana, no pudieron rebasar ni siquiera la primera.

 

Era previsible el anuncio de Netflix de cancelarla. Ignoro los resultados comerciales, pues el sello de la N roja no suele hacerlos públicos, pero en lo artístico 1899 es una obra lamentablemente fallida que traiciona sus propios presupuestos, al convertir un relato fantástico de interesante premisa argumental en un sinsentido, lleno de cabos sueltos nunca atados, grandilocuencia vacua y un clima de suspenso amparado en golpes bajos, no en la fluencia de la historia o la lógica dramática.

 

La nueva serie germana del emporio audiovisual estadounidense transcurre a finales del siglo XIX, cuando en el año del título el trasatlántico Cerberos –en la parte superior lleno de rico y debajo de pobres, como el Titanic de James Cameron y el tren de la Snowpiercer de Bong Joon-ho–, rinde la travesía entre Europa y los Estados Unidos. A lo largo de los primeros episodios irrumpe la galería de personajes, ninguno con entidad o carnadura dramática, que interactúa de forma más o menos coherente dentro de la incoherencia, hasta determinado punto.

 

El primer ángulo de interés de la trama, acaso el único a destacar, queda establecido a partir del encuentro con la nave Prometeo, idéntica al Cerberos, con cuyo misterio 1899 logra sus fugaces momentos de atracción, lapso este ya agotado al promediar una trama que desaprovecha el imán del enigma de dicha embarcación para irse por las ramas de universos múltiples, multiversos e imaginería diabólica de un creador en las sombras del cual penden los hilos de este retablo humano donde nada opera en verdad acorde a cómo se ve o pretende ver. Tan abrumador -por plúmbeo, elusivo, caprichoso, incomprensible e irreal-, se torna el relato que a la altura de los episodios finales el espectador pudiera creer que aprecia un documental de física cuántica y no una serie de ficción.

 

Mescolanza sin tino de fantasmas temáticos abordados con mejor suerte en Dark junto a las expresiones menos afortunadas del universo de Christopher Nolan, con un poco también de la tan alabada como infumable Todo a la vez en todas partes y la copia al calco de ideas y soluciones de la serie Perdidos, el relato sobrenatural 1899 muy poco posee de personal y parece otro de los productos Netflix elaborados a partir de las sugerencias del algoritmo. Eso funciona de forma ocasional, si bien la mayoría de las veces no. Este material constituye ejemplo fehaciente de ello.