martes, 8 de agosto de 2017

El túnel: coctel de catastrofismo y crítica social de Kim Seong-hun



Al momento que escribo esta reseña, los fiscales de Corea del Sur piden doce años de cárcel para el vicepresidente de la corporación Samsung, por malversación, cohecho e implicación por soborno en el escándalo de corrupción que destituyó a la expresidenta Park Geun-hye.


La aceleración económico-industrial desenfrenada de uno de los felinos más aventajados de esos alguna vez llamados “tigres asiáticos” (como Chile en su momento en América Latina, recibió protección especial en todos los planos y sobre todo en el financiero por parte de los Estados Unidos) ha provocado disímiles casos parecidos que la pantalla nacional ha fustigado, de forma tangencial, sin nombrarlos, pero reiteradamente y a través de la exposición de cómo se expresa el resultado de esa iniquidad en la sociedad surcoreana.

A la manera del mexicano Jorge Michel Grau en la también rotunda 7:19 (2016), en su muy bien concebida y rica muestra genérica de la vertiente catastrofista de la pantalla asiática, El túnel (2017), el realizador Kim Seong-hun abre fuego a discreción contra esa panda de corruptos que desfalcaron los fondos y materiales para la construcción de numerosos túneles existentes en el país más meridional de la Península Coreana. Incluso consigna el número de estas obras ingenieras mal construidas y blancos del robo corporativo por parte de sus inversores y constructores.

Tras el colapso total de uno de estos túneles (de ficción), el protagonista del filme es atrapado en su auto en medio del derrumbe. Cuanto evoluciona desde el momento de la catástrofe hasta el día de su prolongadísima extracción de ese infierno bajo tierra es una historia de supervivencia y enclaustramiento - tema con el cual varios realizadores contemporáneos han estado muy vinculados-, jaezada con la referida crítica social, la ridiculización al papel de determinados medios en casos como estos y la generación de muy buenas atmósferas: tanto dentro del túnel hundido bajo el peso de una montaña, como fuera, en las acciones de salvamento.

Infaltable casi hoy día en una película coreana, Kim Seong-hun desdramatiza con gotitas de humor colocadas en goteros correctamente yuxtapuestos al decurso de un relato que, pese a sus dos horas largas, avanza con notable fluidez y sentido de la cadencia cinematográfica.

Mérito extra del realizador de Hard Day es no dejarsea llevar en El túnel por el estruendo del cine catastrofista yanki, por la aparatosidad marca de fábrica del género al otro lado del Pacífico; de tal que confiera mucho más peso en su filme el elemento humano que a la fanfarria espectacular digitalizada. 

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