El alcohol representa elemento dramático de recurrencia en el cine dirigido por Thomas Vinterberg. Está presente en los relatos aportados por el creador desde su opera prima, La celebración (1998), opus fundacional del Dogma 95, aquel movimiento fílmico que alguien calificara sin justicia como «el fruto de una noche de juerga de cuatro daneses borrachos» aunque de cierto reposara verdadero arte cobijado entre los edredones pioneros del referido autor, Lars von Trier, Kristian Levring y Soren Kragh Jacobsen. Seguiría presente mucho después en el drama Submarino (2010) u otros filmes y aflora como leitmotiv de Otra ronda.