jueves, 20 de noviembre de 2014

August Rush: película-caramelo de usar y tirar


Aunque nada tiene que ver su producción con el sello del castillo, En busca de un hogar (August Rush, 2007) responde al cuño marca de fábrica de las amelcochadas cintas familiares del estudio Disney.
Película-caramelo del tipo de las cual la compañía fundada por el viejo Walt continúa haciendo a beneficio de sus ingresos financieros y en desmedro del arte -al estilo de la insufrible Giselle, una historia encantada, vista en Cuba casi de manera simultánea-, esta En busca de un hogar, causa rechazo por efecto de empalagamiento.

August Rush es un niño expósito, como Oliver, el héroe clásico de Charles Dickens, pero soltado aquí a los elementos y la furia de una fantasía rosa donde todo el crudo naturalismo del novelista inglés se va a la bartola, por obra y gracia de la potenciación al máximo nivel de la sosería.
El chiquillo devino el fruto de una  -en pantalla elíptica- noche de amor entre una chica bien, la dotada violoncelista Lila Novacek (Keri Russell), y el rockero irlandés Louis Connelly (Jonathan Rhys-Meyers, el amante asesino de Match Point, el thriller psicológico de Woody Allen filmado en 2006).
Pero el padre de la muchacha no concibe un futuro materno para su talento musical; de tal que aprovecha la inconsciencia de Lila en el hospital al que la llevan accidentada y ya a punto de parir, para mandar de cabeza al recién nacido a un orfanato, al estilo Oliver Twist.
El guión de Nick Castle y James V. Hart sólo cuenta con par de notas de ambiente y color para describir el infierno que debieron suponerle los años de reclusión al infante. Él, al parecer, nada le importa, salvo su música, la que oye brotar hasta de las alcantarillas; y, lógico, ser recuperado por unos padres que sus aguzados sentidos le dicen vivos.
A los once años de haberlo gestado, Lilia se entera de la existencia del niño por boca del padre moribundo en plan de arrepentimiento. A los once, también atrapa a su retoño en un día de calle y extravío el “cazatalentos” musical Wizard (Robin Williams en otro de sus excéntricos roles, cual especie de Fagin dickensiano).
De la cochambrosa guarida del rufianesco promotor, la reencarnación de Mozart en cuerpo del pequeño logra esfumarse y con ello asistir a la prestigiosa academia Juilliard, cuya dirección le organiza un concierto en el parque central de Nueva York a los dos días de ingresar a la escuela.
August -en realidad nombre ficticio encasquetado por Wizard, quien tratará a toda costa de impedir que vaya al recital- intentará hallar al musical binomio paterno allí, en medio de esa multitud para la cual compuso su rapsodia interpretada por los filarmónicos neoyorkinos. ¿Los encontrará¿
Toda reseña, salvo que la película sea completamente infernal, deberá establecer un punto de equiparación que aluda también a los rasgos positivos del filme valorado. Hay bastante pocos en En busca de un hogar; pero sin duda el más sobresaliente de todos resulta la interpretación del actor Freddie Higmore en el rol de August.
Pese a sus quince años, ya Higmore cuenta con la experiencia adquirida en películas de cierto relieve como Charlie y la fábrica de chocolate, o Finding Neverland, para rotular una composición de interés aquí. El joven talento da vida al personaje central de este drama sentimental, mezcla de fairy-tale desnortado y telenovela de baja estofa, sin embargo, con la dosis de corrección y una pizca muy buen concentrada de ángel e inocencia que lo hacen querible a los ojos del espectador.
Eso, así como ver de qué forma tan ingeniosa la realizadora Kirsten Sheridan expresa en imágenes su exploración sensorial del personaje protagónico, para darse el gusto de germinar bellos momentos cinematográficos que trasuntan la unidad entre pensamiento e intuición musical de August, representan lo más llevadero de esta fantasía rosa que se permite demasiadas licencias argumentales. Lo del encuentro tripartito en Central Park, la principal: algo tan melosamente forzado quien escribe no lo había visto ni en el peor Hollywood hacía años.
La joven directora Kirsten Sheridan poco ejemplo toma de su padre -el inefable Jim de las antológicas Mi pie izquierdo y En el nombre del padre- a la hora de mantener un grado de comedimiento en el trazado de personajes y situaciones, que le impidan abocarse por derroteros dramáticos de franca sensiblería.
Su En busca de un hogar es mero material desechable de usar y tirar.

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