miércoles, 18 de mayo de 2016

Ocho apellidos catalanes, la fiesta de los estereotipos



Hay, al parecer, en cada país chistes asociados al comportamiento de las personas de las distintas regiones geográficas, los cuales, infundada su razón en la mayoría de los casos, en no escasas ocasiones vienen teñidos de posiciones discriminatorias, por no decir racistas o exclusivistas. Quizá porque siempre he pasado de eso, y me da igual que los seres humanos provengan de Pinar del Río o de Ciudad del Cabo, pues no hay verdad más grande en este mundo que todos somos iguales, repelo tanto producciones como Ocho apellidos catalanes (2015), cuya columna argumental se basa en la explotación hasta el infinito de tales estereotipos.

Puerilidad en la concreción de arquetipos convertidos en malas caricaturas y nulo sentido del riesgo son los dos peores defectos de Ocho apellidos catalanes.

Ante el avasallador porcentaje de entradas vendido en la Península con Ocho apellidos vascos (2014), la secuela de Emilio Martínez-Lázaro no hubo de esperar, prácticamente nada. De nuevo el duelo de localismos, la confrontación regional, el clisé bastardo de “eres así porque eres de allí” como suerte de rampa humorística de gags que solo tienen una base genésica y por ello naufragan en tropel; pero ahora peor porque todo se atraganta mucho más que en la original o en, digamos por ejemplo, Bienvenidos al Norte.

Hay par de elementos realmente hilarantes, sí, en la comedia de Martínez-Lázaro: el personaje de Doña Rosa María Sardá en su ensoñación de una República de Cataluña independiente y la mofa a los hipsters, descarnada pero juguetonamente fruiciosa. Lo demás es el calco al carbón de la probada fórmula comercial, trasladada hace poco a la televisión -por si no bastara-, mediante la serie cómica Buscando el norte, también reseñada en este blog.

Mucho más tirada al costado peor del ozorismo que al berlanguismo, Ocho apellidos catalanes responde, sea oportuno anotarlo, a un patrón de comedia populista cuyo único mérito es funcionar en taquilla, como respuesta de quince días a la avalancha de Hollywood.  

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