domingo, 14 de enero de 2018

A la liberación por el hippismo



Las relaciones paternofiliales, ítem dilecto de la creación audiovisual, dentro del cine norteamericano han observado en ese territorio temático de la familia pobre que viaja a la buena de Dios, los tiempos y la aventura, un cauce próvido para a la larga establecer ajustes de cuentas intergeneracionales de vástagos -afincados en el presente a los pendones del status quo y el stablishment - con progenitores “descarriados”, soñadores, utópicos en su pasado. Padres estos representantes, según la mirada de esos hijos subsumidos por el sistema que antagonizaban aquellos, de un orden de cosas y decálogos de valores, sino hueros o fútiles, cuando menos naives o hasta pueriles, desde el prisma de los descendientes. O sea, descalificación por condescendencia, pura lástima o “superación práctica”.


Así, en películas como la reciente El castillo de cristal (Destin Daniel Cretton, 2017), cuyo relato entronca con el modelo antes referido, la modulación ideológica tiende a registros de interpretación de los fenómenos narrados que abjuran de las “quimeras” de la contracultura, el hippismo, los aires de Woodstock y Mayo del ´68, a favor de  la normativa cultural y las pautas de percepción dominantes desde el corazón de centros de poder encargados, a través de su aparato de pensamiento, de empequeñecer o anular cuanto subyace aun de tales ardores.

E, inevitablemente, pese a algunas diferencias en los motivos que animan a los dos paterfamilias personajes centrales de cada título -y de divergencias tanto en la metodología e identificación de los miembros de los dos núcleos familiares con el estilo de vida asumido, como en las formas de traducir la realidad-, El castillo de cristal remite a Capitán Fantástico (Captain Fantastic, Matt Ross, 2016), en su acercamiento a esta familia nómada de padres e hijos menores que reniega de la vida “normal” en las ciudades.

La familia de Capitán Fantástico prescinde de todas las comodidades de la modernidad para optar por un modo de vida de contacto abierto con la naturaleza, consumo de los alimentos que de esta provienen directamente en su granja autosustentable en el bosque, entrenamiento físico permanente y adquisición de saberes por la vía originaria de los libros.


A la manera de Harrison Ford en La costa de los mosquitos (Peter Weir, 1986), Ben (Viggo Mortensen) se aparta de todo vestigio de sociedad. Él cría a sus seis hijos en la foresta, en medio de una prédica de pátina anticapitalista y rechazo del consumismo estadounidense, con preceptos dignos del Manual de supervivencia de Werner Herzog. Cero internet, pero sí conocimiento total de la Constitución de los Estados Unidos; sin rap pero con Bach. Sin electricidad, televisión, comida chatarra, celulares. No celebran la Navidad, mas sí ¡el cumpleaños de Noam Chomsky¡ A la manera de Nanook, el esquimal del documental de Robert Flaherty, cazan para su subsistencia, pero respetando el orden natural de los ecosistemas…

Si bien su conservadurismo es mucho menos expedito y la simpatía con la cual Matt Ross mira (en el guion también escrito por sí) a este singular grupo humano de los padres e hijos de Capitán Fantástico resulta más apreciable que la de Destin Daniel Cretton en El castillo de cristal, sin embargo a la postre la propuesta no será lo tan “revolucionaria” que parece, ni tan claro el proceso de identificación del gestor del relato con los personajes.

No caben dudas de que Ross incordia señales del patrón depredador de consumo de los Estados Unidos, de su fundamentalismo religioso y de la ignorancia que se está empoderando allí a escala dominante, aunque las alternativas propuestas en el relato tambalearán en el sentido de ser comprendidas como factibles o como contrapropuesta aplicable por parte del espectador de ese país, dadas ciertas herramientas dramáticas empleadas para graficarlas.

El ingreso de la madre en un hospital más su posterior suicidio compelen a Ben y su tropa a variar su rutina, al conectar con los mecanismos de un mundo exterior en donde los abuelos maternos de los chiquillos viven en acaudalada mansión. El encontronazo cosmogónico, más que choque cultural, entre el patriarca del bosque y el patriarca de la mansión, en primera instancia, simularía apostar a la idea de reforzar los valores del primero; no obstante, por decantación y confrontación, en verdad sean puestos en entredicho.


A esta altura del relato, el guion acomoda sus fichas, de manera que cuando el receptor ubica en perspectiva el concepto defendido en el bosque, aun sin ser impugnado de forma abierta en ningún momento, sufre una inoculación de ambigüedad que relativiza su nobleza prístina y sobre todo su argamasa sentimental.

En esta zona de focalización urbanita del filme, además, se potencia subliminalmente la idea de lo disruptivo y traumático que puede ser el credo radical de Ben, de cara a cualquier socialización/integración de sus retoños. Por ende, un anatema velado a cualquier amago posible de (auto) exclusión o salida del redil.

El entendido de familia encostrado al imaginario del espectador norteamericano por conducto de su audiovisual tampoco se ajusta con la tesis de padres que traten a sus hijos como adultos y no le destinen un solitario “te quiero” a lo largo de sus vidas; ni que un yerno desvíe a su esposa del contacto con el padre de ella, suegro suyo, a través del tiempo. Ni que un progenitor se finja infartado en el supermercado para distraer la atención y su prole pueda robar, o que ponga en peligro a uno de sus pequeños encomendándole riesgosa misión…, que es en la práctica cuanto hace, con independencia de sus motivos, Ben con su muchachos, más allá de todas las nociones éticas y conocimientos prácticos e intelectuales transmitidos a ellos; y con su compañera, más allá de la comunión espiritual y el amor existente entre ambos.

Ese foso sentimental tiende trampas en la validación por parte del narratario, sobre todo el interno norteamericano, del canon Ben y de cierta forma lo elide por aproximación y de paso lo machihembra desde el costado más emotivo a cosmovisiones pretéritas, ya “superadas” por “afuncionales” o “inoperantes”, para en el mejor de los casos atisbarlo tan solo cual la expresión tardía de un pintoresquismo social “progre” que muy escasa relación guarda con las tablas de la ley en vigor hoy en dicho país.

Lo más curioso y cruel es que esto se hace en un producto que, a primera lectura, hasta asemejaría una rara avis izquierdista, la fulgurante tesis “liberal” de un socialista programático en Hollywood. Mas, lo que en presunción iría camino de reivindicar al sentimiento maverick de ese antisistema natural nombrado Ben, se neutraliza entre sutiles pinceladas de enjuicie inducido o compasión disimulada. Y cuando la gran mirada del espectador se torna compasiva o indulgente desde un techo de racional lejanía se resienten ostensiblemente los pilares de la afirmación.

Como en El castillo de cristal, en Capitán Fantástico uno de los hijos será el menos dado a comprender, asumir y validar la causa del padre; no en balde con preeminencia dentro del relato sus puntos de vista y/o acciones que refuten la solidez moral de la figura paterna. En este caso, Rell, quien de algún modo atizará las dudas que hasta el mismo Ben esconde en cuanto a la posibilidad de triunfo de su proyecto o de su error, “su maravilloso error”.

De tal, en su búsqueda de contrapeso, Capitán Fantástico no llega a molestar siquiera ni a quienes teóricamente dirigiría sus presuntos dardos, los que acaso sonreirán, misericordiosos, ante la exigua anomalía apogramática que les echa en cara cuatro verdades por todos sabidas, pero no supone mínimo peligro de suplantación de esquemas o de seguimiento colectivo: porque los castillos de cristal o bien no llegan a erigirse nunca, como en el filme de Destin Daniel Cretton; o bien son rotos mediante las piedras de la realidad, dirán. Aun cuando corran el riesgo de equivocarse.


(Texto publicado originalmente en el portal de la UNEAC)

13 comentarios:

  1. Este comentario ha sido eliminado por el autor.

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  2. En la entrada “maverick” mi diccionario Oxford Study Genie Plus traduce diligente: inconformista (que no es lo mismo que inconforme: este apunta a un estado transitorio, en tanto el primero define una estacionaria actitud ante la vida). Otros diccionarios añaden: rebelde, disidente, no-ortodoxo, librepensador, individualista, lobo solitario, descarriado, oveja negra, res sin marcar… ¡Puff! Hay quien afirma que la palabreja proviene de un ranchero tejano de igual apellido que no acuñaba sus vacas. Finalmente, la Wikipedia en español remonta vuelo: “es un vocablo antiguo quería decir águila, libertad o la libertad del águila”. Comoquiera, todas las definiciones vienen al caso…

    Hace unos días vi el documental “Minimalism”. Pensé que se trataba de técnicas de orquestación o estilos de decoración pero de repente me vi montado en un carro viajando de ciudad en ciudad con un par de tipos que un buen día hallaron la libertad apartándose (¿se apartaron?) del consumismo. O dicho en buen cubano: viviendo “con la mínima”. Embarcado ya en la aventura y deseoso por desentrañar cómo explicaban (¿explicaban?) el descubrimiento del Mediterráneo, me dediqué a observar las reacciones del auditorio: muchas caritas de: “sí… pero no”.

    Ya están marcados. Y no precisamente con el apocalíptico “666”; acaso con el “$$$”. O mejor: con el “consume-consume-consume” que denuncia –entre otros tantos– Annie Leonard. Cualquier esfuerzo por descarriarse, salir del rebaño, es a la postre atrapado por una rapaz mucho más fuerte, que vuela mucho más alto. Al final, todos los fantásticos castillos se vienen abajo; se hacen añicos, como el cristal. ¿Seguro quieres intentarlo? –parece decir la película.

    Obviamente, negación dialéctica mediante, la solución no está en el regreso a las cavernas, el rechazo amish o la indiferencia gandhiana. Tampoco en los chupitos de LSD a la luz de las velas bajo una tienda de campaña; ni siquiera resuelve colmar de indignación parques y plazas porque el problema no es de superficie: está en la raíz misma del sistema.

    Excelente crítica, Julio.

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    1. Gracias, hermano. Excelente es en verdad tu observación. Ahora, por otro lado, estoy obligado a buscar y ver Minimalism.

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  3. Ustedes dan asco, como diría un iluminado y lo extrapolo: los intelectuales cubano suben al caballo por la izquierda y bajan por la derecha.

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  4. Y tú no te bajas de él, lo acaricias y le sacas lo que tú sabes.

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  5. Julio, responde tú, que este es tu blog. Y ya de paso, traduce. El problema es que no soy intelectual. Es decir, tengo intelecto pero no es actual. Si puedes, me explicas si ese comentario viene al caso y cómo encaja en el tema “A la liberación por el hipismo”. Ah, y mi caballo es mutante, raro com’ cojone: ¡no tiene parte derecha!

    PD: Te envié un mensaje en formato PDF a través del correo de María Hortensia, la jefa del Departamento de Atención al Lector de Granma. No tenía otra diana a dónde apuntar.

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    1. Ariel: Saludos para tí. Está bueno tu juego de palabras. Eres un fenómeno. Seguro María Hortensia me facilita el documento.

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  6. Jeje capte su atención...una frase barata y un elogio inmerecido. Pues claro, Ariel que no eres intelectual y tu amigo Molina, teniendo en cuenta el juicio de Gramsci, es pura intelectualidad y derroche de capacidad aunque no te toque el desclasamiento porque eres mierda de pueblo y no perteneces a la cuadrilla. Pues claro que nada que ver con el artículo…solo leí mierda seudoizquierdaanticonsumismo y me dio ganas de joder…Bueno ya basta de sarcasmo, voy en serio, Molina tú como muchos otros iluminados/autorizados si les alcanza la materia gris para ver lo jodía de la vida del cubano, no me respondas con un comentario cochino como el otro es más, no me respondas. Es que no se dan cuenta que TÚ como muchos otros dan lástima, dan vergüenza leer lo que escriben, exactamente en los comentarios que es donde se te ve la guaripola, que tú piensas? Que los cubanos somos carneros, que vienes tú a adoctrinarme de buen cine y también de buena ideología, Tú piensas que algún momento has engañado? Jajajaja. Claro metiendo rabia en el Granma y en el cinco sin posibilidad de rebate, ooohhhh me siento DIOS MOLINA y por eso tu turba de vilezas en los comentarios y artículos. Sabes, sin odio, no hay rencores, me gusta el diálogo y el entendimiento, pero no mires a los cubanos desde un estrado fiado, los cubanos te leen y a veces ellos no saben que odiar más si a los castricos o a los que les limpian con la lengua la cara. Mírate bien adentro, si no tenías manera de desarrollar esa dote de crítico de cine que no fuera como la que haces hoy, se te entiende o se te puede entender, pero que nunca te pase por la mente que te creemos porque en esencia ni tú lo haces, es como dije somos mierda de pueblo………
    PD: no sé qué esperan los comentaristas de este blog, nunca un personaje como los molina van a dejar salir aunque sea un peíto de su conciencia o de su doble moral (porque la tienes molina) aunque esté abriendo el retractilado de los paquetes que le mandan del exterior, consumismo jajaja……

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  7. Irreverente, ustedes nunca cambiarán el discurso. La misma basura, la misma ignorancia y el mismo odio de toda la vida. Viven del y en el odio, es algo que no podrás superar jamás. Y como no creen en nada, no pueden creer en quien sí cree en algo. Hasta en lo de rebatir te equivocas, o mientes, porque en el artículo Disneypoderosa, publicado en Granma impreso, no en este simple blog, sí se publicó tu comentario. Era una imbecilidad, como todo lo que hablas, pero sí se te publicó. Y aquí no le elimino ninguno a nadie. Mientras no me digas que soy un vendepatrias, me puedes decir hasta otomía. Besitos y cariños, porque a tí te gustan, se te nota en tus rabietas de colegiala impaga.

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  8. No acostumbro a responder comentarios ajenos en blogs ajenos porque lo único que tengo de troll es mi forma externa. Haré una excepción:

    Acabo de consultar el sitio web del DRAE. Para la entrada “consumismo” hay una sola acepción (copio y pego): Tendencia inmoderada a adquirir, gastar o consumir bienes, no siempre necesarios. De eso justamente trata el documental “Minimalism” que menciono arriba. Ya de paso: ninguno de los conductores del documental, autores del libro homónimo, escribe para Granma. Casi al final hablo de negación dialéctica. Se trata de una de las tres leyes de la dialéctica descubiertas por Hegel en el desarrollo de la naturaleza, la sociedad y el pensamiento (Hegel, idealista como el coñesumadre, conste). En palabras llanas, esta ley explica que cada estado toma lo positivo del precedente (es decir, lo supera, lo niega; pero no de plano sino se alza apoyado en lo que valga del estado anterior para continuar ascendiendo en la espiral). De ahí que me oponga a seguir una vida de amish o hippie. Negar, digamos, el uso de internet por el simple hecho de que tropiezas ahí con toneladas de estúpidos y estupideces es tan irracional como pretender derrumbar el Capitolio Nacional por haberse erigido con el beneplácito de Gerardo Machado. A fin de cuentas, Machado no tiró un hollejo en la albañilería ni en la decoración ni en el invaluable arte que contiene.

    Basado en la parrafada anterior, para nada considero que recibir el paquete sea un acto de consumismo. El Paquete es, sin dudas, una entrada underground de tonterías (consumismo incluido). Allá los tontos que se dejen tontear. Pero igualmente el Paquete es una excelente garrocha para saltarse el Bloqueo (en lo que atañe al acceso a la multimedia y la información en general), especialmente para los que no tienen acceso holgado a internet. En cuanto reciben el Paquete, los inteligentes separan trigo de paja, mies de cizaña, y toman lo positivo; cada cual, con las coordenadas ideológicas en que se mueva (verbigracia: en dependencia de su concepción del mundo, de su sistema de creencias, de lo que pretenda en la vida, de lo que tenga en su cabecita, en fin).

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  9. Guao Molina, desde el fondo de mi ser te digo que no te odio, odio lo que te rodea que te lleva ser lo que eres, lo que yo soy porque también a mí me jodió el estado actual de la Cuba de hoy. Mira, te voy a hablar con el corazón en la mano, me importa una mierda si no me crees pero lo voy a hacer. No trates a todos los CUBANOS con los mismos adjetivos, TODOS tenemos el derecho de decir, criticar y pensar nuestra Cuba, que no se puede hacer hoy en Cuba, eso tú lo sabes igual que todos los cubanos. No voy a ser grosero ni decir vilezas, solo estaba haciendo un ejercicio de seudodebate con el comentario anterior, no voy a caer en una galopada de comentarios roñosos que nos rebajan al barro. Al fin y al cabo, somos dos cubanos con dos maneras de ver nuestra patria, yo respeto en lo que crees y que no me des el mismo beneficio, bueno, no por eso caeré en bazofias descalificadoras. Respeto en lo que crees solamente porque es históricamente imposible aunque se quiera borrar 60 años de esto que llaman SOCIALISMO. En que creo, si porque creo en algo, es poder decidir tú, yo y todos los cubanos que Cuba tratar de hacer, mejor de la que hoy naufraga vergonzosamente. Solo te pregunto, ¿es imposible un diálogo sincero? Dejemos la roña, es verdad que quema el alma ver un periodista cubano plantear y amparar cosas insostenibles cuando en la cuadra de su casa la miseria le da en la cara, y también es de odio ver otros cubanos vendiendo su léxico al dólar y volcar tinas de mierda sobre la tierra que nacieron, pero como yo, el cubano tiene ansias de diálogo, de crítica, de hablar de frente. Sabía lo que ibas a comentar, lo había deducido de las lecturas de comentarios de otros artículos, y si, al menos dejas publicar todos los comentarios, lo del Granma y tu artículo, bueno, fue uno de varios que no vieron la luz. En fin, cuál será tú respuesta? Burla, Silencio, bajezas, réplica, nada? No importa, siempre creo en la tolerancia, y tolerare todo lo que venga y créame, sin ningún odio eso ya lo superé…….

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