sábado, 12 de diciembre de 2020

Tenet

 


Si bien la exploración de la diada tiempo-perspectiva, asumida mediante un sistema narrativo dirigido a reconfigurar el discurrir temporal clásico de los relatos fílmicos, constituye la marca de autor más notoria de un esteta del cine-palíndromo como Christopher Nolan desde Following (1998) y Memento (2000), cuanto, digamos por ejemplo, en Origen (2010) a su tiempo se podía ver como osadía, riesgo y originalidad, ya en Tenet (2020) ha de asumirse cual fagocitación, funambulismo y reciclaje, por más que la película impacte en sus formas y absorba sentidos.

 

Distante también del calado artístico de Interestelar (2014) -parábola sobre el destino de la humanidad y la voluntad y el sacrificio por amor en tanto palancas gravitatorias, únicos resortes posibles, camino a la salvación de la especie- donde el realizador británico proponía reflexionar mediante un argumento que a algunos pareció indescifrable pero no a quien escribe, en su nueva superproducción de 225 millones de dólares va directamente a epatar, deslumbrar, auto reconocerse (nos) en el orín de un territorio que comienza a marcar en demasía, con el riesgo que ello implica para creador y receptores.

 

Mucho más preocupado ahora que lo habitual por el continente que por el contenido, en esa hibridación de cine de espionaje y ciencia-ficción que es Tenet el aparatoso director tira del mago que siempre quiso ser para (intentar) encantar mediante un relato con substancia potencial para lograrlo (el nada nuevo pero aún rentable concepto de la inversión temporal, aquí desarrollado con formas expresivas desasosegantes), pero a la larga este queda semiparalizado por las propias lianas de un desequilibrio que en el Nolan de marras debe traducirse cual paroxismo de lo hiperbólicamente físico en desmedro del necesario componente textual.

 

Enrevesada a un grado rayano en lo abrumador, incluso en el caso de un cineasta que haya hecho de la subversión de las leyes de la lógica primer punto de su articulado, Tenet tiende a la escabullida de sus posibles ideas a loor del predominio de la impronta visual. La película, claro, por consiguiente y algo consustancial a Nolan, garantiza una puesta en pantalla soberbia y set-pieces comparables aunque no superiores a algunas antológicas de las Matrix, los Terminator y las Misión: Imposible. Ejercicios de composición cinematográfica para disfrutar que reconfirman las extraordinarias habilidades de su gestor pero los cuales, vistos como parte de un todo, no alcanzan para conferirle esa preeminencia requerida en pos de traspasar el umbral de la posteridad a filme semejante.

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