sábado, 1 de octubre de 2022

La sangre helada: pura BBC

 

Escrita y dirigida por un director cinematográfico de resultados como Andrew Haigh (Weekend, 45 años, Lean on Pete), la miniserie británica La sangre helada (The North Water, 2021), al aire en Cuba, constituye uno de los eventos telefictivos de mayor interés suscitados durante la parcela creativa más reciente de la cadena BBC. Emblema al cual responde mediante la exposición de sus indelebles marcas de agua: densidad narrativa, músculo expositivo, acabado diseño de producción, factura técnica impecable a escala general e interpretaciones de primera fila.

 

La experticia de la casa londinense en este tipo de producciones ambientadas en siglos pretéritos (consolidada a todas luces en la añeja como tan vasta adaptación de obras del reservorio novelístico-teatral del país) es elocuente aquí en el minucioso trabajo de configuración epocal, por supuesto; pero sobre todo en la definición y solución del conflicto dramático de una obra abocada a trazar sus formas elocutivas en derredor de la miseria moral de algunos seres humanos.

 

Centro de gravitación dramático de dicha premisa resulta el personaje de Henry Drax (brutal Colin Farrell en una de las composiciones para grabar de su carrera), curtido, hostil y siniestro marinero quien viaja a bordo del Volunteer, barco ballenero en camino del Ártico profundo, con camarotes poblados por ambivalente fauna humana donde cohabitan lo peor y lo menos dañado de la especie; tampoco tanto como algo demasiado parecido a ese inexistente “normal” tan difícil de encontrar en la buena teleficción y la buena literatura –la serie está, inspirada en la novela homónima de Ian McGuire.

 

Carroñero de almas, destructor de inocencias y asesino tan sórdido en lo físico como en lo moral, Henry Drax halla su némesis marinera en la conciencia/actos del doctor de la tripulación, Patrick Sumner (Jack O´Connell), primero en advertir las felonías del arponero. Entre ambos se libra esa eterna batalla entre dos de los costados éticos de la raza, expresivos de la binaria naturaleza humana; moldeada esta, claro, con modulaciones y matices, porque ya nada es, ni nunca lo fue, moralmente inmaculado. Y tampoco lo es el cirujano Sumner, quien carga con las culpas de un ayer sangriento gestado en las sanguinarias expediciones coloniales de Inglaterra en el Indostán. Pero en todo caso él, quizá, mató por obligación o algo entendido como deber; acción la cual, por el contrario, Drax realiza a placer.

 

Como fuere, cuanto queda claro es que la idea de la dualidad se deja prendida en La sangre helada desde su mismo pórtico por conducto de la cita del filósofo alemán Schopenhauer: “El mundo es el infierno, y los hombres son tanto las almas atormentadas como los demonios que las atormentan”. Igual sentido recorre la miniserie a lo largo de sus cinco episodios hasta en la forma de intencionar visualmente ese foco espacial ártico donde lo mismo puede hallarse la muerte humana o animal, la depredación insensata o el frío extremo, que la más abrumadora belleza natural de un escenario de ensoñación.

 

Emparentada en cierto modo con los universos geográficos o morales de series previas a la manera respectiva de The Terror o la excelente e interrumpida Taboo, otros trabajos del género en los cuales la vileza humana opera en tanto vector desencadenante del relato, La sangre helada deviene retrato de fondo torvo y poso oscuro sobre la condición humana. Revelada esta, a faz descubierta, lo mismo en una guerra imperial de conquista que en la barriga de un barco rumbo a la nada, durante largos meses en los cuales solo se convive con almas pugnantes o demasiado débiles, ratas, salitre, carencias y malos pensamientos... O sea, el reino deseado por cualquier monstruo.   

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