Ojalá
todos esos gobernantes y aspirantes españoles a serlo que ahora contienden, y
otros muchos, guardasen cuatro horillas para apreciar los ocho capítulos de la
imperdible serie de humor político Vota
Juan, la cual pone sobre el tapete, en clave de satírica vivisección, todo cuanto
le faltó pese a sus largas temporadas a la “seria” House of Cards, cuya velada admiración por tipos o tipas como Frank
y Claire Underwood contrarrestaban las potencialidades de impugnación del
relato.
Para
rematar la disección entomológica a la fauna política ibérica realizada por el
drama cinematográfico El reino (2018),
caería casi al alimón bien poco más tarde, este formidable documento
telefictivo -estrenado en enero del actual año- que hunde sin compasión el
escalpelo, fundamentalmente, en la increíble mediocridad de seres humanos cuya
orfandad moral e intelectual solo marcha en dirección proporcional con sus egos
y ambiciones arribistas.
Así,
sin preposición (Vota a Juan) y ni siquiera sin una suerte de peculiar vocativo
autodirigido (Vota, Juan), el señor Juan Carrasco pretende lanzar su campaña “Vota
Juan” en busca de fieles en pos de impulsar sus largas aspiraciones, sin
semáforos para su vanidad, a coronarse en la soñada Moncloa.
Su
eslogan es su mejor definición, en tanto retrata su signo incompleto, el huero
contenido de un sujeto cutre y medio facha con pintas ocasionales de progre,
según apunte la veleta del momento político. Lo asume Javier Cámara, uno de los
más completos actores españoles desde los tiempos de Hable con ella, en asunción antologable dentro de los más
sobresalientes registros cómicos del siglo allí. Su Juan Carrasco no tiene
desperdicio; ni en el papel ni en la carne del intérprete. Lo sopesa, levanta,
abraza, deglute y regurgita con devoción fruitiva. Cámara devora a Carrasco y
nos lo mete en la sala del hogar con credibilidad envidiable.
Escuchar
los dichos y apreciar los actos del demagogo que escala de la alcaldía de un
pueblito perdido de provincias (Logroño) al Ministerio de Agricultura y luego a
la vicepresidencia de su Partido supondría un atentado al civismo y la cordura,
si no conociéramos cómo cuecen el caldo en las poltronas políticas hoy día,
tanto en España como en Estados Unidos y América Latina. Parece juego pero no
lo es. Se han depreciado y despreciado tanto los blasones sobre los que en
teoría debería asentarse el ejercicio de la democracia, que ya buena parte del
electorado sabe que está inexorablemente en manos de bufones semejantes, sin
otro interés personal que beneficiarse a sí mismos y a su clase.
Series
como esta ayudan a comprender que mientras no exista un despertar/rechazo
progresivo de los pueblos a tales puestas en escena que de democráticas en
verdad no tienen nada, la portería seguirá siendo goleada por ineptos sin
vocación alguna de ayudar a sus naciones, como el personaje central (y otros
secundarios) representado en la obra.
Juan
Carrasco representa la conjunción hilarante de mendicidad cognoscitiva, mendacidad,
oportunismo, pillería, pragmatismo emocional, patetismo y enajenación que
define a gran parte de la clase política peninsular, y mundial, en la
actualidad. Ver los debates de los contendientes allí, repasar incluso sus
plataformas programáticas (las cuales, ya sabemos, devienen el borrador
perfumado de lo que casi nunca se llevará a la práctica) ayuda a entender cómo
figuras de la guisa de Juan Carrasco no pertenecen únicamente al mundo de la
ficción en el siglo XXI español, ese país donde el “socialista” Pedro Sánchez le
dio ocho días de ultimátum a Maduro y reconoció al triste peón imperialista de
Guaidó. ¿Qué podría esperarse entonces del Partido Popular y de VOX¿
Los
escritores Juan Cavestany -firmante de la también loable y en ciertas expresiones
parecida Vergüenza- y Diego San José han
bordado guiones donde el humor atraviesa cada tejido del componente reflexivo
de la serie. Su trabajo escritural y la puesta en pantalla se siguen con el mayor
interés, porque este auto de fe contra la demonios de la antipolítica (sin
antecedentes en la televisión española, a diferencia de la británica donde
creadores como el tan grande como irregular Armando Iannucci los hizo práctica
común desde hace buen tiempo y ahora continúa allende el Atlántico en HBO en la
gozosa Veep, con la cual esta
comparte bemoles pero en ningún momento copia, si bien el Victor pez-pega de
Juan es la más obvia traslación castiza del Gary de Selena Meyer) resulta sui
géneris tanto en su forma de manejar un registro tonal basculante entre el
chascarrillo y el sofá del siquiatra, como en su manera de hacer partícipe al
espectador de la vergüenza ajena, el bochorno ante cuánto vemos y el
sentimiento de incomodidad permanente que, pese a su falsía y capacidad de
mímesis, acompañan a mediocres impostados corte Juan Carrasco.
Excelente articulo sobre la fauna politica española. Y para ponerle el punto a lo dicho, El señor Pedro Sanchez, esta a unos pasos del poder. Pienso que con la gran division de esa sociedad, este periodo sera una mecha encendida.
ResponderEliminarOrlando, gracias por su lectura. Un placer.
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