La
visión de Milos Forman de la sociedad norteamericana nunca fue contemplativa,
pero tampoco realmente pugnante. Con Hair
(1979), el director de origen checo llevó a imágenes el desconsuelo juvenil de
la era Viet Nam y el movimiento hippie; si bien, de forma más o menos velada a
la larga propinaba un espaldarazo a la “libertad” de las drogas y a otros
fenómenos del espectro social de los Estados Unidos, su patria adoptiva.
Mediante
Larry Flynt, el nombre del escándalo
(The People vs. Larry Flynt, 1996),
de reciente exhibición en uno de los ciclos de la Cinemateca de Cuba, Forman
enjuicia el puritanismo mental y la intolerancia dentro de sectores de poder de
ese país y, hasta cierto punto, las estructuras de su sistema legal: actitud
cuando menos valiente en momentos en que el pensamiento político preponderante allí
a la sazón, como hoy día, estaba marcado por fortísimo conservadurismo.
Pero
tal enfoque crítico, para decirlo a través de un símil castizo, se parece a la
azotaina del padre al hijo travieso que, al final, sabemos, se tornará en
caricia engendrada por un cariño profundo. El fallecido Forman amó a
Norteamérica. “Lo mejor de Estados Unidos es que es una nación condenada a la
libertad”, constituye una frase suya propalada durante el estreno del filme,
que da bastante para pensar.
A
Larry Flynt, el editor de revistas pornográficas de su relato basado en hechos
verídicos, intentan defenestrarlo, hundirlo; incluso lo dejan inválido tras un
ataque armado perpetrado por sectores opuestos al porno, de esos que entorpecen
el paso a los premiados del sector en el tercer capítulo de la segunda
temporada de The Deuce, la serie de
HBO del gran David Simon sobre el origen del “cine adulto” en Nueva York.
Pero,
el emprendedor Flynt (y esto es cuanto único le importa contar a Milos aquí)
triunfará, porque él posee un escudo protector inigualable: la Primera Enmienda
de la Constitución, defensora a ultranza de la libertad de expresión, acápite
legal con el que el filme tiende lazos orgásmicos.
Flynt
es un pornógrafo, un drogadicto, un tipo que viola a su hija adolescente y en
su revista Hustler alaba todas las
expresiones del vicio, sin llegar a ser capaz de delimitar donde sus tentáculos
deben sofrenarse. Pero no, eso no importa, porque él es un “americano” que, mal
que bien, paga sus impuestos, y quiere “decir algo”. Y eso sí se ha de permitir
en la tierra donde, caso contrario, nadie le puede chistar a la Asociación
Nacional del Rifle, donde le niegan la estancia a niños de padres inmigrantes y
donde el emperador sube al estrado del Tribunal Supremo a un acusado de varios
asaltos sexuales.
Forman,
embelesado con la presunta grandeza de su objeto de estudio, se pregunta aquí:
¿Si la máxima instancia legal de los Estados Unidos no hubieran absuelto de
culpas a Flynt en aquella “histórica decisión”, adónde iría a parar el país una
vez coartado su derecho a difundir la pornografía o cualquier otra cosa¿ ¿Qué
sería de la nación más “libre” de la Tierra si hubiese emprendido un solo paso
para coartar sus márgenes de expresión¿
Estos
son los pueriles conceptos de libertad de una nación, según el canon del Forman
más acomodaticio de su extraordinaria carrera (título increíblemente premiado
con el Oso de Oro en el Festival de Berlín 1997). Y todas sus preguntas
resultan despejadas a través de los razonamientos de su pornodefensa fílmica:
“Estados Unidos es grande, porque si allí puede vivir y hacerse millonario un
tipo como Larry Flynt, hay cabida para todos y para todo”, pareciera decir.
A
esa conclusión Forman no arriba ni por asomo desde una perspectiva crítica y,
por el contrario, con la mirada comprensiva del huésped agradecido de vivir en
la tierra generosa que lo salvó del comunismo, le dio casa, comida y los catorce
Oscar de One Flew Over the Cuckoo´s Nest
y Amadeus.
Es
Larry Flynt, el nombre del escándalo
una película engañosa, la cual bajo sus visos de denuncia, de cierto emboza el
más furibundo beso en la mejilla a un sistema político, que en años viera este
comentarista. Tras su supuesta advertencia de la fragilidad de las libertades
democráticas, subyace una certidumbre tácita, que nos quieren vender, de lo
imbatible de una ideología, un modelo cultural y una forma de vida. Lástima que
Forman se politizara y redujera intelectualmente tanto aquí.
Por
tanto, no comprendí nunca su asombro por el recibimiento del filme en los
Estados Unidos. Se sorprendió que la polémica hubiese provenido de la izquierda
y no de la derecha. ¿Creería Forman que los ideólogos del régimen saldrían
molestos por unos pocos alabardazos, si a la larga la reivindicación de su
estrategia sería plena¿
Más
allá de la rebatible cuestión ideológica, la película tiene concentrados varios
de los elementos que permitieron proyectar la personalidad artística del
director europeo y algunas de sus características expresivas: la solidez del
guion y el cuerpo de diálogos, su preferencia por los antihéroes (Flynt y su
narcótica esposa Althea), la determinación del ritmo de la narración por la
recreación situacional y la indagación psicológica en los personajes enfocados,
presentes ya desde la etapa checoslovaca de Oveja negra y Los amores de
una rubita.
Algo
de lo mejor fraguado del largometraje estriba en el diseño del personaje de
Flynt y su compañera: el bojeo a su peculiar mundo y universo moral se hace en
submarino y no en barco, pues están ante nosotros detalles introspectivos
difíciles de captar por los más agudos guionista. La sordidez de sus vidas y lo
poco dulce y diáfano que pudo haber en ellas se evidencia con elevado realismo.
Ambos
personajes, asumidos por Woody Harrelson y Courtney Love, representan la base
en torno a la cual se recrea el ambiente sensorial que tan bien acopla la
anécdota. Absolutamente convincentes en cada momento, dúctiles y acordes con
los distintos estadios emocionales a transitar por Flynt y Althea están
Harrelson y la Love. Dicha rockera, acá en plan de actriz, opera cual auténtica
revelación e irradia sorprendente fuerza dramática, al punto que nunca llega
a desentonar junto al polifacético Woody.
(Texto publicado originalmente en el portal de la UNEAC).
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