Rosalba es una ama de casa italiana en
eventual plan de turista interior, que en un santiamén del azar pierde en Roma
el ómnibus que la conduciría de vuelta a Pescara. Tal situación introductoria
determinará el giro evolutivo absoluto del personaje y el camino dramático a
seguir por Pan y tulipanes (Pane e tulipani), de Silvio Soldini,
agasajada película que se metió en el bolso nueve premios David di Donatello
(el Oscar de casa). La mujer,
madre de dos hijos varones jóvenes que no parecen interesarse mucho por
su existencia, y esposa de un señor que valora
menos su mundo interior que el hecho de ver la camisa estrujada,
modificará su punto de vista de la vida en unas, en principio, “vacaciones” en
Venecia (pudiera haber sido cualquier ciudad porque ésta es la Venecia más desveneciada
de la geografía del cine; pues bien visto, es que nada importaba el escenario
como el lugar al que la mandara el guión), al lado de afables héroes cotidianos
-un camarero, ese curioso vendedor de flores y la masajista-, que nada o no
mucho harán, en palabras, para reconducir los pasos de la recién llegada. Ella
sola sopesará lo que tiene y le falta, aspira y quisiera, en pos de procurarle
sinceridad al alma y masa a las rendijas de agujereados sentimientos por la
inopia afectiva y emotiva de su rutina. Rosalba, cuarentona, presuntamente ya
de vueltas de cualquier cuento humano, se afianzará al terreno salvado de su
mente para reafirmarse en el sentido que aporta el reventón del capullo de la
esperanza.
viernes, 31 de octubre de 2014
jueves, 30 de octubre de 2014
Quijote crepuscular
Enésimo trasunto fílmico del opus cervantino, El caballero
Don Quijote (2002), no por haberse hecho cien años después de la primera
versión a la pantalla del clásico de las letras españolas e integrar una
dilatada historia de adaptaciones cinematográficas sobre la cual sobrevuelan
los reverenciables nombres de Meliés, Welles y Pabst, huele a rancio o sabe a
viejo. Manuel Gutiérrez Aragón, todo lo contrario, compone un filme vivo y
coleante, de visos contemporáneos, lleno de humor, enemigo de los estereotipos
y -no faltaba más tratándose del Quijote y tratándose de Gutiérrez Aragón-
simbióticamente alimentado de lo real y lo imaginario.
martes, 28 de octubre de 2014
Homenaje fílmico a un hito de la escena cubana
La historia del cine
acredita adaptaciones memorables del universo de las tablas; también fiascos
inenarrables. Filmar al teatro, causa común de varios realizadores o escuelas
fílmicas desde la protohistoria de la pantalla, pasó, sabemos, por aproximaciones
varias de una u otra suerte estética, a través de las épocas y diversidades de
corrientes y autores, hasta alcanzar una posmodernidad donde mientras un Gibson
hamletiano respetaba aun como niño a la profe, a santas alturas decontructivistas,
el espíritu trágico shakesperiano sin muchas floritorceduras de camino, en
cambio un Luhrman transfiguraba cuanto quería el igual shakesperiano Romeo y
Julieta, en aquella contaminada ordalía de pastiche y cruce típica de la era.
Ni una ni otra, aclaro, a complacencia de quien escribe. Provista de desigual suerte,
la filmografía nacional ha hecho lo suyo en tal campo, aunque no pocos de los
grandes clásicos cubanos de la escena permanecen inabordados en su trasunto al
celuloide (sin ir más lejos, los Estorino, Piñera, Brenes, Triana, Felipe y
Arrufat de la dorada época de los ´60 de forma casi íntegra), de manera que es
de agradecer al director Juan Carlos Cremata Malberti su decisión de poner al
alcance de todo tipo de públicos -sobre todo las generaciones más nuevas,
quizás conocedoras del relumbrón de oídas, no de vista- a esa extraordinaria pieza del mapa teatral
criollo titulada El premio flaco (Héctor Quintero, 1964; también padre en la
década de Contigo pan y cebolla, 1962).
domingo, 26 de octubre de 2014
Una estupenda "heroína americana"
Todo comenzó en
el podólogo. La productora Carla Santos Shamberg se enteró allí de la historia
real de Erin Brokovich, justo con ella, quien era entonces o lo sigue siendo
-¿a quien diablos le importa¿-, su compañera de cortarse los callos. La
historia de esta simple mujer de pueblo que vence en los tribunales a un
emporio corporativo cuya cantidad de millones no cabían en la casa de toda su
familia junta, le pareció potencialmente lucrativa a la señorita Santos. Después
de todo, si era buena espectadora de cine americano, sabía que el mismo relato,
con ligeras diferencias, casi siempre había engatusado a los locales, quienes
por su idiosincrasia, modo de ver el mundo y toda la porquería que le enlatan
en la cabeza desde que nacen aprecian en estos "solos contra el
mundo" a suertes de John Wayne callejeros que consiguen lo que quieren: no
ya a base de pistolas, sino mediante los cañones de la perseverancia y un
espíritu indoblegable. El bueno de Steven Soderbergh tomó el guión en sus manos
y compuso la que considero una de las menos malas películas de tema análogo que
se hayan hecho, aunque muy lejos de The
rainmaker, de Coppola; y sin el peso suficiente como para que los
demasiadas veces irracionales académicos cometieran la pifia siniestra de
nominar a su director por doblete, justo en el año de la excelente Traffic.
jueves, 23 de octubre de 2014
Revolutionary Road, de Sam Mendes: el techado de vidrio del american dream
Napoleón solía decir que la ropa sucia debe
lavarse en casa. Al británico Sam Mendes le importó un comino lo que dijo el
emperador y sacó a coger sol a la ropa interior de la familia de clase media,
en los espiritualmente desencantados Estados Unidos de fin de milenio, Belleza americana mediante (American Beauty, 1999). El picado, en cine, se utiliza por varios
fines. La mayoría de ellos relacionados con la idea de infundir sensaciones
conexas al aplastante peso de lo superior. Conrad L. Hall, magnífico director de
fotografía, comenzaba aquel filme con un picado aéreo. La cámara miraba desde
lo alto el barrio, la alameda y la casa de los Burnham: era una premonición de
lo que advendría. La película toda asemejaba a aquellas novelas de Víctor Hugo,
donde el gran escritor francés, abusando de una omnisciencia a veces lancinante,
establecía mediante su pluma verdaderas admoniciones.
El británico Mendes lo hizo merced a la lente
de L. Hall, y a un guión lujurioso en sus deseos, tanto como el personaje
central; certero en sus objetivos, escrito con una perfecta hermandad entre
diálogos y acompañamiento viso-fonográfico. La película deconstruía la fase de
aplastamiento interior de los seres-objetos de su historia: el personaje
central Lester Burnham (Kevin Spacey) era un camaleón, Auerbach hubiera podido
hablar de la mímesis con este ejemplo perfecto: el tipo no resultaba el normal
padre de familia, casado y con una bella esposa, que aparentaba. En verdad, tenía
constantes sueños húmedos con la amiga de su hija adolescente, se masturbaba
incesantemente y casi todo en él constituía el envés de lo que fingía. Su
esposa, Carolyn (Annette Bening), vendedora de inmuebles y apasionada del
cultivo de las rosas, le perdió el gusto a su esposo aunque algo le quedaba del
de la vida; eso lo demostraba cuando, desaforada, le pedía a Peter Gallagher
que le diera más duro en los cuernos más sabrosos que le puso a Lester en su
vida. Y la hija de ambos, Jane (Thora Birch), adolescente desanimada, reprimida
e incomprendida, plañía su ausencia de objetivos y encarrilamientos vitales en
medio de esa nada que increíblemente la soportaba.
A Jane no le interesaban mucho aquello de las
apariencias. En cambio, sus padres vivían de y por ellas. Zambuían su
incompletitud en el agua de su mediocridad, y dóciles a un esquema rebañístico
de pensamiento, hacían la vida de la etiqueta y malsufrían la añorada. Puro
plástico, por extensión, representaban el botón de muestra de un segmento
poblacional de magnitud en el mapa social estadounidense, donde a ser un looser (perdedor) se le teme más que al
cáncer, por lo cual siempre habrá que simular estar on the top en todos los órdenes, incluido el familiar.
martes, 21 de octubre de 2014
Secretos del corazón, de Montxo Armendáriz
Una de las películas españolas de mayor nobleza
y otros dones de espíritu de la década de los noventas es Secretos del corazón (1997). Su profunda inserción en el universo de las
indagaciones infantiles la emparentan con exponentes ineludibles de dicha
cinematografía como El sur, Cría cuervos, El espíritu de la colmena, Demonios
en el jardín o La madre muerta, pero dentro de esa más
o menos “mismisidad” temática existen en sí signos diferenciadores que la
transportan a un enfoque otro y la virginizan para procurar una entrega donde
huelgan referentes y sobresale, ante todo, la inefabilidad de lo auténtico.
lunes, 20 de octubre de 2014
Sarcarsmo de gran escena en filme de Stephen Frears
De olvidarnos de algún telefilme
o documental puntuales, es La señora
Henderson presenta (Mrs. Henderson presents, 2005), en la
cual volvió al género de la comedia -no explorado desde un lustro atrás, en
Alta fidelidad-, la primera obra de relieve del realizador británico Stephen
Frears luego de afincarse, diz que definitivamente, en Inglaterra después de Negocios entrañables (Dirty Pretty Things, 2003). Este
director supo consolidar una, vista en sentido general, fructífera carrera a
caballo entre Londres y Hollywood por conducto de comprometidas películas
independientes de modesto presupuesto filmadas en Europa (Café Irlandés, Mi
hermosa lavandería, Samy y Rosie van a la cama, Ábrete de orejas, La camioneta)
y grandes producciones estadounidenses (la insuperable Amistades peligrosas, el
noir Los timadores, y ese par de fiascos nombrados Mary Reilly y Héroes por
azar).
martes, 14 de octubre de 2014
La edad de la ignorancia: Arcand cierra bien tríptico sobre civilización occidental
La edad de la ignorancia (2006), representa el opus clausurador de una trilogía básica para el cine contemporáneo,
configurada por dicho título y La
decadencia del imperio americano (1986) y Las invasiones bárbaras (2003). Tríptico donde el sexagenario
director canadiense Denys Arcand refleja de forma pesimista -incluso a veces
lóbrega -, el desencanto por la irracionalidad, incomunicación, desamor,
vacuidad, reclusión, falta de libertades, burocracia, insulsez y síndrome de
callejón sin salida de las sociedades occidentales. El autor quebequense,
siempre ambientando sus relatos en el para sí irreemplazable microcosmos de la
ciudad francófona convertida en partícula representacional de un universo-civilización
en fase de colapso, puntea en su más reciente pieza los mustios contornos de
esta época oscura (el título en francés es La
edad de las tinieblas) cuyos entes con derecho a decisión y los
desorientados, beligerantes, descreídos y manipulados sujetos del retablo -nos
dice sin ambages- la dirigen sin remedio a otro medioevo.
lunes, 13 de octubre de 2014
Fenómenos en el edificio
Los tipos extraños,
perdedores, outsiders o freaks son los bichos raros predilectos
por Álex de la Iglesia,
desde que el cine le abrió espacio a este maldito gordo español en 1992 a través de Acción
mutante. De allá a acá han mediado muchas películas, casi todas osadísimas,
donde reina esta escoria parida menos por una combinación social de exclusión y
maltusianismo que por otra personal de desprecio e indiferencia ante el mundo
de tales seres. O sea, que no puede hablarse en ellos propiamente de rechazo
hacia sí, porque media el elemento de “no quiero integrarme a” que de su núcleo
parte. Son lo que son, a la larga, más a causa de su mala leche congénita que a
las razones de siempre cuando otros autores hablan de estos mismos tipos. Pero
a Álex no le va ni la sociología ni la psiquiatría, mucho menos los códigos de
lo políticamente correcto. Quizá sea lo que le tiente explorar el perfil
siniestro de la especie.
domingo, 12 de octubre de 2014
Expediente Anwar denuncia los métodos de secuestro y detención aplicados por EE.UU
Maher Arar fue un canadiense
secuestrado por la Agencia Central
de Inteligencia de los Estados Unidos hace seis años, a quien solo liberaron
cuando ya no les quedaba más remedio, un año después, sin haber conseguido
extraerle información fidedigna alguna que pudiera servir a la “batalla” de
Washington contra el terrorismo, habida cuenta la inocencia del hombre acusado
injustamente de pertenecer a Al Qaeda. Al salir del entuerto, ya nuevamente en Canadá,
el primer ministro le pidió perdón, lo indemnizaron con 10 mil dólares y asunto
resuelto. Es el modo de obrar entronizado.
viernes, 10 de octubre de 2014
Prométeme: un Kusturica a media máquina
Pese a sus no pocos
detractores, de esos quienes ladran a todo cuanto cabalga, el serbio Emir
Kusturica (Sarajevo, 1954) es un grande del cine contemporáneo; no solo en
razón de su León de Oro en Venecia ´81 (¿Te acuerdas de Dolly Bell?); las dos
Palmas de Oro agenciadas en Cannes ´84 y ´95 (Papá está en viaje de negocios y
Underground, respectivamente); u otros títulos de relevancia. Fundo la
aseveración, sobre todo, en que este señor, uno de los más grandes chivadores
con numen de la pantalla contemporánea -a lo von Trier, Kitano y una pandilla
no muy gruesa-, ha conseguido lo que pocos creadores fílmicos: configurar un
mundo propio, repleto de marcas autorales, sellado con el orín identitario de
ese su territorio mítico machihembrado de forma inexorable al grotesco, la
coña, lo bufo, el barroquismo, el libre arbitrio narrativo; a metafóricas
indagaciones étnico-culturales o la exposición del escarriado color de los
Balcanes, a singular -por poético o destemplado- lenguaje henchido al viento de
un realismo mágico a veces en fase de
destonalización a causa de las propias circunstancias redargutivas del relato,
bichos raros, gallinas, vacas, danzas, viejas tetonas…, instancias múltiples,
sin embargo, de una obra parabólica sobre pathos, arcos de vida y fe de los
pueblos de la ex Yugoslavia e incluso Europa toda.
jueves, 9 de octubre de 2014
El baño del Papa, formidable filme uruguayo
Cine desprovisto de una
historia con muchos capítulos en el contexto latinoamericano, el uruguayo solo ha
logrado agenciarse un público e inscribirse dentro del contexto festivalero
mundial durante los últimos tres lustros, merced a ciertas apreciables muestras
a la manera de Una forma de bailar, En la puta calle, 25 watts, Whisky, Matar a
todos, La cáscara, La perrera, Fan o esta El baño del Papa, la cual comentamos hoy.
miércoles, 8 de octubre de 2014
Voraz, de Antonia Bird: Canibalismo intramontano
Voraz (Ravenous) basa su trama en sucesos
verídicos acaecidos en Norteamérica corriendo el siglo anterior: hechos de
canibalismo forzado que tuvieron lugar en 1846, en medio de la expansión de
colonos hacia territorios del oeste, cuando una de estas caravanas quedó
atrapada en el salvaje invierno de la Sierra Nevada, y los sobrevivientes no tuvieron
más remedio que comerse a sus compañeros de viaje. Lo que no confirma la
historia es si los mataron para comérselos, o si se los comieron ya muertos por
enfermedad u otra razón.
La cinta blanca: Haneke escarba en las raíces del odio
La cinta blanca, película de
Michael Haneke merecedora del reconocimiento como Mejor Filme del Año en el
mundo por la FIPRESCI
durante 2009, amén de la Palma
de Oro en Cannes e innumerables otros lauros, es un filme que ameritaba su
comentario en La viña de los Lumiére. El austríaco de origen
germano Haneke (1942), taxidermista -a veces en extremo virulento por su carga
de pesimismo- de las putrefacciones humanas y sociales, maestro al examinar los
cauces y consecuencias de la violencia, director en fin siempre atendible del
cine contemporáneo (Funny Games, La pianista, El tiempo de los lobos, Caché…
todas sus películas revisten interés por una u otra razón) traza en el relato de
La cinta… preciso electrocardiograma del
corazón enfermo de la sociedad alemana prefacista corriente a inicios del siglo
XX. Refrenda lo anterior
mediante un abrasador estudio a pecho abierto sobre los gérmenes del odio y los
antecedentes del nazismo, el huevo de la serpiente diría Bergman, cuya base de
focalización es un pequeño poblado del Norte, y el epicentro humano varios de
sus moradores: de forma más específica el entorno hogareño de un pastor
luterano formador dentro de la más absolutista, recalcitrante y pétrea tabla de
valores a su progenie.
martes, 7 de octubre de 2014
El bosque, de Pablo Siciliano y Eugenio Lasserre: singular fantástico argentino según Borges
Mucho antes que Perrault lo
utilizara como telón de fondo de la historia que se convertiría en emblema de
la literatura de terror infantil, su archiconocida aunque tantas veces mal
leída polisémica Caperucita Roja, el
bosque figuró como elemento compositivo básico de los relatos fantásticos del
universo escrito; y luego, por inducción casi -como tanto de lo trasvasado a la
pantalla de la letra-, esa foresta centro del delirium tremens en que sumerge a
la mente la monstruosa soledad de la fronda pasó a los argumentos fílmicos y
éstos llevaron sus sombras chinescas de follajes oscuros a la categoría
indescriptiblemente mágica de la transfiguración cinemática. Los bosques más
totales, esplendorosos, siniestros de la genealogía dramática los trajo consigo
el cine, con perdón de la cobija de los ogros y elfos que en la literatura fueron.
lunes, 6 de octubre de 2014
Reglas de combate: xenofobia hollywoodense contra el mundo árabe
Reglas de combate (Rules
of Engagement), dirigida por William Friedkin en 1999, enfoca su trama en
la masacre popular causada frente a la embajada americana en Yemen por un
coronel del ejército estadounidense, que ordena a su comando disparar contra
decenas de manifestantes, entre los cuales había algunos que hacían fuego
contra la sede diplomática. Se desata un escándalo de magnitud internacional en
que Estados Unidos aparece en la picota. El Consejero Nacional de Seguridad
pide la cabeza del coronel, y esconde el vídeo que demuestra que entre la
muchedumbre habían francotiradores. El coronel, de una hoja de servicios
impecable (Samuel L. Jackson), busca a su amigo, un abogado militar (Tommy Lee
Jones), para que lo defienda en el difícil juicio. El hombre, alcohólico y
desanimado, no está al nivel de la tarea que le piden, pero complace al
compañero porque le salvó la vida en Viet-Nam .
sábado, 4 de octubre de 2014
Conducta, selección nacional a Oscar y Goya: una visión crítica
NOTA: Esta reseña fue publicada de forma textual aquí al momento del
estreno del filme, y la reproducimos a raíz de la selección del filme como
representante nacional para concursar en los premios Goya y Oscar:
Superior a Pablo e Y sin embargo, algo mejor que Viva Cuba y Habanastation, no mejor que La
edad de la peseta, e inferior a José
Martí el ojo del canario, nuestras anteriores experiencias fílmicas con
niños/adolescentes, Conducta (Ernesto
Daranas, 2013) es una construcción cinematográfica amalgamada sobre arcillas e
ítems muy caros al santo altar emotivo del espectador, hecho tendente a
comprender su amplísimo espectro de anuencias volitivas, más allá de su valía.
viernes, 3 de octubre de 2014
El infierno, de Luis Estrada: obra cardinal del cine mexicano
Hace muchos años ya no es el
México lindo y bonito de la canción. El narcotráfico, la corrupción total y el
irrespeto absoluto a la vida humana mutaron la faz de una nación que vive en
duelo permanente la muerte de sus hijos. La droga reclamada por el norte voraz
sumió en un desastre lisérgico de lapidación a infelices en busca de dinero
fácil, convertidos en sicarios de los carteles. La “narcoguerra” iniciada por
Felipe Calderón hacia 2006, más que aliviar la situación cuanto ha hecho es
provocar un saldo de 100 mil muertos. El país representa herida sangrante de
Latinoamérica, cuyo nuevo registro luctuoso seguimos cada mañana en La Jornada u otros medios
locales.
jueves, 2 de octubre de 2014
El día de la independencia: patrioterismo imperial a grado extremo
Una idea-columna vertebral
se yergue en la filmografía toda del alemán adoptado por Hollywood, Roland Emmerich:
el ataque a los Estados Unidos (país el cual opera para sí como representación
de civilización, paradigma de cultura, orden cívico sin tacha, encarnación de
acendrados valores morales, faro mundial de democracia…). Ya sean lagartos
gigantes como en Godzilla, fueren los
efectos del clima a la manera de El día
después de mañana, sea el caso de El
día de la independencia: una invasión alienígena a la santa tierra
americana. Con la superproducción Independence Day -quizá la más aparatosa
del mapa de los noventa en el planeta anglosajón-, Roland rubrica el más
escandaloso acto de imposición del mensaje del cine de ciencia ficción desde
los años ´50, cuando el género se subordinó de pleno a Hollywood en la campaña
de Washington versus Moscú durante esa época orgásmica de la Cortina de Humo.
miércoles, 1 de octubre de 2014
The Burning Plain: Arriaga cose sobre retales muy hilados
Los mexicanos Guillermo
Arriaga y Alejandro González Iñárritu conformaron uno de los binomios autorales
de mayores aportes al séptimo arte durante la posmodernidad cinematográfica, al
concebir tres extraordinarias películas -el primero en tanto guionista y el
segundo en calidad de director- de suma influencia dentro de las lógicas
narrativas de la ficción fílmica actual como fueron Amores perros, 21 gramos y Babel, las cuales parecieron canalizar
no pocos ecos del espíritu de esta época globalizada, transculturalizadora y
sujeta a claras disolvencias o reconversiones de paradigmas. Marcada a fuego su
morfología en la escritura de la época, a no olvidar la estética de la
fragmentación de aquellos alegóricos relatos cronológicamente desordenados y
tangenciales, blancos de encuentros/desencuentros y mudas espacio-temporales.
Pero en el corazón dramático de este en apariencias inédito estuche formal -si
bien a lo mero mero el par zambuía en su vitaminado pudín estructural desde
armas de Kurosawa hasta Altman y Winchester
73- había, sin excepción, una buena historia para contar, sustratos
argumentales rotundos por arriba de las formas.