sábado, 3 de diciembre de 2022

Severance: ¿Distopía? en la oficina

Con Separación (Severance, 2022), serie al aire por la televisión nacional, me ocurre algo semejante a lo experimentado con Nuevo orden, la película mexicana de Michel Franco de hace dos años. La distopía social planteada por el realizador latinoamericano en su filme, estudio sobre los efectos de los desequilibrios de poder y el empleo de este para fines macabros en sociedades sujetas a un hipercontrol militar e inmersas en el caos, más que del futuro me parecía hablar de la contemporaneidad de la región desde la época de las dictaduras entronizadas a la sombra de la Operación Cóndor. Ni la escena más violenta del largometraje lograba alcanzar el salvajismo practicado contra los seres humanos por gobiernos como el de Stroessner, Pinochet o Videla, con tantos miles de asesinados. 

La presumible distopía laboral planteada por Separación, a su vez, en verdad es apreciable desde hace tiempo, expresado ello por conducto de la toxicidad de dinámicas laborales del mundo occidental, donde la omnipotencia del ente empleador reduce a calidad de sujeto alienado, en estado de aislamiento, sumisión mental y anulación de su personalidad, por ende esclavizado, a la figura del trabajador. En un esquema laboral de países como los Estados Unidos, por añadidura, la instancia de intermediación del sindicato quedó reducida a esquirlas luego de años de paulatina desmembración de los derechos del asalariado. O sea, está solo, sin armas para defenderse y a merced del esquilme, atropello emocional o manipulación total del jefe. Tal como sucede en Separación.

 

Resulta cuando menos singular que la plataforma en streaming de un emporio del capitalismo norteamericano a la manera de Apple se descuelgue con esta suerte de rareza, que lo es vista dentro del conjunto de la teleficción anglosajona actual. La serie de Dan Erickson es valiosa por cuanto discursa, sí, y sobre ello no deseo detenerme, en tanto cada espectador arribará a sus juicios propios; pero sobre todo debido a las formas (y herramientas) cómo lo expone, en realidad su baza mayor.

 

La dichosa irreverencia, la sutil locura que permea a cada uno de los nueve episodios se cruza con interconexiones dialogísticas con el aura semántica, los enrarecimientos y constructos narrativo-formales de creadores como Spike Jonze (especialmente su ¿Quieres ser John Malkovich?), el Michel Gondry de Eterno resplandor de una mente sin recuerdos, el Roy Andersson de Sobre lo infinito o el David Lynch de Twin Peaks, para germinar a la postre una obra audiovisual a contracorriente, en la cual por más señas el relato se toma todo el tiempo querido para entregar sus encantos. Mas vale la pena aguardar.

 

Separación va de a poco erigiendo un universo reconocible e identificable, donde la predictibilidad nunca entra en escena, en tanto los episodios juegan con el disfraz o el camuflaje, se sustentan en el enigma y en el aliento de la sugerencia. Es más lo inferido que lo presentado. De plus, un fino, bizarro humor atraviesa los diálogos en la curiosa oficina de los trabajadores de la corporación Lumon Industries. A veces sin palabras siquiera, reparemos por ejemplo en los instrumentos faciales de la actriz Britt Lower en el papel de la oficinista Halley.

 

La interpretación de Lower, entre las más completas de la serie, es fascinante, como fascinante resulta el trabajo de interpretación general de un elenco que empasta, se complementa y contribuye sobremanera al tono perturbador y a la generación de la atmósfera de inquietud, desasosiego, de no saber y sinsentido permanente en la trama. Supone auténtica gozada ver las improbables confluencias románticas de Christopher Walken y John Turturro (cuando este último, el actor de Barton Fink, le dice al de La zona muerta que aún no está preparado para dar un paso más allá, esto es el beso y lo físico, en la relación, sin ser Separación una serie humorística logró que este reseñador respondiera a mandíbula abierta a su socarronería lúdica).

 

Otra presencia, siempre esplendente, como la de Patricia Arquette, ilumina el nuevo exponente de Apple TV+. La jefa de Lumon Industries es, junto a su asistente principal, el Ojo de Moloch encargado de escudriñar cada paso de sus peones, quizá cobayas, de esta nueva Metrópolis retrofuturista de entorno opresivo donde casi nada parece lo que es. Donde tampoco casi nadie parece lo que es, porque en realidad no lo es.

 

Visionen Separación, respeten sus tiempos, disfruten su curiosa carga cómica, admiren su cuadro actoral, subyúguense con su magnetismo, sopesen sus pertinentes subtextos y habrán tenido la oportunidad de disfrutar una de las mejores series estadounidenses de 2022.

viernes, 18 de noviembre de 2022

Black Bird: Sonsacar al diablo en su celda

 

Aunque sin la avalancha de estrenos de Netflix o el pedigrí de HBO, en poco menos de tres años la plataforma estadounidense de streaming Apple TV+ también se ha granjeado un nombre en la producción de series originales (Pachinko, Servant, Teherán, Defender a Jacob, Separación, La serpiente de Essex, Slow Horses, El show de la mañana, Las luminosas, Ted Lasso, See, Invasión…).

 

Dentro de esa irregular pero en sentido general apreciable galería de criaturas seriadas destaca una de estreno en la televisión cubana ahora: Confesiones de un asesino (Black Bird, 2022), comenzada a emitir aquí como Encerrado con el diablo y luego súbitamente cambiada de título. Con ambas denominaciones has sido conocida en castellano, pero estas modificaciones ya arriba del barco no se hacen, porque marean al televidente.

 

En fin, intente visualizar, pese a los cambios o las tantas de la noche cuando la exhiben, dicha miniserie de seis episodios. No se arrepentirá. Su guionista y showrunner es una firma en mayúsculas del género negro en los Estados Unidos como Dennis Lehane, el escritor detrás de películas inolvidables a la manera de Mystic River (Clint Eastwood, 2003); Gone, Baby, Gone (Ben Affleck, 2007) o La isla siniestra (Martin Scorsese, 2010). Y alguien también con experiencia televisiva desde los tiempos de The Wire (David Simon, 2002) o Boardwalk Empire (Terence Winter, 2010).

 

Lehane novela y convierte en serie fictiva el libro de no ficción  In With the Devil: A Fallen Hero, A Serial Killer and a Dangerous Bargain for Redemption, escrito por James Keene y en el cual el autor repasa su paso por la cárcel de máxima seguridad de Springfield, con el fin de sacar la información necesaria (la ubicación precisa del cuerpo de una de las víctimas) para encerrar definitivamente al asesino serial de niñas y adolescentes, Larry Hall. La compleja misión al servicio del FBI no fue gratis: el joven deportista de prontuario delincuencial, Keene, quedaría exonerado de su condena penal gracias a su servicio.

 

El gran mérito de Lehane consiste en reconvertir dicho material biográfico en un trabajo de ficción vigoroso, remarcado por la naturaleza de sus diálogos y la forma cómo fragua la interacción entre James (Tom Egerton) y Larry (Paul Walter Hauser). Hay astucia dramática en el modo mediante el cual construye y pone en marcha el proceso de acercamiento del primero para sonsacarle los datos impugnadores al singular asesino: un tipo de personalidad patológica quien por momentos no tiene ni siquiera certeza de haber cometido esos crímenes.

 

La configuración del personaje de Larry constituye lo más redondo del trabajo de escritura, porque es dibujado desde diversidad de ángulos, anverso y reverso, en los matices, en las gradaciones, en la línea psicológica de su realidad creada a partir de aseveración y refutación de su propia verdad: algo concebido magistralmente. Lehane extravasa la dimensión del original literario, hunde el dedo en su ambigüedad ínsita e inquiere en las condicionantes psicológicas que, desde la infancia, podrían haberle inducido a su presente criminal. Larry, en tanto personaje, incluso, representa en términos de guion pero también globales, la cualidad mayor de la serie.

 

A la par va la labor de interpretación de  Paul Walter Hauser. El actor de El caso de Richard Jewell (Clint Eastwood, 2019) ejecuta memorable composición, preocupada por la entidad de esos detalles que moldean a un buen personaje: sus susurros, engolamientos vocales, aflautado de la voz, mohines, enarques, miradas curiosas de niño descarriado que intenta descifrar a ese hombre quien se ha convertido en su único amigo de la prisión y suele ver como el hermano que está en casa… Todo, absolutamente todo -y ahí figura, junto a la gestualidad y la dicción, la forma de desplazarse-, es de veras encomiable en su rol, hecho tendente a acentuar por efecto de contraposición las carencias interpretativas del su partenaire. 

 

Demasiado plano, Tom Egerton (Rocketman, Kigsman) desentona en la interacción consigo, algo que resulta imperdonable y debió impedirse ya desde la selección de reparto o luego a través de la dirección actoral. Con otra estrategia interpretativa, u otro actor, pudiéramos haber presenciado uno de los duelos histriónicos más sobresalientes de la teleficción norteamericana reciente

miércoles, 9 de noviembre de 2022

1883: crecimiento, pasión y dolor en las Grandes Planicies

 

El próximo domingo 13 de noviembre la cadena estadounidense Paramount + estrenará el primer episodio de la quinta temporada de la serie Yellowstone, momento esperado por millones de personas en el planeta y especialmente por quien firma, devoto de la obra desde su estreno en 2018, en tanto constituye uno de los hitos de la teleficción anglosajona del siglo XXI, más allá de cierto tufo conservador impregnado a su relato.

sábado, 22 de octubre de 2022

Salvar al Rey, o la historia de un rufián

 

La historia de Juan Carlos Alfonso Víctor María de Borbón y Borbón-Dos Sicilias, o Juan Carlos I, siempre ha sido sucia. Desde su surgimiento en tanto figura política hasta hoy, cuando transcurre su desvergonzado ocaso dorado en Abu Dabi, después de desfalcar, birlar y burlarse de cuanto le viniese en gana en España.

 

Dicha historia comienza a enlodarse, sobre todo, a partir del año 1969, cuando el dictador Francisco Franco le comunica que sería su sucesor y le proclamaría -algo materializado a la larga sexenio adelante-, rey de España, violentando la línea de sucesión, pues el trono le correspondía al padre, Juan de Borbón y Battenberg, legítimo heredero del rey Alfonso XIII.

 

Entre el caudillo y su protegido, defensor a ultranza de la dictadura y a la vera del Generalísimo desde 1949, engañan al progenitor del segundo. Constituye el primer acto indigno de una historia repleta de indignidades (corrupción, chantajes, cobro de comisiones fraudulentas de consorcios petroleros árabes, empleo a conveniencia particular del erario público, exterminio animal en Europa y África, escándalos sexuales e infidelidades múltiples a la pareja real, la posible orden de asesinato a la actriz menor de edad y amante suya Sandra Mozarowsky, intervención en intentos de golpes de estado como el perpetrado a Hugo Chávez, apoyo a confrontaciones militares como la invasión yanqui a Irak y en la cual sumó a su país pese a la negativa de la mayoría de los españoles…), algunas de las cuales observa la miniserie documental de tres episodios Salvar al rey, producida en 2022 por la española Mediaset para la estadounidense HBO Max.

 

Ironías de la historia: Antena 3, propiedad de Mediaset, fue el canal de televisión que mediante manipulada encuesta nombró a Juan Carlos I como “el español más importante de la Historia”, por arriba de Cervantes. Quienes antes adulaban ahora censuran. También algunos de los declarantes en el documental (políticos y periodistas), en su día callaron o bendijeron, mientras ahora se rasgan las vestiduras.

 

Aunque definitivamente Salvar al rey todavía no es el material audiovisual que demanda el asunto, la figura del referido monarca queda del todo despojada aquí de la eterna aureola mítica tejida de forma descarada por la prensa española corporativa, a través de un trabajo de traza de documental testimonial corte clásico cuya fortaleza mayor radica en la diversidad y calidad de algunas de las fuentes consultadas -medio centenar de estas-, solo de las que hablan, sin cortapisas ni compromiso con el pasado, sobre el estercolero en que se convirtió el reinado de Juan Carlos I.

 

Si bien, de cierto, las revelaciones originales no son el fuerte de la miniserie, en tanto mucho de lo denunciado se recogió antes en diversos textos, es de destacar que nunca antes un trabajo de envergadura, distribuido por una cadena de tanto peso a nivel mundial como HBO, había hundido el escalpelo en la podredumbre moral de alguien quien se sirvió de la monarquía -institución caduca e infame que pese a todo sobrevive en varias naciones europeas y la cual Salvar al rey, a la larga, ojo, no cuestiona en su justa medida; solo a este monarca-, para darse una vida de hedonismo, lucro y adoración totémica de las masas, inducida desde los poderes políticos y mediáticos. Alguien con patentes de corso, sin obligación alguna de rendirle cuentas a nadie, por expresa orden constitucional.

 

Al abdicar, en 2014, tras 38 años de reinado, a favor de su hijo Felipe de Borbón y Grecia, el “Emérito” dejaría un país en plena crisis económica con una tasa de paro del 26%, récord europeo, y más de 6 millones de desempleados, un número sin precedentes de suicidios -nueve al día- desde el comienzo de la crisis económica en 2008, y más de tres millones de personas en condiciones de “pobreza severa”, es decir con menos de 307 euros al mes, o sea el 6,4% de la población, cual bien recuerda el catedrático francés Salim Lamrani en su artículo 50 verdades sobre el rey de España Juan Carlos I, publicado hace ocho años en el portal Opera Mundi.

 

El propio autor subraya en dicho texto que “a pesar de la transición democrática y del establecimiento de una monarquía parlamentaria, a pesar de los esfuerzos para ocultar sus lazos íntimos con Franco, el rey Juan Carlos I de Borbón y Borbón nunca logró librarse de su déficit de legitimidad debido a una mancha indeleble: fue instalado en el trono por el dictador Franco, apoyado por Hitler y Mussolini, que aplastó en sangre la República española que salió de las urnas el 16 de febrero de 1936”.

 

Por supuesto, Salvar al rey resulta solamente una aproximación, valiente pero incompleta, al lado oscuro -siempre silenciado por la prensa nacional hasta que no le quedó más remedio, o más bien le ordenaron, desvelarlo-, de este sujeto. De otros temas, a la manera de las relaciones de Juan Carlos con el Opus Dei y con la Orden de Malta, su implicación directa en el terrorismo de estado y un largo etcétera de atrocidades, para decirlos en palabras de su propio autor, Iñaki Errazkin, se encarga el libro Juan Carlos, un rey con antecedentes, como igual otros textos de obligada sugerencia de lectura.

domingo, 9 de octubre de 2022

Nuevo exponente de acción de los hermanos Russo

Hija menor de la saga de acción del siglo XXI, El agente invisible (The Gray Man, 2022), película más cara de la historia de Netflix hasta el momento, fue estrenada en Cuba recientemente.

 

El emporio audiovisual estadounidense, pese a los más de 200 millones de dólares invertidos en esta superproducción de acción y espionaje, tira demasiado del algoritmo probado y sobado de casa para armar una película que es la suma de muchas películas, el recetario consensuado de cómo debe operar este tipo de cine de acuerdo con lo esperado por el público o el dictum de la industria, que no es lo mismo pero es igual.

 

El largometraje sabe a fórmula y a artificio pirotécnico inflado de principio a fin, a excepción de dos set-pieces que propenden a redimirlo, algo. Sobre todo la segunda. La primera de estas tiene lugar en el avión donde el agente Sierra 6 (Ryan  Gosling) debe emprender una cruenta batalla por su vida en los cielos.

La segunda vale por la película toda y transcurre, a plena luz del día, en las calles de Praga. Los cuarenta millones invertidos en tales secuencias en la capital checa no resultan desmedidos, porque el carnaval cinemático expresado ahora da cuenta, o mejor corrobora,el extraordinario talento y la capacidad de los hermanos Joey Anthony Russo (viejos conocidos del universo Marvel, con varios títulos de primera línea comercial a su haber como Vengadores: Infinity War y Vengadores: Endgame) para construir sobre la pantalla movida con elegancia, causa y concierto.

 

A la planimetría del contenido de acción se aúna una vocación certera para maximizar ángulos y tomas en función de una visualidad y un ritmo paroxístico que lleva al largometraje a su punto máximo de ebullición. Estas escenas, pura testosterona, nervio y organicidad, brindan fuelle a un relato huero, tan invisible como el título, donde Ryan Gosling es una triste sombra de películas como Drive (Nicolas Winding Refn, 2011).

 

Billy Bob Thornton, cual invariablemente ocurre con este actor, ayuda mediante su incorporación del jefe del agente de la CIA Sierra 6. Y Ana de Armas, compañera de equipo del segundo, está centrada y contenida como pocas veces. Sin preocuparse por proyectar su voluptuosidad ni otros propósitos extras, la cubana hace lo que debe hacer y es, junto a Billy Bob Thornton, lo mejor de la función.

 

El volumen que sirve de base a esta imperialista película es la novela publicada en 2009 por Mark Greaney, conocido por fungir de colaborador de Tom Clancy en el más reciente período y por continuar escribiendo el personaje de Jack Ryan (nuestra tele, afecta a los agentes de la tenebrosa agencia norteamericana, tiene o tuvo en fecha reciente serie en cartelera al respecto) tras su fallecimiento hace nueve años.

 

No obstante el poco éxito obtenido por El agente invisible, Netflix pretende crear una franquicia con el personaje y las novelas de Greaney. Al menos en cantidad tienen para contar: Además de The Gray Man hay otros libros: On Target (2010); Ballistic (2011); Dead  Eye (2013); Back Blast (2016); Gunmetal Gray (2017); Agent in Place (2018); Mission Critical (2019); One Minute Out  (2020); Relentless (2021); Sierra Six (2022) y Burner, en 2023.

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