domingo, 20 de julio de 2014

Meñique y el necesario triunfo del Bien


Semanas atrás este comentarista publicaba una columna alrededor de la significación basal de que los proyectos audiovisuales cubanos acudiesen con mayor asiduidad y fortuna a ese inmarcesible venero de la historia y la creación artística que es nuestro país. Meñique (1864), en propiedad, es de la autoría del francés Edouard Laboulaye, mas quien lo dio a conocer a decenas de generaciones de compatriotas fue ese notable hijo de esta patria llamado José Martí. Y el relato aporta cuanto nos viene haciendo mucha -demasiada- falta a las actuales hornadas de criollos: virtudes; certezas; orgullo de ser lo que somos; fe en la entereza, la constancia y el saber como fuentes de triunfo, justo lo contrario de cuanto ha sucedido en algunos escenarios locales luego del tsunami involutivo del período especial, cuando escalaron el pícaro y el trepador de la peor laya sobre las enredaderas para ellos verdísimas de las circunstancias. Lo grave, con un grado de influencia social de veras nefasto.

domingo, 13 de julio de 2014

Boccaccerías habaneras: una gozada de Arturo Sotto


Antes de los invencibles escritores rusos, por años, entre mis predilecciones literarias figuraron Las mil y una noches; el Decamerón o el Apólogo de la Fantasía. Mientras, al paso de la infancia, leía los tres últimos (verdaderos relatos-ofrendas al arte de contar; historias-tributos al poder demiúrgico del narrador), veía cine a mares, con mucha preferencia, entonces, por las comedias italianas de los ´60, donde por primera vez nos llegaría la evocación visual de esa conformación biológica inigualable que es el cuerpo de una mujer, mediante aquellos torsos reales de la Cardinale, la Loren o la Schiaffino. De dicha cinematografía, más tarde, disfrutaríamos los acercamientos que al mundo bocacciano estamparan grandes maestros, a la manera de Pier Paolo Pasolini (El Decamerón, 1971) o, con precedencia, Vittorio de Sica, Federico Fellini, Mario Monicelli y Luchino Visconti (Boccaccio ´70, 1962), dentro del formato de los -a la sazón allí tan populares- filmes de “sketches” o cuentos.

Boccacerías habaneras: una gozada de Arturo Sotto


Antes de los invencibles escritores rusos, por años, entre mis predilecciones literarias figuraron Las mil y una noches; el Decamerón o el Apólogo de la Fantasía. Mientras, al paso de la infancia, leía los tres últimos (verdaderos relatos-ofrendas al arte de contar; historias-tributos al poder demiúrgico del narrador), veía cine a mares, con mucha preferencia, entonces, por las comedias italianas de los ´60, donde por primera vez nos llegaría la evocación visual de esa conformación biológica inigualable que es el cuerpo de una mujer, mediante aquellos torsos reales de la Cardinale, la Loren o la Schiaffino. De dicha cinematografía, más tarde, disfrutaríamos los acercamientos que al mundo bocacciano estamparan grandes maestros, alguno de estos en los -a la sazón allí tan populares- filmes de “sketches” o cuentos.

miércoles, 9 de julio de 2014

La maestra y el monstruo


No todos son, ni pueden serlo, Hawks, Kurosawa, Lang o Wajda, quienes llegaron a la madurez de sus carreras en excelente forma creativa. El realizador peruano de 63  años, Francisco Lombardi, atravesó en sus últimos tiempos un lamentable período de declive dentro de una filmografía personal orlada, sin embargo, de películas básicas del cine regional, etapa que ojalá sea momentánea y no definitiva, cual sucede con no pocos creadores resentidos en calidad a cierta altura de sus ejecutorias. La aseveración anterior viene confirmada por conducto de sus últimas propuestas fílmica, que pese a algunas buenas críticas recibidas y éxitos festivaleros, no convenció a este comentarista, al margen de sus confesas devociones lombardianas.

martes, 1 de julio de 2014

Comedia de un crepuscular Jiri Menzel


Stetsí constituye el vocablo checo para designar la felicidad. Se supone que el septuagenario realizador Jiri Menzel y su equipo hayan tenido mucho de aquel (lla), durante el rodaje de su comedia Yo serví al rey de Inglaterra (2006), por el desenfado abierto de un relato erigido en mancuerna sobre la espalda del humorismo tragicómico primitivo e irónico marca de fábrica del realizador bohemio desde su oscareado debut en Trenes rigurosamente vigilados (1966), y las extremidades del fundacional código corte golpe y porrazo Sennett´s copyright: a cuya factoría rinde homenaje mediante la hilaridad semipueril generada en disímiles situaciones concebidas desde una elocuente apertura -a un no menos testificador de intenciones- cierre en iris, o escenas filmadas  haciendo empleo de pleno protodiscurso genérico silente.
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