Rompenieves (Snowpiercer, 2013) se estrena hoy en Cuba, a través de la
televisión nacional. La película del realizador surcoreano Bong Joon-ho
transcurre en un futuro (2031), en el cual el planeta está congelado, como
consecuencia del calentamiento global. En este mañana distópico, un tren da la
vuelta al mundo entre la nieve, por los mismos raíles, los 365 días del año,
sin parar. En dicho engendro mecánico una clase poderosa minoritaria explota, feudalistamente,
a la inmensa mayoría pobre, la cual supervive en el furgón de cola.
Inspirado en la novela
gráfica Le Transperceneige (1983), de
Jean-Marc Rochette, Jacques Lob y Benjamin
Legrand, el extraordinario realizador asiático fraguó en Snowpiercer el filme
provisto de mayor plataforma política de izquierdas realizado en cualquier
cinematografía durante largo tiempo. Muy superior a Distrito 9 y, sobre todo, a
la mucho más elemental/comercial Elyseum, filmes del surafricano Neill Blomkamp, que son acaso los únicos con
algún rango de comparación en tal sentido.
Snowpiercer, además de modélico en su ritmo,
planimetría, articulación de largas secuencias de combate, soberbias atmósferas
y visualidad general, resulta paradigmático en el empleo de la ciencia ficción
(género muy rico en su polisemia y posibilidades de discurso) y la acción para
exponer la tesis de la lucha de clases; del combate a los yugos, dictados e
imperios posibles, mediante la unidad colectiva a favor de una causa común, en
tanto único mecanismo posible de supervivencia para la mayoría.
La gente del tren rompenieves que apreciamos en los
fotogramas de la cinta es ese 99 % que no pudo triunfar en las calles
norteamericanas contra el 1 % que controla el planeta; pero aquí la muchedumbre
va en plan de victoria. Bong Joon-ho, de tan explícito y claro, llega incluso
a subrayar en demasía un subtexto que extravasa tal herramienta para erigirse
en completa declaración de principios. Lo de
poner a Chris Evans (el Capitán América) al frente de esta rebelión popular contra
el poder es una irónica maldad de Bong. Rica coña.
En la incursión, con actores sajones y rodada en
inglés, del todoterreno director de la fantástica El huésped e imprescindibles
dramas de la pantalla surcoreana a la manera de Madre, destaca la presencia del
legendario John Hurt, junto a Tilda Swinton y Ed Harris. Apreciar el
desdoblamiento de la segunda es de veras refocilante.
Votada por los críticos coreanos como la mejor
película de 2013, Snowpiercer fue vista por unos 10 millones de nacionales,
solo superada por The Attorney (también de 2013) y El huésped (2006), del
propio realizador. Ha sido suceso de taquillas, igual, en Francia u otras
naciones. Su entrada al mercado norteamericano se perjudicó por la total
diferencia de criterios entre el todopoderoso distribuidor Harvey Weinstein y
Bong Jong-hoo. Por supuesto, resulta muy poco posible que un filme semejante -al
menos así; sin cortes ni vaselina-, logre colarse en la tierra de Superman. Si
un reciente artículo de Putin en The New York Times desquició a parte de la
nación, Snowpiercer podría, literalmente, volver locas a algunas mentes
pensantes allí.
Hola Julio. Mi nombre es Rafael González, y soy editor de la página web del periódico Trabajadores (www.trabajadores.cu). Soy un asiduo lector de su blog y quisiera proponerle convertir sus textos en una columna habitual en nuestro sitio. Por ahora no puedo hablarle de convertirlo en una colaboración pagada -aunque es algo que hablaré con la dirección del periódico- pero sí sería un espacio provechoso para aumentar la difusión de sus trabajos y de paso acercar a los lectores de nuestro diario a la crítica cinematográfica que tanta falta hacen en los medios. Si está interesado por favor contacte conmigo a través del correo rafauniversidad@gmail.com. Saludos desde La Habana. R
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