martes, 10 de junio de 2014

Dos tigres no hacen un oso, señor Annaud


Dos hermanos tiene el hálito legendario de las fábulas de Esopo, el candor de nobleza de reconocidas aventuras fílmicas de corte ecológico, la impronta de un majestuoso documental sobre la vida de los felinos sellado con materiales constructivos empero utilizados por los albañiles del cine de ficción. Se trata de una superproducción del francés Jean-Jacques Annaud centrada en el universo de los animales, ahora los tigres, en la cuerda de su inimitable El oso (1988), aunque muy lejos de la consistencia narrativa e incluso la estructura visual de aquella obra maestra de la pantalla europea.

Ni con mucho se acerca esta nueva incursión filmofaunística aparecida en 2004 a aquel filme precursor debido a tres razones: 1) Annaud se autoplagia, para mal; 2) añade en esta ocasión un agregado sentimentaloide disneyano que esquilma su obra; 3) pese a un comienzo visualmente soberbio el realizador se deja llevar por el montaje de corte de secuencia constante al uso, tan distante de la observación meticulosa del plano general fijo que le concedía la naturalidad al seguimiento de la vida de los osos en la cinta anterior, cuya principal baza era esa justamente.
Pese a ello, esta coproducción franco-británica rodada a un costo de 60 millones de euros y distribuida en cada rincón del planeta con rentables resultados económicos a la manera de un blockbuster hollywoodense, no resulta tampoco un producto fallido, y en tanto género de aventura pasa la prueba, sobre todo merced al encanto del trabajo con los tigres, como resultado de la labor sostenida por Annaud, su fotógrafo Jean-Marie Dreujou y su entrenador de bestias Thierry Le Portier (este hombre, anote el dato el cinéfilo estadístico, hizo lo mismo en Gladiador) en el manejo de las fieras y las cámaras de vídeo digitales en función de una trama enfocada en la separación en la infancia y reencuentro en la adultez de estos adorables Kumal y Sangha, los dos felinos de las selvas camboyanas protagonistas de nuestra historia.
Annaud se apoyó en los recursos digitales, de manera de poder agrupar en un plano semejante a animales, personas y paisajes, filmados sin embargo de forma separada. La técnica del motion-control le permitió reproducir siempre los mismos movimientos de cámara, zoom y diafragma. De modo que, cuando los tigres ejecutaban determinado movimiento acorde con lo que pretendía la trama, todo estaba ya memorizado. Viendo su cine más reciente, esto es Siete años en el Tíbet (1997) o Enemigo a las puertas (2000), se comprende como, no obstante, en el aspecto narrativo Annaud se desbarranca e hilvana junto a su habitual colaborador en la escritura, Alain Godard, una historia resultona, preñada de puerilidades y signada por una visión a estas alturas cuando menos casi idiota del colonialismo francés en Indochina, donde tienen lugar los hechos descritos por el filme, durante los años 20 del pasado siglo. El cine del director de Los conquistadores del fuego y En nombre de la Rosa ha ido en picada, absorbiendo tristemente mucho humo americano, y se nota que su realizador está pensando más en la distribución mundial de sus filmes que en el sentido de trascendencia que portaban los primeros. No se ignora que Dos hermanos es uno de esas cintas “bonitas”, de “lindos mensajes”, tomas ensoñadoras y close-ups felinos por los cuales la National Geographic pagaría millones, pero le falta relato, dotar de carne y vida a los tristes personajes humanos que la surcan. Le falta, sin duda, el hechizo y la pasión de El Oso.

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