martes, 3 de junio de 2014

Otra pintoresca italianada de Tornatore


Esta blog, alérgica al dato factual y más proclive a mirar las subyacencias o evidencias detrás y delante del fotograma, cree pertinente sin embargo consignar en esta ocasión algunos elementos de Baaría, el filme reseñado, teniendo en cuenta que no son comunes en una producción europea, salvo excepciones.

Baaría (2009) es una superproducción italiana, con un coste de 26 millones de euros financiados en parte casi íntegra por una compañía propiedad del mandatario Silvio Berlusconi, 200 técnicos, 215 actores, 34 mil extras y mil 431 músicos al  pie de las partituras compuestas por Ennio Morricone, cuyo guión -a cargo del realizador Giuseppe Tornatore-, rastrea siete décadas de historia nacional. Todo lo anterior resulta apreciable, para bien y para mal, en la solución iconográfica de la película, su grandilocuente puesta en escena, sus raptus sonoros ya algo fuera de moda a este escalón de la montaña fílmica y su extraordinaria labor de reconstrucción epocal que zambulle de pleno al espectador en el corazón de la Sicilia rural de décadas pretéritas.
Tornatore (Sicilia, 1956) continúa siendo -siempre lo fue desde la mismísima Cinema Paradiso (1988)-, un singular mañoso quien no solo sabe doblegar volitivamente al espectador, sino el cual es capaz incluso de provocarle un escalofrío emocional a los que por oficio sabemos ya por dónde van tono y líneas de su relato no más correr cinco minutos del pietaje.
El cuño Tornatore (costumbrismo, melodrama, folclor, pintoresquismo, nostalgia, infancia, realismo mágico, fábula, sátira y pinceladas líricas de la historia peninsular) fue devaluándose al paso de los años y parecía no poder exprimirse más luego de Malena (2000).
Pese a ello, todavía una cinta similar a Baaría -intento cuasiépico, sacrificado pero caricaturescamente simplificador e ingenuo en demasiados rasgos, de configurar un extenso fresco histórico a lo Bernardo Bertolucci, Sergio Leone, Dino Risi o Mario Tulio Giordana en Novecento, Erase una vez en América, Una vida difícil o La mejor juventud- puede funcionar: al menos en el sentido de conmover e interesar a un espectador propenso a seguir la historia familiar observada por el filme, desde la década del ´20 hasta los ´90. Al margen de esta asaz onírica Sicilia (foco espacial de la trama) donde Benito Mussolini asemeja un bobalicón objeto de mofa pública, la mafia es entidad esotérica sin peso y el Partido Comunista un eslabón suelto cuyos miembros piensan mucho en su curul parlamentario
Deformaciones históricas a un lado, el buenazo de Tornatore, con sabrosas ganas etno/entomológicas, echa mano a un poco de todo y nos hace recordar al naturalismo italiano en cada expresión de sus personajes. A los gritos de la Mangano y la Loren entre los arrozales amargos o las abiertas Roma/Nápoles. A la también saga familiar viscontiana Rocco y sus hermanos. Al realismo mágico de Milagro en Milán, del maestro De Sicca; a aquellos inefables conejos de la manga del universo Monicelli….
Su italianada de 150 minutos se deja querer, porque uno, en complicidad con el director de Están todos bien (1990), sabe cuánto de amor este hombre siente por el cine nacional, los homenajes tributados dentro de sus fotogramas y la pasión experimentada por su país y su natal Baaría: pueblo cercano a Palermo donde él nació.
Ha dicho el caro Giuseppe de Baaría: “No es una autobiografía, sino algo más íntimo y personal. Lo que elaboré en mi memoria son las experiencias con personajes que conocí: es un homenaje a mi pueblo. (…). Lo más autobiográfico está en la secuencia en la cual el protagonista lleva a su hijo de cinco años a ver una película por primera vez. Es la que me toca más profundamente porque cuenta cómo nació mi pasión por el cine.".
Tornatore será un gran truhán emocional, jugará con nuestras nostalgias y querencias, pero fuera yo mentiroso si escribiera que lo que siento hacia él es desdén o antipatía. A su misma edad fui con mi padre a la sala Luisa de Cienfuegos a ver el filme de corsarios y piratas Contra todas las banderas. Gracias al viejo, al Cine y a Giuseppe también.

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