miércoles, 19 de noviembre de 2014

Altman en tono menor


Robert Altman, el más viejo peso pesado de la iconoclastia fílmica estadounidense, continuaba activo, al morir en 2006, a los 81 años. Venía siendo un Rohmer o un De Oliveira americano este señor cuya línea de conducta dentro del séptimo arte jamás tuvo reproche alguno. Fiel a sí mismo, consecuente siempre para con sus principios, nunca sucumbió a la tentación del burdo cine comercial, pese a los notables altibajos de su filmografía. Altman tradicionalmente rodó lo que le dio la gana, aunque para ello tuviera que alternar su trabajo cinematográfico con publicidad (cuya ganancia en buen grado le concedió la independencia permitida para poder hablar gordo en predios de Hollywood), teleplays y otras faenas suprafílmicas.

Ganador de la Palma de Oro en Cannes ´70 por M.A.S.H, a través de esa década hizo varios filmes antigenéricos y adaptó al cine y la televisión algunas obras teatrales. Entre su  filmografía aparecieron títulos de irregular valía como Vincent y Theo, Short cuts, Nashville, Quintet, A wedding, Beyond Therapy, Thieves like us, McCabe and Mrs. Miller, Popeye, 3 women, Kansas City, The long good bye , Streamers y la por antonomasia altmaniana Vidas cruzadas, instauradora de un tipo de argumento de relatos cruzados de personajes fagocitado hasta el delirio por el cine a posteriori. Durante los noventas realizó par de obras significativas: la deliciosa The Player -una de las películas que más agradeció este cronista por aquellos años- y la muy subvalorada Pret-a.porter, una y otra ríspidas, agrias visiones del mundo de la industria cinematográfica y la moda, respectivamente.
¿Quién mató a Coockie¿ (Coockie´s fortune) no tiene absolutamente nada que ver con ese tipo de cine. Altman suelta la fusta aquí e, imbuido quizá de una crepuscular nostalgia a destiempo por la vida pueblerina que alguna vez rumió en varias regiones de Kansas, abroquela una tímida comedia semicostumbrista donde el sudor a barrio salpica cada metro de película.
Una vieja dama obsesionada por el recuerdo de su difunta pareja; un sirviente negro que comparte con ella su existencia; dos hermanas con su cabeza en puntos cardinales opuestos, una en extremo dominante, la otra sumisa y aletargada a lo mejor debido al trauma que supuso, por aquello de las convenciones, decir al nacer su hija, que ésta no salió de su vientre, sino del de la hermana; la independiente hija, muchacha de muy buenos sentimientos que vive en un remolque junto a la pescadería del pueblo; el joven policía enamorado de ella: estos constituyen los hilos humanos principales movidos por Altman para poner en movimiento su noble guiñol vecinal cuya principal moraleja es, en última instancia, el triunfo de esa bondad original todavía hallable a estas alturas en personas inmunes al mal porque las resguarda ese escudo protector que conforman, en bloque, la inocencia, la camaradería, la fe en el individuo, el espíritu solidario.  Esencias harto difíciles de encontrar a estas alturas en un referente espacial distinto al escogido por Altman.
La muchacha (Liv Tyler) confía ciegamente  en que el sirviente negro (Charles S. Dutton) no asesinó a la por ambos querida anciana Coockie (Patricia Neall), pese a que el embrollo formado por su madre-tía (Glenn Close) lo pone en evidencia. Tampoco lo creen asesino los mismos policías y, en el fondo, ni siquiera ese investigador con cara de Eddie Murphy serio. De tanto querer Altman reivindicar la fraternidad, se le va la mano y pone al gigantesco negro S. Dutton de primo de ese ángel de apellido Tyler, pero incluso hasta ese toque descompasado se aprecia con agrado.Tanto como ver a Julianne Moore en un rol a contracorriente que por cada mohín, nos hace pensar en la cara y, sobre todo, en  la inefable boca de Stan Laurel; o apreciar a S. Dutton caminando como un rinoceronte cansado en busca de su "pavo" en el bar de los negros. En fin, una película límpida, sencilla y franca, como sus personajes. No fue una obra maestra de Altman, pero sí un divertido ejercicio de estilo, de piloto automático en espera, antes de que tomar el timón -y el látigo- nuevamente.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Related Posts Plugin for WordPress, Blogger...