viernes, 6 de febrero de 2015

Hatsune Miku, el holograma que enamoró al planeta


Quizá los androides soñasen con ovejas mecánicas, pero ni a Philip K. Dick se le hubiese ocurrido plantearse en sus historias de ciencia-ficción cuanto está sucediendo en el mundo real. Puede llegar un momento, sino ha llegado ya, cuando los autores del género vean sobrepasados léxicos e imaginación por los descubrimientos y avances técnicos aplicados en la vida cotidiana. En territorio digital, verbigracia, media -visto al día de hoy- otro big bang desde el instante en que los maestros fecundaran los mejores exponentes de la sci-fi contemporánea.
Si nos parecía increíble el prototipo vocal que le acomodara Spike Jonze al personaje de Joaquin Phoenix en Her, por intermedio de la voz más sensual del universo prestada por Scarlett Johansson, ¿qué podremos pensar entonces de Hatsune Miku? No obstante, la verdad sea dicha, ya William Gibson preconizaba su surgimiento en Idoru (1996), donde hablaba de una estrella pop virtual adorada por millones de fanáticos.
Aunque en realidad no exista, “ella” es una cantante pop japonesa que ve arrodillado al planeta ante los miles de terrabytes encargados de alimentarle el timbre vocal, sus motonetas azul turquesas, prominente busto, grandes ojos, naricita respingona muy animé y esos aires colegiales suyos corte menos kawaii que pinku-geisha o porno rosa explícitos en la efímera saya y las larguísimas botas. Pero la Miku no tiene carne y huesos; se trata simplemente de una creación digital, un androide vocal dueño de su correspondiente avatar, surgido en sus inicios merced a la creación de un software confeccionado para originar música mediante voces sintetizadas y luego transubstanciado en la imagen comercial de la adolescente típica recreada por el manga ad usum.
En la actualidad, se trata de un holograma unido al correspondiente programa de voz artificial. “Mide” 1, 58 y “pesa” 93 libras. Desde el “nacimiento” bajo el signo de Virgo el 31 de Agosto de 2007  tuvo, y siempre va a tener, 16 años.
Pese a su presencia incorpórea, la ahora estrella pop virtual saltó hace rato el trampolín del natal Japón (donde literalmente la veneran, dispone de más prensa de la que contó Hirohito en el momento de mejor gloria y hasta la llevaron a la órbita de Venus a bordo de la nave exploratoria Akatsuki), para un Occidente que -a lo PSY y su Gangman Style- raudo subsume todos los fenómenos “exóticos” de temporada.  Ahora bien, nuestra Hatsuke no parece ser tan solo un “boom” estacionario, pues desde su surgimiento hace ocho años suma más y más adeptos, al punto de convertirse en la diva número 1 del J-pop (pop japonés). Por si a los artífices de la compañía Crypton Future Media - padres intelectuales detrás de la criatura-, no les bastaba con tanta pegada interna, fuera de las fronteras del archipiélago nipón la artista digital lució su fantasmagórica hechura durante 2014 lo mismo en talk shows estadounidenses de máxima audiencia que arriba de escenarios junto a Lady Gaga. Antes, hacia finales de 2013, había protagonizado la ópera futurista The End, del compatriota Keiichiro Shibuya, en el principal teatro parisino Chatelet.
El currículo de Hatsune Miku (significa “el primer sonido del futuro” en la Tierra del Sol Naciente) no resultaría probable para ninguna cantante provista de esqueleto, sangre y músculos, pues tiene cerca de 111 mil canciones a su haber compuestas por los propios fans; 17 mil videos; centenares de DVD; series de dibujos animados; alrededor de tres millones de seguidores en Facebook; 34 millones de resultados en la barra de búsqueda de Google y 90 millones de visitas en YouTube. Repleta escenarios, a veces de forma simultánea, al permitirle su digital don de la ubicuidad “simultanear” recitales.
Negocio seguro, nada hay de gratuidad o ingenuidad con la cantarina muñequita digital, en tanto los de los ojos rasgados se agenciaron hasta el momento 185 millones de dólares gracias a holograma 3D. Solo por concepto de merchandising (juguetes, souvenirs, puloveres, gorras, tasas, llaveros…) los ingresos son harto auspiciosos. Además, megacompañías como Toyota o Google sufragaron su “rostro” para campañas publicitarias.
El holograma, camino a convertirse en peligro para la autoridad icónica del legendario Obi Wan Kenobi de La guerra de las galaxias y real fenómeno de Internet, nos habla, entre otras cosas, del poder extraordinario que puede alcanzar la tecnología y los titiriteros responsabilizados con el manejo de sus hilos. Si un fantasma digital, un dibujo animado, una máquina sin corazón puede convocar a 100 mil personas en los estadios, ¿adónde podría llegarse?

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