Chi-raq (Spike Lee,
2015) representa el alegato político más antisistema enarbolado por cineasta
alguno en los Estados Unidos desde hace largos años, dentro del plano de la
ficción. Mucho más radical que en los ya de por sí radicales exponentes
primigenios de su ejecutoria, el autor de Haz
lo correcto ancla su relato en la ciudad de Chicago, la cual los raperos
estadounidenses llaman Chi-raq, acrónimo tendente a demostrar que hay más
muertes de afroamericanos allí que todas las que hubo de nacionales durante la
invasión a Irak. La película abre justo así, mostrando dichos datos al
espectador, tomados de las propias fuentes del gobierno de los Estados Unidos.
Spike
Lee fustiga la inacción de un sistema que no hace nada por frenar una guerra de
pandillas inacabable, generadora de tanto crimen fratricida, la cual este creó
en realidad debido a la exclusión social, la desigualdad y un racismo que se
perpetúa allí y en cada ciudad del país, mediante los asesinatos de la policía
a jóvenes afroamericanos.
Escrita
por el
realizador de la mano de Kevin Willmott, Chi-raq
es una peculiar adaptación de Lisístrata,
comedia griega clásica compuesta por Aristófanes, representada por primera vez
en el año 411 A.C.
Las mujeres
de las bandas rivales les hacen una huelga de sexo a los “soldados” de las
pandillas de Chicago. “No peace, no pussy”, les dicen aquellas, obligándolos a
abstenerse de la sangre si quieren acampar sobre sus amplias caderas. Lee
provoca hilaridad mediante estos pasajes y de paso glorifica, a cámara abierta,
el físico y el temperamento de la mujer negra de Norteamérica. Su sensualidad y
personalidad.
El valladar
fundamental de Chi-raq radica en la
dispersión tonal y los crescendos y minuendos injustificados del registro
narrativo, amén de algunos cuestionables insertos, lo que le impide crecer como
obra artística.
No obstante,
se trata de una muy valiente comedia política (algo ingenua, no es justamente
las piernas cuanto debe cerrarse para dar término a estas sangrías, sino clausurar
la desidia e implementar políticas de justicia y de erradicación de la
marginalidad y los guetos; pero eso no le interesa al gobierno estadounidense)
que, al menos desde el orden factual, habla sin tapujos de la real carnicería
experimentada por los negros en los Estados Unidos.
Como
expresara el reverendo Jesse Jackson en histórico discurso, Spike Lee también
parece decir: “Temo por mi país”. Por el futuro de los suyos, por la gente pobre maltratada e ignorada, sin
educación, sin representación política, sin otro remedio que matarse entre sí
misma para sobrevivir.
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