viernes, 15 de abril de 2016

The Last Kingdom



Aunque los ritos de propaganda de las productoras y la mala prensa mundial, esa más proclive a escuchar cuanto se suelta al aire sin comprobación en las redes sociales que a leer, apreciar e investigar, hayan querido vender o ver aquí una suerte de contestación británica a la estadounidense Juego de tronos, la serie El último reino (The Last Kingdom, Stephen Butchard, BBC, 2015-2016), estrenada en la televisión cubana, difiere sobremanera de aquella, antes comentada en esta sección de crítica de series televisivas.

La obra inglesa, descendiente lejana del recordado filme de aventuras Los vikingos (Richard Fleischer, 1958), es un drama histórico de los de toda la vida, con personajes de carne y hueso, sin fantasía -ni heroica ni de ningún tipo, de olvidarse esa hechicera impostada que ponen como ilógico refrescador de pantalla-, ni dragones, ni reinos imaginados, ni sexo aleatorio o casi nada de lo usual en la epatante pieza de HBO. Es cuanto pudiera nombrarse un escocés a la roca, a la vieja usanza. Aunque menos nimbado acá el halo épico, de querer buscársele parecidos, guardaría mayor correspondencia con otra teleserie: Vikings, puesto que con Outlander, Reign y hasta The Bastard Executioner solo posee puntuales semejanzas.
Acaso el mayor parentesco a estimar entre Juego de tronos y El último reino es que ambas sacan su cordón umbilical del cuerpo de dos sagas literarias vinculadas a reinados, dinastías, guerras. En este caso, del vendido conjunto de libros de Bernard Cornwell: nueve textos agrupados dentro de su The Saxon Stories (Sajones, vikingos y normandos, en la edición española), de cuyos dos primeros volúmenes toma nombre la serie de la BBC al aire en Cubavisión.
El último reino, ambientada en el siglo IX de una incipiente Inglaterra al asedio de los invasores daneses, y entretejiendo hechos/figuras reales con fictivos, sigue los pasos de Uthred (Alexander Dreymon), hijo de un noble sajón, quien a los doce años es secuestrado y educado por los nórdicos. No obstante, el joven, convertido en hábil guerrero dómine del arte bélico de la escuela vikinga, retorna con los suyos, a intervenir en defensa de aquellas regiones primigenias de cuanto luego sería el Reino Unido, a punto entonces de ser subyugadas por los conquistadores extranjeros. Sin embargo, reticencias, incredulidad local en sus objetivos, odios y envidias es lo que más encontrará entre su verdadera gente. Y constituye esta ambivalencia el partido dramático mejor sacado por una serie que sabe que no cuenta con el dinero de Peter Jackson para El señor de los anillos, la batalla de los cinco ejércitos, o ni siquiera para combates como el de los hombres del hielo de Juego de tronos, por lo cual baraja la pragmática carta de centrarse en el hombre más que en el campo de lucha. De tal, se abstrae de consumirse en la parafernalia bélica (no obstante desarrollar algunas escenas de acción inspiradas en el manual de cabecera de Corazón valiente, harto bien dirigidas y fotografiadas, por cierto) y opta por conferir preeminencia al desarrollo de un personaje central sometido a la incomprensión de parte de los otros y un poco hasta de sí mismo, al constatar en persona la dicotomía de comprobar cómo recogió más apego e interés de los invasores que de sus propios hermanos. La búsqueda de identidad ontológica, moral, religiosa de Uthred representa el Santo Grial del relato.
Se trata de una serie correcta, de buen empaque formal y solvente factura que, sin ser infantil ni siquiera teen, halla empero su placenta contextual y explicativa en el imparable boom de las sagas audiovisuales ancladas en sagas literarias filo-adolescentes, post Harry Potter, post Crepúsculo…, hoy a pendón batiente mediante Los juegos del hambre e innumerables exponentes. Están al aire y vienen en camino muchas series de este corte. En esta cuerda ha habido, habrá, de todo, en términos de calidad. El último reino rinde examen y pasa un aprobado con honores. Ello, a pesar de que tienda a situaciones dramáticas tan cuestionables como esa del capítulo quinto cuando Utreh quema los barcos invasores, mata al líder de una de sus hordas (todo muy bien planificado en el guion hasta aquí) y entonces camina dos pasos de espaldas y de la sombra sale la tropa sajona para eliminar a los daneses. Ni con los drones y satélites de último minuto del ejército norteamericano los pre-ingleses de aquella época hubieran podido lograr algo tan bestialmente cronométrico.

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