A cada rato,
la prensa cubana publica líneas sobre la burocracia, verdaderamente kafkianas,
surrealistas, tragicómicas, pletóricas de humor negro, como los avatares de la
sufrida figura protagónica del filme La
muerte de un burócrata (Tomás Gutiérrez Alea, 1966), los cuales pueden
apreciarse un día sí y otro también en disímiles dependencias.
Las odiseas
particulares de seres anónimos -pero conformantes en masa del corpus social- en institutos de la
Vivienda, consultorías y otras instancias estatales evocan el calvario de aquel
sobrino interpretado por Salvador Wood, quien solo quería enterrar a su tío
Paco, pero ello le costó la cordura en el camino. De modo que, 50 años después,
la película sigue ahí, viva su alerta, vigente su análisis, diáfana e
imperdible su auscultación al fenómeno que, pese a no ser exclusivamente
endógeno, sí prendió fuerza tal en estas tierras de América que al día de hoy
aun no se le encuentra pasaporte de destierro.
La
burocracia, pariente consanguínea del marabú, no quedó muerta y enterrada, no,
tras las rejas del cementerio de aquel plano final del largometraje cubano.
Tampoco otros problemas retratados por el filme, a la manera del consignismo,
la verborrea, el campañismo, las producciones en serie, la hipocresía y los
dobles raseros morales de ciertos jefes empresariales…
Pero la comedia
de Gutiérrez Alea no suda vida únicamente en virtud del contenido ideico
manejado, o de su meritoria función de sátira social; no solo “brinda apoyo
moral a las víctimas del burocratismo”, Alea dixit a Cineaste. Si bien las connotaciones del relato y su
vocación interlocutora con (su) presente y el futuro (la hora vivida justo este
segundo) de la nervadura social de su país penden de lo anterior, de plus hay
sedimentado en sus fotogramas un astuto trabajo con los resortes de la variante
fílmica en la cual se inscribe.
Exponente
insuperable de su género en Cuba y obra mayor de dicha disciplina
cinematográfica a rango mundial, podría mostrarse hoy en las escuelas de cine
para enseñar cuanto resulta inherente al hecho cómico en pantalla, la relación
entre hilaridad y reflexión, el timing y
el tono de la comedia.
Titón parte del
pilar fundamental de la comedia: un guión férreo. Baza acompañada en su
película por atributos como clase, contención en el subrayado, un dispositivo
genérico montado en la próvida premisa de extraer humor de una presunta
situación a sí antitética (la muerte, el dolor) y una fluidez narrativa que
yuxtapone de forma orgánica cada uno de los escenarios de expresión de las
situaciones cómicas, lo cual redunda en diversión constante para un espectador
siempre cómplice.
El realizador
de Las doce sillas y Los sobrevivientes aprendió
en La muerte… la lección regalada por
el género en su vertiente clásica: personajes definidos, eficacia cómica, lugar
para lo farsesco-irracional, diálogos elaborados sobre el carrete de una
espiral de réplicas punzantes, planificación directa, estructura narrativa
simple pero llena de chispa y picardía, pulso mantenido y ritmo constante a lo
Hawks, actores que derrochan aplomo en composiciones soberbias a cuya
efectividad apoya una edición inteligente siempre preocupada por cortar a
tiempo antes de matar el gag. Constituye, pues, pieza del género con todas las
distinciones necesarias para instalarla en la memoria fílmica a la vera de las
grandes muestras de Wilder, Lubitchs, Berlanga y Ferreri. Porta el halo, hoy
día casi fantasmal, de la perdurabilidad.
Es esta una película que, por añadidura, en su
propensión lúdico/dialógica conversa con la protohistoria misma del género,
cuando aun estaban en fase de desmonte los potreros donde se construirían los
estudios y Sennett, Keaton y Lloyd (explícitamente citado en la escena de
Juanchín y el reloj del exterior del edificio, cual sucede igual con Laurel y
Hardy, o Chaplin y su Tiempos modernos
en las secuencias de la máquina fabricante de bustos) pergeñaban en el
improvisado set de un tenderete,
cuatro sillas y tres mesas viejas los gags que
desternillarían a la humanidad. La batahola frente a la Necrópolis de
Colón, puro slapstick, amén de
operar como fruicioso guiño a aquella era fundacional, ubica al receptor de
cualquier generación en la posición de respeto de este director hacia su arte
-y sus cultores, no importa el signo genérico, incluidos los a esta parcela
extraños Bergman, Buñuel y otros a quienes dedica la cinta.
Pero, además, el filme todo se conecta con un tiempo
futuro de la pantalla donde la tetralogía
desacralización/ironía/sarcasmo/cinismo iba a marcar derroteros claves de
expresión, justo desde ese inicio de créditos en formato de documentos de “Por
cuanto” y “Por tanto”, el manco “que tiene que firmar” y el inefable DEPATRAM
(Departamento de Aceleración de Trámites), hasta un cierre tajante sin
desplazamientos posibles hacia el territorio de felices y a por perdices. La
contundencia de sus ideologemas, el rayo vivo de un humor tronante, la agudeza
del relato, la gracia y el donaire de sus escenas ubican al filme en un nicho
selecto.
Alea, como pidiese algún teórico de la posmodernidad,
hizo arte mayor del entretenimiento,
pero desde la posición de responsabilidad social del artista, mediante esta
película de fortísima raigambre popular, con olor legítimo a calle, surcada de
pulsiones humanas y asistida de un sólido compromiso ético y moral para con las
circunstancias de su sociedad.
Que gusto ver mencion LA MUERTE DE UN BUROCRATA. En Republica Dominicana el Partido Liberacion Dominicana PLD la presentamos en casi todo el pais. y la verdad es una obra maravillosa.
ResponderEliminarTambien presentamos a YOLANDA. Esta demas que el gran Silvio Rodriguez es un idolo en pais RD y claro en toda AL y donde se habla espanol.(esta computadora me dificulta los acentos y las comillas etc...).
Me complace saludar ese glorioso y hroico pueblo cubano de tantos grandes triunfadores Como EL INMENSO JOSE MARTI, EL CHE,CELIA,NUESTRO MAXIMO GOMEZ ,MACEO,CIEN FUEGO, Y TANTOS Y TANTOS IDOS Y VIVIENTES, PERO AQUEL GIGANTE EL COMANDANTE INSGNE FIDEL ESE FIDEL BENDITO¡¡ Dios bendiga a cuba.
Muy objetivo comentario sobre Ruben Blades que ciertamente se perdio en venezuela. En vez de ver el pueblo heroico de Chavez y Bolivar dando demostracion de valor y amor a su pueblo , se confunde y coincidi con los ladrones y facistas antipatria. Pero Maduro y ese pueblo lleno de gloria sigue de victoria en victoria.
ResponderEliminarSinceramente