Consultar
los índices de recaudación de la industria cinematográfica durante 2017 es un
ejercicio tan deprimente como necesario. Lo primero, porque confirma, por
enésimo año, la hegemonía aplastante del peor cine norteamericano de evasión en
el pináculo de la recepción mundial. Lo segundo, porque da la idea de cuán
necesario resulta fortalecer la educación estética que contribuya a la
formación de consensos de gusto enfilados a otras propuestas mucho más
aportadoras desde todos los planos.
Es
doloroso constatar, por ejemplo, cómo en Rumania (desde hace dos lustros, una
de las cinematografías más interesantes del planeta y donde el año anterior se estrenó
una obra excepcional de la guisa de Ana,
mon amour) los estrenos nacionales sufrieran un marcado descenso de
aprobación de público del orden del 43 por ciento (solo 243 000 espectadores en
el año).
Igual
de lamentable resulta comprobar cómo películas portuguesas ganadoras de
numerosos premios internacionales y muy estimadas por la crítica, a la manera
de A fábrica de nada, Verao danado y Porto, únicamente hayan sido apreciadas en su país por unas 8 000
personas, de forma conjunta.
También
fue el peor calendario para la taquilla española, desde 2013. Y así -salvo
excepciones como la peculiar India con su Bollywood y sus más de 800 filmes
anuales; Francia y Corea del Sur-, la lista se repite en la mayoría de las
naciones, cuyos sistemas de promoción y redes de distribución están controlados
por intereses corporativos conexos a la industria hollywoodense.
De las
25 películas más vistas en el planeta a lo largo de 2017, 22 de ellas son elefantiásicas
superproducciones norteamericanas subidas al infalible tren de las secuelas, remakes y reboots.
Los
diez títulos más vistos a escala planetaria fueron, en este orden, La bella y la bestia, Rápido y furioso 8, Stars War: los últimos jedis,
Mi villano favorito 3, Spider Man: Homecoming, Wolf Warrior 2 (de producción china), Guardianes de la galaxia 2,
Thor: Ragnarok, Wonder Woman y Piratas del
Caribe: la venganza de Salazar.
Completan
la lista de las 25 más vistas: It, La liga de la justicia, Logan, Transformers: el último caballero, Kong: la isla calavera, Coco,
Dunkerque, El bebé jefazo, La guerra del
planeta de los simios, La momia, Kingsman: el círculo de oro (anglo-estadounidense), Carros 3, Cincuenta sombras más oscuras, Your
Name (japonesa) y xXx: Reactivated.
Pese a
un ligero declive puntual en los Estados Unidos y Canadá debido al limitado
rédito de los blockbusters veraniegos
y el aumento del precio de la entrada, fue un éxito histórico mundial debido a
las ganancias en la taquilla internacional, pues se recaudaron 39 920 millones
de dólares a nivel planetario, un 3 por ciento más que en 2016. Disney, al
frente del botín, por mucho.
La
segunda y la décimocuarta películas más taquilleras en el mundo (Rápido y furioso 8, con 1 235 millones
de dólares, y Transformers: el último
caballero, con 605 millones) insertan situaciones de relleno, a partir de
sus respectivos rodajes en nuestro país, al socaire del ahora interrumpido
“boom Cuba”.
En
honor a la verdad, más allá de las determinadas ventajas económicas que pudo
haber dejado aquí ambas filmaciones, nada ganó la Isla en términos de imagen
con ambos títulos paradigmáticos del cine de evasión.
Especialmente
gris fue el saldo de Transformers, de
un director de prontuario tan imperialista como Michael Bay, quien en su Chicos malos 2 (2003) había
distorsionado y calumniado la realidad de Cuba. Al minuto 7 del último Transformers, Anthony Hopkins dice: “Dos especies en guerra, una de metal y una
de carne. Los transformers fueron declarados ilegales en la Tierra, excepto en
Cuba, donde Castro les permite asolearse
en sus playas”, mientras dos de estos robots juegan volibol en el malecón y
otro hace dominio del balón en una calle de Centro Habana con su
correspondiente almendrón bien suave pasando al lado suyo.
A
secuencia seguida John Turturro espeta: “Un
mojito necesita hielo, hielo. No somos animales”. Al minuto 83 la
conversación entre Hopkins en Europa y Turturro en Cuba, alterna planos,
fabulosos todos, de Londres, con los de una post apocalíptica cabina telefónica
habanera situada en plano frontal junto al peor y más sucio de los almendrones
posibles.
Turturro
camina en short hacia la cabina,
mientras de fondo, en una fachada, se aprecia una bandera cubana pintada con la
consigna del Che ¡Hasta la victoria siempre¡ superpuesta. Todo lleno de
partiduras, abroquelado, ruinoso. Cierra el plano con el inmenso cráter donde
se hunde la bandera y ese es el símbolo sesgado, unilateral y monocorde que
deja en la retina del planeta el Transformers
de esa industria hegemónica que domina los boletos.
–¿Qué tienes de bueno ahí, para llevarme?
ResponderEliminar–A ver…”Rápido y furioso n” [n es el número de serie]. ¿Te cuadra?
–¡No! –respondo tajante, rápido y (casi) furioso–. Tú me disculpas pero yo no veo mierdas.
Diálogos similares se repitieron una y otra vez a lo largo de las siete primeras entregas de la saga. Hasta que llegaron los desvíos (¡la de vueltas que tenía que dar sorteando barreras para llegar al trabajo!), el helicóptero rasante con cámara en el morro, el gentío desbordándose hasta que llegaba el fiasco: no era Vin Diesel, era el doble…
Entonces tomé la firme decisión de, al menos, dispararme la número 8. Por encima de todo, me intrigaba cómo amalgamarían tema y contexto. Y sí, la vi: los primeros cinco minutos (más que suficiente; reconozco que soy flojito de estómago). Para tropical mulatas y almendrones me bastan los videoclips criollos de los 90. Y ese Che tan bien ubicado en la toma… Lo prefiero bajo la chamarreta de aquel osado cadete de West Point: va mejor. El resto, imagino, más de lo mismo con un tin de lo mismo.
No sé cuánto dinero reportan aquí las filmaciones pero, por alguna razón, me viene a la mente la frase de aquella cuarentona: “divorciada, pero no desesperada”. ¿Por qué permitir que nos denigren? De veras que no entiendo.
PD: Desde al año pasado no nos “vemos”, Julio: ¡feliz año 60!
Ariel, un abrazo para tí. Feliz Nuevo Año. Tengo entendido que FF8 dejó veinte millones aquí. Yo creo que ni dejando 200 daba resultados, pero parece que los que en Cuba aprobaron el guion de esta y de Transformers 5 no opinaron lo mismo.
EliminarAhora es que pude leer el articulo, es lamentable que otras superproducciones de más valor como Dunkirk y Blade Runner apenas se acerquen a las recaudaciones de un filme tan malo como Transformers
ResponderEliminarRecién leo tu artículo Julio, y no puedo dejar de pensar cuánta razón te asiste. Es una pena, y una vergüenza nacional, que ciertos funcionarios del ICAIC piensen que "por dinero... todo vale", que por la necesidad real y perentoria de captar divisas para nuestra economía deba ser aceptado el precepto maquiavélico e inmoral de que "el fin justifica los medios" y por ello admitir que utilicen, denigren y dañen la imagen de nuestro país, al tiempo que glorifican males sociales que ya se han introducido y contra los cuales tenemos que luchar para no perder lo bueno que hemos logrado. Aparte de la evidente cualidad de "bodrio" que tiene tal cinematografía, y las constantes alusiones colonizadoras culturales, desvalorizadoras de lo cubano frente a lo norteamericano... me pregunto, ¿no son suficientes los fallecidos, los mutilados, los incapacitados por accidentes en esas carreras ilegales de autos copia de las vistas en las películas norteamericanas para que hayamos tenido que ver en nuestro propio país la glorificación de tal "deporte"?, ¿cuál es el mensaje que los niños, jóvenes y adolescentes -personalidades en formación- que presenciaron esas filmaciones recibieron? Habrá que preguntarles a esos funcionarios que autorizaron esas deleznables filmaciones en nuestro país que pesa más para ellos como cubanos, si la vergüenza o el dinero venga de donde venga.
ResponderEliminarSaludos cordiales,
Adriana B. García Ranero
Ciego de Ávila
Adriana, comparto cada uno de tus criterios. Hay decisiones que no logro discernir, lo que importa ahora es que no se repitan estos errores. Gracias por tu magnífico comentario y por la lectura del texto. Saludos del autor.
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