Desde Bodyguard (2018), la BBC, cadena pública británica, no se había granjeado un éxito comercial tan grande como el recibido a través de la muy reciente Vigil (2021), hito de audiencias y también de crítica en el Reino Unido. Diversas televisoras del planeta, raudas, la incorporaron a su parrilla. Y la prensa especializada la coloca ya, con ciertas dosis de exageración, entre lo mejor del año a escala mundial. Si bien este no ha sido un buen año para el formato televisivo.
En términos formales, poco puede objetársele a la miniserie de seis episodios. La BBC, a la manera de su análoga en Norteamérica, HBO, como es sabido, casi siempre es sinónimo de calidad y en este thriller político, con un presupuesto por arriba de lo usual en la casa londinense, se lucieron en la puesta en pantalla.
Ambientada, buena parte de las seis horas, en un submarino de propulsión nuclear de la Royal Navy (el Vigil del título), la trama discurre a partir de la investigación suscitada en la nave luego de la muerte del suboficial Craig Burke.
La jefatura policial designa a la inspectora Amy Silva (Suranne Jones) para encargarse del caso, caso cuyo despeje la obra cierra con cohesión de soldador, aunque bajo apelativos ideológicos harto esquemáticos, que parecieran más propios de la Guerra Fría, si el espectador no conociera la rivalidad permanente de los gobiernos británicos con Moscú y los múltiples incidentes diplomáticos provocados desde las Islas donde nació la Thatcher.
Paralelo a la búsqueda de la detective, el creador, Tom Edge, incorpora múltiples tramas complementarias, abiertas a reflejar la acción de los grupos de activistas opositores al programa inglés de submarinos nucleares y el accionar de la Marina Real por mantener activos sus “botes” e introducir el tema en la agenda del Parlamento, entreviéndolos como la mejor opción de “disuasión” posible.
“El futuro se librará en los mares”, o algo parecido, afirma en diálogo grandilocuente el comandante Newsonme (Paterson Joseph), personaje negro al mando de una nave repleta de blancos. De esta forma, la BBC considera que es más “inclusiva” o “antirracista”, pero en realidad solo constituye la primera muestra de lo políticamente correcto en el relato.
Otra subtrama se desplaza hacia el pasado de la inspectora Silva y la perturbación psicológica producida por la muerte de su esposo, el alejamiento con su hija pequeña y su posterior relación homosexual, deshecha de momento, con una colega. Y esta es la segunda muestra de lo políticamente correcto aquí. Es que resulta tal el congestionamiento de relaciones lésbicas en la teleficción y el cine de la actualidad, que se ha llegado a un punto de sobrecarga.
En el sentido de escrutar los traumas de la investigadora, Vigil abusa sobremanera de los flash backs, cuya congestión solo se soporta gracias al sostén de esa dúctil actriz nombrada Suranne Jones, quien en la magnífica miniserie Doctor Foster (2018) impartió una clase magistral de interpretación, además de brindar otra composición de fuste en la serie Gentleman Jack (2019), donde por cierto también incorporó a un personaje gay.
Y otra línea argumental, básica, guarda relación, cómo podría ser lo contrario, con Rusia, el reino del mal de donde salen todos los problemas de Europa y del imperio británico y contra el cual se han filmado varias películas del subgénero de submarinos, a la manera de Marea roja (Tony Scott, 1995) u otras. Es tal la marcada proclividad a demonizar el concepto de “lo ruso” que el espía de Putin enrolado en la tripulación del Vigil representa uno de los personajes más malévolos y sanguinarios vistos en el vasto paisaje de la teleficción mundial reciente. Durante el episodio de cierre se cargan tanto las tintas al respecto, que llega a desentonar dentro de una serie descollante en su factura técnica, desarrollo narrativo e interpretaciones.