Con la mordida del vampiro prendida en su garganta desde los tiempos del expresionismo alemán, el cine nunca ha podido resistirse al embrujo del chupasangre, la figura demoníaca de la noche que seduce y mata.
Del monstruo de la Universal al de la Hammer, pasando por las revisitaciones ineludibles de Coppola y Jordan, las aproximaciones posmodernistas y la reducción de la criatura a postal adolescente en sagas dominadas por la codicia del mercado juvenil, el vampiro se ha adaptado a todos los paisajes históricos, como a también a la distópica era de la pandemia y la presunta sobrevida de nuestra especie. El matrimonio crisis-monstruos es eterno, sabemos.
Nada sorprende, pues, la irrupción este 2022 de anuncio de nuevas enfermedades, guerras en inéditos escenarios e incrementos de focos de conflicto, de una película como Morbius, la más reciente superproducción de Marvel/Sony, el sello tras Los Vengadores, las dos Venom y Spider Man: sin camino a casa.
El filme, desprendimiento del universo arácnido original antes mencionado, resultó objeto de furias críticas poco comunes en los Estados Unidos, donde el sector aúpa en los medios a estos grandes emblemas de la industria, aunque no es tan malo como lo describen, pese a que tampoco reinventará la pantalla vampírica. Un producto discreto, pero lejos del bodrio. Mucho menos en la línea de un Drácula que en la de un cómic, que al fin y al cabo es en lo que se basa, aquí, a diferencia del género clásico, se jerarquiza la antinomia del monstruo con su némesis, bien a la usanza de lo establecido en la historieta y sus traslaciones cinematográficas.
Dicha rivalidad, concentrada hacia el segmento final del relato, contribuye a algunos de los momentos más estruendosos de la película, de esos justificadores de los millones detrás de su producción (eso sí, muchos menos que los usuales para este tipo de exponentes: solo 75 millones).
Sin embargo, tales momentos no clasifican dentro de lo mejor llevado del material, que es toda el área de búsqueda de la cura para su enfermedad emprendida por el Doctor Morbius (Jared Letto) y su compañera científica Martine Bancroft, interpretada por Adria Arjona; así como el proceso de conversión del monstruo, su autoconciencia y determinado autocontrol, y el tratamiento contenido de la pulsión romántica surgida entre el chupasangre y su colega del laboratorio.
La película del director sueco de origen chileno Daniel Espinosa (Protegiendo al enemigo, Life: vida inteligente, Crímenes ocultos) alberga hermosos instantes de amor, sobre todo platónico, entre dos seres cuya belleza la cámara besa; principalmente a Adria, la hija de Ricardo Arjona, quien por fortuna para ella no heredó la faz del padre.
Morbius fue estrenado en Cuba el 11 de junio en el espacio televisivo La película del sábado.