miércoles, 12 de junio de 2013

Declaración de guerra, a la derrota y a la enfermedad

Sin reparos en asegurarlo, el Festival de Cine Francés en Cuba menos convincente y más laxo de los últimos años tiene en Declaración de guerra (2011) uno de sus escasos títulos a evocar. Drama tragicómico de autoficción sobre dos padres, un niño pequeño y el águila del cáncer lista a picotearles el soporte de su existencia, el largometraje de Valérie Donzelli -según la peripecia existencial sucedida a esta directora/guionista e intérprete del filme junto a su ex esposo, Jèrémy Elkaïn, coescritor y actor también- sortea los riscos de los conductos lacrimales (ni imaginemos esta historia en manos de norteamericanos, o peor, blanco de cualquier culebrón latinoamericano) solo gracias al comedimiento, la sapiencia y el tacto de la escuela francesa.
“¿Por qué a nosotros”¿ le pregunta él. “Porque tenemos la fuerza de soportarlo”, le responde ella en torno a la calamidad cernida sobre el proyecto conjunto de vida. Y esto es el filme: fuerza, no claudicación, alborada sin clausurarse en medio de la negrura. Pocas veces antes una película con trama parecida destiló semejante optimismo. Claro, el desenlace real del pequeño hijo de la directora en la batalla contra el tumor cerebral fue favorable; habría que ver si el tono de la Donzelli sería el mismo en caso contrario, al concebir la interpretación fílmica sin intermediarios de una situación personal como esta.
La realizadora de La reine des pommes (2009) armas sus secuencias con garra, charme, eclecticismo estilístico, cierta originalidad (ese doble narrador omnisciente; muchas de las lágrimas derramadas por el matrimonio están fuera de campo) y guiños bien calculados a Godard, Truffaut, Demy y Desplechin.
No es de tragar mucho lo de la denominación shakesperiana de los dos personajes centrales (en verdad resulta tonta, por la frontalidad, su remisión a estamentos sociales disímiles), como tampoco esas fiestas de ambos con el niño ingresado en el oncológico o los besos testorénicos del marido en una de ellas, por muy franceses fueren e intentando olvidar la enfermedad estuvieren, pero, en fin, nada ni remotamente serio para desvalorar la película.

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