Estrenada en la
Cinemateca de Cuba como parte del ciclo Lo bueno, lo malo y
lo feo, la película polaca Quo Vadis fue la última en realizar por uno de los
tan prolíficos como eclécticos directores de dicha filmografía: Jerzy
Kawalerowicz, quien fallecería en 2007, siete años después de su estreno.
La superproducción europea de inicios de siglo toma cuerpo de la famosa
novela homónima escrita en 1896 por Henryk Sienkiewicz, Premio Nobel de
Literatura, y de cierto no intenta una versión libérrima y ni siquiera
tangencial de las letras firmadas por gran narrador. Todo lo contrario, el
guion se ciñe de forma muy fiel al original en su descripción.
El relato fílmico, como el original literario, inserta los amores del
oficial romano Marco Vinicio con Ligia, una joven rehén del imperio, como rampa
de lanzamiento dramática para lanzarse a esa incierta época peninsular, marcada
por la cacería de los cristianos por parte de Nerón y el propio fin del tirano
y así formularnos preguntas sobre la sinrazón que puede dominar a la especie,
al punto de justificar la interrogante que intitula el largometraje: ¿Adónde
vas¿, que es la traducción en castellano del ¿Quo Vadis¿ latín. Pedro inquiere
al cierre del metraje ¿Quo vadis, homo?, suerte de puesta en presente y a
título colectivo de la pregunta de dicho Apóstol a Cristo: ¿Quo vas, domine? Es
la inquisitoria ante la barbarie y el odio de los imperios, cualesquiera
fueren, cebado en los indefensos.
Uno de los mayores aciertos de Kawalerowicz es, justamente, graficar en
pantalla los crímenes de Nerón contra la comunidad cristiana, hacia la cual
descargó toda su furia, sin causa alguna y solo como mero chivo expiatorio o
pretexto para desviar la opinión pública del incendio que él provocara en Roma.
La escena donde los leones del Coliseo arrancan a un niño de los brazos de una
fiel para devorarlo es una de las más fuertes y mejor filmadas durante este
siglo en la pantalla mundial. Ninguna superproducción histórica norteamericana
ha llegado a este punto de realismo, a excepción de La pasión de Cristo, de Mel
Gibson. Curiosamente, el patrón observado por Kawalerowics en esta su última
película fue el hollywoodense.
Al realizador polaco, bastante versado en la ejecución de piezas de gran
tonelaje, pues de su firma también es Faraón, de 1966 y antes, Madre Juana de
los Ángeles, de 1961, no le faltó presupuesto para rodar Quo Vadis,
perteneciente a un tipo de cine muy caro debido a su demanda de recursos
técnicos. Fue apoyado por varias casas productoras y por la cadena de cable
estadounidense HBO, creadora de Roma, otra afortunada serie sobre los días del
imperio. Tal disposición de medios se advierte a lo largo de todo el metraje,
ya sea en los decorados y en el rodaje de las secuencias de masas como en la
ambientación general y el trabajo con centenares de extras en una toma.
De Quo Vadis, la novela de Sinkiewicz, han sido adaptadas cinco versiones
a la pantalla; la primera de ellas en la Italia de 1912. Ninguna de ellas fue una obra
maestra. El espectador suele recordar la de 1951, a manos del
realizador estadounidense Melvin LeRoy, protagonizada, sin muchas ganas, por
Robert Taylor y Deborah Kerr. La del polaco es, por mucho, la mejor de todas,
sin llegar a ser una pieza excepcional. Su película es injustificadamente
extensa, reiterativa, las actuaciones resultan harto desparejas y a ratos
sobrevuela sobre sus fotogramas una gelidez que amodorra la fluidez de su
dinámica narrativa. No obstante, se trata de una pieza a ver, valorar y atesorar
en la memoria fílmica, cuya vigencia ideológica está convirtiéndose en eterna,
tal cual estamos viendo dentro de un actual mundo de los poderosos tan
irracional, bélico e insensato como en los días aciagos del despreciable Nerón.
¡Vaya, que venga a toparme con este oportuno y justificado artículo sobre “Quo vadis?” de Kawalerowicz en un blog cubano! Justificado porque hacía falta, nosotros en Venezuela andamos atrasadillos en materia de cartelera: no sabía de la muerte del director polaco, aunque sí sabía que estaba filmando la novela de su coterráneo Sienkiewicz, que por cierto, he retomado y estoy releyendo en una edición de la colección Premios Nobel de Aguilar.
ResponderEliminarEspero poder verla pronto y cotejar mi apreciación con la del amigo Julio Martínez Molina, a quien le agradezco el post.
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
ResponderEliminarEra sobre el idioma. Ya vi que es en polaco con subtítulos en inglés (y en español, espero)
ResponderEliminarLa gelidez de los personajes cuadra muy bien con la forma en que se presentan en la novela original, no se si será algo buscado por el director.
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