A 500 años de expansión colonial, crimen y pillaje en
ultramar; a un país anquilosado; en fin a un régimen político fascistoide en
bancarrota moral, iba a poner punto final la operación que comenzó en Portugal
durante la madrugada del 25 de abril de 1974, bajo la organización de un grupo
de valerosos y progresistas oficiales del Movimiento de las Fuerzas Armadas
(MFA), o de los Capitanes, en lo que constituiría el inicio de una auténtica
revolución popular. La acción armada, no sangrienta pero victoriosa, se
planificó para cumplirse en tres semanas, mas solamente demoró un día, gracias
al apoyo de las masas populares al pronunciamiento militar contra la dictadura
filosalarazista de Marcelo Caetano. Fue aquella un revolución poética no solo
por la identificación con los claveles, la flor primaveral predilecta de los
portugueses, sino por el halo romántico, mágico que envolvió su génesis y
desarrollo. Significaba, al tiempo que un réquiem por un imperio putrefacto, un
vítor fortísimo a la ilusión, los sueños y la fe. La de Abril fue una revolución que barrió de
ayer y aireó de mañana a un pueblo reacio a perder la capacidad de creer.
María de
Medeiros vivía en Austria cuando su natal Lisboa reventaba de alegría ante el
advenimiento de la
Revolución de los Claveles. Ese día vio a sus padres
completamente felices al despertar, con esa misma dicha especial con que la
gente de su generación conserva el
recuerdo del suceso. A sus padres, sus amigos, su hija y su país dedica la
realizadora portuguesa esta Capitanes de Abril, cuyo guión también
coescribiera junto a Eve Deboise. La Medeiros muestra interés en la captación de las
vibraciones emocionales que sacudieron a una hornada de jóvenes tan idealista
cuanto que profunda. Se convierte en testigo del fervor, el candor, las
quimeras hechas y contrahechas de sus personajes, sin soslayar tampoco el
decurso de las circunstancias históricas, en tanto la cinta no pierde la
brújula -tal cual la misma realizadora defiende- de narrar decididamente la revolución
desde la perspectiva militar. De válida
manera, el guión asistido por el “capitán de abril” Carlos Matos y nutrido de
los textos de su compañero de filas Salgueiro Maia (convertido en el personaje
central del filme, que encarna el italiano Stefano Acorsi) incorpora elementos
de ficción (un ejemplo, la relación de
Antonia y Manuel o de la criada y el joven soldado) para que la narración
pulsase el sentimiento y las contradicciones sociales y humanas de la población,
una de las bases genésicas de la acción militar.
Pese a que la
historia, cine al fin, confiere preeminencia casi total a Maia y silencia
nombres y momentos importantes de la Revolución, la reconstrucción histórica no
abandona el césped de la seriedad en una película de solvente factura, correcta
en su convencionalidad, aunque carente en toda hora de esos raptus creativo
que otorgan personalidad artística a una obra fílmica, y por lógica a su
realizador. A la como actriz insufrible
María de Medeiros -recuérdese su morbo enfermizo en Huevos de oro, de
Bigas Luna, o Henry and June, de Philip Kauffman)- aun le falta hallar
su propia caligrafía cinemática, ardor, compulsión, destellos. Sin embargo, la
segunda película que conduce (no la primera, como internacionalmente se ha
promocionado erróneamente: su opera
prima fue O morte do príncipe, de 1991) seguramente no abrirá senderos
en el género, pero transita los ya implantados con soltura y una frugal opción
narrativa que bien le sienta. Es
bastante, por lo pronto, para ser prácticamente una debutante en la
realización.
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