Quizá
algo a destiempo ya llegue una miniserie como Flaked (Netflix, 2016), otra más en torno a la vida de esos eternos
“adultolescentes”, buenos para nada y para todo, que hacen con su vida con la
parsimonia de un caracol en domingo. El personaje central de la serie coeescrita
y estelarizada por Will Arnett (Arrested Development) es Chip, un
treintipicón en bicicleta, mudado a la playera comunidad barrial de Venice en
Los Angeles.
Él
bebe kombucha, la bebida probiótica que el snobismo de manual ordena tomar
ahora allí ya no solo a los hipsters, alguna vez hizo un prototipo de mueble
del cual quiere sacar tajada -si esta se le ofrece, no es tampoco que la busque
mucho- y, bueno, entre sus amores toca el timbre una rubita de la cual quiere
pasar, pues su un poco lerdo amigo la pretende.
Pero
esto, la cosa lo indica, es una comedia; él irá por ella como a la que no
quiero pero sí. Ella, para darle una pinta de dramedia a la cual nunca llega la
serie, tiene un secreto que sale a escena de la manera más tontina posible. Lo
mismo su contraparte masculina. En fin, esos “pedazos de vida” tan deudores de
cierto tipo de cine independiente donde los sujetos del drama viven en un
caparazón mental y espacial sin mucha relación con el mundo, la época, sus
problemas, nunca reflejados aquí si echamos a un lado el al guion funcional ítem de los
alcohólicos en reivindicación.
Flaked, no obstante, se deja ver.
Arnett, sin ser buen actor, tiene algo que induce a seguirlo, la rubita es un
bombón y el metraje no pasa de los 26-28 minutos tradicionales del formato. Hay
algunos gags recordables, aunque la serie en general de seguro no va a hallar
un sitio indeleble en nuestra memoria de telespectadores.
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