Si no
una decepción total, sí he sufrido cuando menos una de las frustrantes
desazones recientes de mi constante visionaje de series mediante Billions (Showtime, 2016). Prendado en
sus inicios por su densidad narratológica, la orbicular configuración de
personajes cuya taxonomía habla de los infinitos mecanismos psicoemotivos de la
especie, el tono, el ritmo y los subtextos, creí estar viendo una conciliación
televisiva del cine setentero más "macho" con el espíritu de quebranto moral desprendido de
películas como El lobo de Wall Street
o Los hombres de la compañía. Por añadidura,
bien narrada, mejor actuada.
Pero, al
decurso de los episodios y la acumulación de grasa en guiones que engordaban progresivamente
desapareciendo el prometedor músculo apertural, y sobre todo ahora, ya finalizada
esta primera temporada, albergo serias dudas de hacia dónde quieren llegar sus
creadores. La serie alargó demasiado, sin llegar a puerto, el conflicto eje de
la disputa judicial, humana, solo hasta cierto punto ética entre el fiscal Chuck
Roades encarnado por Paul Giamatti y el billonario Bobby Axelrod asumido por
Damien Lewis. Su necesidad manifiesta de procurar puntos de equilibrio en la
conformación moral de los personajes antagónicos, habla menos de invocar la naturaleza dual del
ser humano que de echar sobre la mesa las cartas con que expandir aun más este “duelo
de titanes”, con todo cuanto la índole individualista del enfrentamiento
contribuya a perder la posibilidad dorada que tenía el material de articular un
agudo examen, merced al reposo necesario de doce capítulos para argumentarlo a
placer, sobre la degradación del mundo corporativo financiero en EE.UU.
Sí, ok,
habrá una segunda temporada. Mas, creo,
Billions debió delimitar desde más temprano el radio de sus intenciones,
aun difusas de momento pese a haber concluido la season de arranque. Es una
serie atractiva, de nervio, con un Giamatti de rechupete (me quedé esperando
que su linda esposa Wendy lo orinase otra vez en sus jueguitos sadomaso, pero,
bueno, fue el tradicional inicio epatante de Showtime, para engolosinar),
diálogos de sustancia y una personalidad visual que la distingue dentro de la
avalancha de productos análogos. Mas, le falta numen, ese algo más que ojalá
encuentre, para bien de sus espectadores.
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