martes, 28 de noviembre de 2017

La sonámbula: Sci-Fi latinoamericana



Coral a la Mejor Ópera Prima en el Festival de Cine de La Habana y además laureada en otras citas cinematográficas, es la película argentina La sonámbula (Fernando Spiner, 1998) uno de esos raros exponentes cinematográficos de futurismo meridional, más o menos en la cuerda de Lo que vendrá, de Gustavo Mosquera. Cuba también tuvo, en fecha reciente, su debut en el largo de ciencia-ficción, mediante Omega 3, de Eduardo del Llano, con reseña disponible en esta blog.


Hubiera estampado más alto empine La sonámbula, de no existir una dicotomía entre la absoluta clase de componedor visual y articulador de atmósferas de su realizador, y sus limitaciones para narrar en el sentido adecuado de la yuxtaposición fílmica.

No hay dudas de que Spiner dispone de cultura y percepción cinematográficas, manifiestas al componer una cinta donde están a su modo los entornos opresivos de Scott, los silencios abiertos de Tarkovski, la imagen anticipatoria de Lang (ese Buenos Aires futurista, por cierto de un diseño artístico dignísimo para concebirse sin el capital requerido, hace guiños a la Metrópolis expresionista del europeo) y miradas de la lente propias de un Ford: señor que no le interesó el género pero que entre tantas cosas fue maestro del saber jugar con la interacción entre los rostros y el paisaje, algo tan bien jugado aquí por Fernando.

Pero dicho realizador, en aras quizá de singularizar la personalidad de su obra, ribetea una hilatura dramatúrgica deleznable (en la acepción auténtica y no distorsionada del término) con exiguos lances-ganchos para un espectador del cual tiende a olvidarse en su reafirmación autoral, rematada para colmo tanto por su progresión tautológica como por la anfibología de las líneas argumentales.

No obstante, a la larga La sonámbula sigue siendo una historia de interés, más debido a sus semejanzas con algunos infiernos generados en las cabezas del mundo real -la experimentación malsana con los seres humanos-, que en razón de su modo integral de asumirse.

Spiner volvería a incursionar en el género, a través de Adiós, querida Luna, estrenada en 2005. También es el director del western Aballay, el hombre sin miedo, comentado en La viña de los Lumière.

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