El
duelo que acongoja al mundo ha provocado que el reciente centenario de un
maestro como Éric Rohmer (1920-2010) haya pasado inadvertido en la prensa
internacional; también en la nacional, aunque ya eso es mucho más natural en
estos asuntos, hayan o no pandemias.
Cuando
en nuestro país existían salas con proyecciones en 35 milímetros y una
programación comercial semanal en ese hoy aquí desconocido formato, solían
exhibirse sus películas. En los cines de mi ciudad, aprecié, por ejemplo, sus Cuentos morales, conjunto de seis películas finalizado en 1972, cuyos
títulos más significativos fueron Mi
noche con Maud (1969) -título de cuya “lentitud” se burla estultamente el
director norteamericano Arthur Penn en diálogo de una cinta estrenada seis años
adelante- y La rodilla de Clara (1970,
en la foto). E incluso su Cuentos de las
cuatro estaciones, tetralogía aparecida entre 1990 y 1998, con un título
dedicado a cada una de las estaciones del año.
Luego, en la era de la
navegación digital, logré acceder al resto de su filmografía, contentiva, entre
otros hitos, del León de Oro del Festival de Venecia merced a El rayo verde (1986), correspondiente a
su otro grupo de seis filmes, Comedias y
proverbios, irrumpidos todos durante el primer septenio de la década de los
ochentas del pasado siglo.
De nombre Jean-Marie, hubo
de cambiarlo a Éric en homenaje al célebre director austríaco Erich von
Stroheim (Avaricia). Culto al punto
que eclipsaba a los ya de por sí bien avispados colegas de la mítica revista de
crítica cinematográfica Cahiers du Cinema,
en ese medio donde convergieron los otros puntales de la Nueva Ola Francesa lo apreciaban
sobremanera en virtud de sus cualidades morales y de su erudición.
Editor de dicha publicación
entre 1957 y 1963, a lo largo de similar etapa el antiguo profesor de
Literatura coescribió, junto al también grande Claude Chabrol ¿quién no lo era
en Cahiers y la Nueva Ola?, un libro
dedicado al director inglés Alfred Hitchcock, volumen el cual sigue siendo al
día de hoy referencia obligada a la hora de abordar el cine del mago del
suspenso.
La capriana El signo de Leo (1959) marca la apertura
de una carrera abarcadora de 24 largometrajes y que le vio en pie, dando
órdenes en el set, hasta bien entrada la ancianidad. Octogenario, filmó la
vital -por su deseo de buscar nuevas formas de representación en alguien que,
contradictoriamente, no se caracterizó por ser rompedor en el plano formal- La inglesa y el duque (2001); así como su opus postrero: la ágil, lozana, pese a
los entonces casi noventa años de su realizador, El romance de Astrea y Celadón (2007).
El primer cine pergeñado por
el cineasta constituye escenario de las iniciales exploraciones rohmerianas
(tira de la comedia francesa al clasicismo norteamericano y apunta maneras del
agudo observador que sería), de la búsqueda de un camino autoral que iba
puliéndose y se definiría ya, diamante puro, por conducto de esos tres bloques
cimeros de su filmografía, los antes citados Cuentos morales (sobre todo la franja conclusiva), Comedias y proverbios y Cuentos de las cuatro estaciones.
Conocedor de las teorías de
André Bazin -maestro y amigo suyo, a cuyo lado escribió otro libro sobre
Charles Chaplin-, el promedio de sus obras cinematográficas fue filmado sin
complejidades formales, desprovisto de flash backs y de voces en off encargadas
de dirigir la mirada del espectador, con recurrencia a los planos abiertos,
ausencia de teleobjetivos, empleo de la luz natural y escasísima música
incidental.
Rezuma la mayor parte de tales
obras fílmicas, casi todos relatos minimalistas poblados por pocos personajes,
el encantamiento de un autor por la armónica mixtura de verbo (era un cineasta
de la palabra, a lo Mankiewicz o Aristaraín, mas nunca reducido a ella) e
imagen; la pasmosa y compleja sencillez para plasmar el discurrir del tiempo,
la poesía de lo inadvertido, la maravilla secreta de lo imperceptible.
Calígrafo de puntear eso que
se intuye y en algún momento habrá de apreciase, pero que deviene casi
imposible de advertir mientras está ocurriendo, de sus aparentes no-conflictos
y de la parsimonia de sus relatos surgen realidades inevitables en pantalla, las
cuales, sin embargo, no resultan muy explicables gracias a las categorías de
causa-efecto ni a los artificios de la dramaturgia. Es algo, casi único, del
director de Pauline en la playa, Cuento de invierno o El amor después del mediodía.
En la obra del creador
francés el espectador contactará, del mismo modo, con historias cargadas de
paz, amor a la grandeza de la vida y, también, su cuasi perenne cuota de
romanticismo.
Varias de las tramas
rohmerianas aparentan ser simples, pero luego sorprenden por lo contrario y,
por consiguiente, inducen a barruntar que semejantes sedimento de profundidad
solo puede provenir de un conocedor a fondo del género humano.
Constituyen películas para
leer, escuchar y ver, para observar además mediante la anuencia volitiva de un receptor
presto a interesarse por el costado menos tronante de la existencia; más proclive
a apreciar el magma de lo quedo, la energía de lo apacible. Filmes donde la
naturaleza humana y las dualidades, debilidades e inseguridades de la especie
son escrutadas de forma singularmente curiosa, ávida de desciframientos, aunque
a la vez ajena al mínimo afán de reconvenir.
EL KU KLUX KLAN ES "SOCIALISTA" EN CUBA.LA BRUTALIDAD POLICIAL EN CUBA ES PEOR QUE EN EEUU. ALLÍ LOS VIOLADORES VAN PRESOS,ACÁ SILENCIAN LOS PRESOS AFROCUBANOS DEFENSORES DE DERECHOS HUMANOS CON TOTAL IMPUNIDAD. NO NOS DEJAREMOS IMPONER UN FALSO HÉROE FABRICADO POR EL CULTO A LA PERSONALIDAD COMO FIDEL CASTRO. CUANDO CUBA SEA DEMOCRÁTICA LO SACAREMOS DE AL LADO DE LOS FUNDADORES DE LA PATRIA.EN CUBA EL KU KLUX KLAN SE VISTE DE "SOCIALISMO" EN CUBA. LOS SEGUIREMOS DENUNCIANDO.SILVERIO PORTAL CONTRERAS.
ResponderEliminarNo lo dejan recibir visitas ni hablar por teléfono. Recientemente se ha sabido que le dieron otra golpiza en la cárcel y que por ello perdió la visión de un ojo. El abuso ha sido tan grande que su caso ha llegado a oídos del Departamento de Estado de Estados Unidos, que el pasado 20 de mayo pidió especialmente su liberación.
El delito de Silverio Portal fue protestar. En el Parque Central se le podía ver participando de una peña disidente que tuvo bastante actividad hace unos años. Sobre todo reclamaba por las ruinas que encontraba en La Habana Vieja. Tenía un proyecto llamado "No más muertes en Cuba por derrumbes", y llevaba cartas a la Dirección Municipal de Vivienda y demandaba una mejoría de las calles.
En la actualidad cumple cuatro años de prisión por desacato y desorden público. Todas las peticiones para un alivio de su condena por problemas de salud han sido rechazados.
El graffitero Yulier P., que para fastidio de las autoridades ha llenado La Habana de personajes tristes y desconcertados, nos deja ahora un homenaje furtivo al preso político Silverio Portal.
La imagen, de 2,6 x 2,5 m., ubicada en una ruina de Luyanó, muestra a uno de sus personajes de mirada suplicante, llevando esposas. El fondo negro contrasta con el amarillo de la piel, que indica la luz del preso, en ese raro expresionismo característico del artista e inusual en el grafiti.
"Yo lo conozco”, comenta Yulier P. a propósito de la obra, "acuérdate que yo soy del barrio de Colón y me muevo por toda la zona de la Habana Vieja... De hecho una vez me ayudó a resolver una madera para una obra que hice".
"Silverio es un hombre trabajador y honrado, me indigna mucho lo que le están haciendo", agrega.
Silverio Potal ha sido descrito como un hombre humilde por sus amigos. Humilde también fue su prisión al inicio, poco visible, y por tanto atrajo sobre sí la violencia represiva de las autoridades, que lo han castigado con holgura, casi con despreocupación.
En 2018, cuenta su esposa, lo detuvieron, golpearon y llevaron a la prisión de Valle Grande. Entonces tuvo una trombosis que le paralizó la parte izquierda del cuerpo. Lo atendieron en un hospital de manera incompleta y después lo devolvieron a prisión en mal estado. Allí tuvo otra isquemia transitoria.
PATRIA Y VIDA
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