lunes, 1 de junio de 2015

El Divo, deliciosa sátira política de Paolo Sorrentino



Con larga incidencia en la temática política a través de su historia, la cinematografía italiana ha sido escalpelo con el cual el arte despegó la capa putrefacta de corrupciones y contradicciones de la sociedad, lo cual llevó a su máxima expresión durante el cine político de los sesenta y setenta, fundamentalmente de la mano de directores como Francesco Rossi y Elio Petri.

Paolo Sorrentino, uno de los realizadores fundamentales de la pantalla peninsular en la actualidad, se inscribe a esa tradición mediante El Divo (2008), su acercamiento no por satírico-farsesco menos realista al durante por siete períodos primer ministro y por cinco presidente de la República, Giulio Andreotti, la personalidad política más importante de la segunda mitad del siglo XX en Italia.
La conformación del personaje, a rango de guion y de interpretación, representa baza esencial de El Divo. El Andreotti del filme, a la larga una persona solitaria, triste y dependiente de la aprobación externa para su bienestar emocional pese al extraordinario poder que tuvo, es, también, alguien extremadamente ambiguo, cínico, impredecible, inteligente, refinado, culto, dueño de notable complejidad psicológica.
Entre el Giulio real y el cinematográfico no parecen mediar muchas distancias, cuando uno se lee par de monografías de este hombre. Sus estudiosos aseguran que él mismo contribuyó a sembrar en el terreno mediático-literario ese perfil de ambigüedad que marcó su proyección en la élite gubernamental italiana.
Las dobleces del sujeto, el anverso y reverso de un tipo curioso donde los hubiera, son trasvasadas a la pantalla de forma contundente por el actor Toni Servillo, quien fragua al principal representante del partido demócratacristiano como el astuto zorro de la política que fue, alguien quien hizo del arte del escamoteo, las componendas maquiavélicas, el halago y el azote política de Estado.
La gran periodista italiana escribió de Andreotti: “"Me da miedo, pero ¿por qué? Este hombre me recibió con enorme cortesía, afectuosamente. Su ingenio me hizo reír a mandíbula batiente. No me dio la impresión de ser peligroso. Con esos hombros tan redondeados, como los de un niño. Con esas manos delicadas y largas, de dedos blancos como velas. Siempre estaba a la defensiva. ¿A quién le da miedo una persona enfermiza que se asusta de una tortuga? Tuvo que pasar mucho tiempo para que me diese cuenta de que eran precisamente esas cosas las que me asustaban. El verdadero poder no necesita arrogancia, ni una poblada barba ni una voz aterradora. El verdadero poder te estrangula con lazos de seda, con encanto e inteligencia".
La película escrita y dirigida por Paolo Sorrentino se centra en los años ´90 y hace alusión a los juicios entablados contra Andreotti por su presunta implicación con la mafia y la supuesta orden del asesinato de un periodista, cargos de los cuales quedaría absuelto, si bien las especulaciones sobre estos u otros hechos jamás se acallaron en Italia.
Con independencia de su irrenunciable carga factual, Sorrentino no filma en El Divo una obra panfletaria ni mucho menos adscrita a proclividad documental. Todo lo cuenta aquí mediante un sabroso tono esperpéntico para el cual mucho se ayuda en este aquí ratonil Servillo cuya interpretación del personaje central vale todas las misas del Vaticano.
Sorrentino arma en fin en El Divo una tragicomedia deliciosa, marcada por la fluidez del relato, la organicidad tonal de principio a fin, y la capacidad para valerse de diversos resortes descondensatorios con el propósito de aligerar la carga de los sucesos contados. Nada que ver, por ejemplo, con las biografías presidenciales del director norteamericano Oliver Stone a J.F.K, Nixon o Bush.

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